La Bayamesa, por La Marsellesa, fue compuesta por Pedro Figueredo, el
indómito revolucionario, meses antes del pronunciamiento de Yara.
La Bayamesa se tocaba por las bandas criollas de la localidad, se cantaba
por las damas y se tarareaba por los muchachos de la calle. Aquel pueblo,
que acariciaba ya la revolución, daba así expansión
a sus sentimientos patrios mucho antes de lanzarse a la lucha.
Bayamo cayó en poder de la Revolución. El 20 de Octubre,
a las diez de la mañana, cuando las campanas tocaban a vuelo, cuando
vitoreaba la multitud ebria de gozo, cuando los colores de la libertad,
sin orden, sin concierto, aparecían en todos los balcones, en todas
las casas, cuando toda la ciudad entusiasmada anunció el triunfo
de las armas de la Revolución, apareció rodeado por la multitud,
en el centro de la plaza de la Iglesia, erguido sobre su jadeante caballo,
que arrojaba sangre por los ijares y espumas por la boca, un hombre -quemado
por el sol, desconocido por el polvo, que sombrero en mano gritaba: ––"¡Bayameses,
viva Cuba!” y en medio del frenesí que enloquecía
a aquel pueblo, en medio de las lágrimas y la alegría, rompe
la orquesta y llena los aires con los dulces acordes del himno La Bayamesa.
En seguida Pedro Figueredo rasga una hoja de su cartera, y cruzando su
pierna sobre el cuello del ardiente corcel, escribe la octava, hoy famosa.
El pueblo hizo coro, la cuartilla de papel corrió de mano en mano
y el mismo Figueredo ordenó la marcha que al son de la música
recorría las calles y entusiasta exclamaba: “––-Que
morir por la patria es vivir"; y mientras los españoles se
rendían, el pueblo cantaba y el autor de La Bayamesa, ebrio como
Rouget de Lisle, ebrio de gozo por su triunfo, hacía popular su
canto de guerra, cuyo espíritu selló cuando pocos años
más tarde era conducido en ignominiosa procesión a través
de las calles de Santiago de Cuba, donde lanzó su último
aliento acribillado a balazos, exclamando orgulloso, soberbio: “––-¡Morir
por la Patria es vivir!"
Fernando Figueredo.
EL HIMNO DE BAYAMO
Al combate corred, bayameses,
Que la Patria os contempla orgullosa:
No temáis una muerte gloriosa,
Que morir por la Patria es vivir.
En cadenas vivir, es vivir
En afrenta y oprobio sumido:
Del clarín escuchad el sonido
¡A las armas, valientes, corred...
Pedro Figueredo