INVOCACION

Hora que brilla como nunca el cielo
Y que la aurora con su luz me asombra,
Levántate, COLON, y que tu sombra
Siga invisible mi atrevido vuelo:
El cantor que te nombra
Por tí sustenta el fervoroso anhelo
De ganar un laurel para su frente,
Cantando á la divina
Tierra que en occidente
Brotó á tus pies como una flor marina.
En ella estoy, respiro y la suprema
Impresión que sentiste al contemplarla,
Te demando ante Dios para ensalzarla,
Que si en el ansia estrema
Que aliento de pintarla
En el brillante campo de un poema,
Consigo la victoria.
De que adorada hasta el Parnaso suba,
Será un triunfo probar que es por tu
Tuya en la tierra y en el cielo ¡CUBA!

CUBA

CANTO DESCRIPTIVO

CUBA concha del mar abrió su seno
En medio de los trópicos un día.
Para ostentarlo lleno
De cuanto hermoso la natura cría
Vista la patria mía
Desde la alzada cumbre
A dó me elevo de mi genio en alas,
De la aurora á la lumbre,
Presenta de improviso
Las miríficas galas
Perfumada ilusión del Paraíso.

Desde un cielo con nubes de oro y gualda
Su verde pompa perenal admiro, 
Como un ancho océano de esmeralda
Dó en caprichoso giro
Mil arroyos con ondas de zafiro
Y como sierpes de plateada espalda
Le ofrecen murmurantes un suspiro;
Mientras que á vista de sus altos montes
La circundan cual mágica guirnalda
Los dorados y —azules horizontes.

Oh! mi patria es venero
De inmensas maravillas;
Sus fecundas orillas
Galanas cual no mas de Enero á Enero,
Regalan por tesoro
Al Atlántico océano florecillas
Y al mar de las Antillas
Plateadas conchas y torrentes de oro.

La gigantesca palma
Que brilla de la aurora al rayo rojo,
Cuando reina la calma,
Brinda como despojo 
De su pompa á los blancos arenales
Sus flores y racimos de corales,
Miéntra el verde corojo,
Hermano del altivo cocotero
Y del dátil que crece en los eriales,
Le regala al viajero,
Encerrado su fruto delicioso
En un globo lustroso,
En una concha de azabache dura,
Dó se encuentra al romperla
Convertida la aroma y la dulzura
En la imágen ó forma de una perla.

Las flexibles espigas de colores
Que ostentan en el seno
Del verde campo ameno
Las plantas y las flores,
Del Sol á los primeros resplandores
Presentan un aspecto deslumbrante.
Cargadas con las gotas del rocío;
Son ramos de brillante,
Son perlas de celeste regadío,
Dó la avecilla errante.
Bebe un néctar fragante,
Y la benigna brisa del Estío,
Nutrida con la aroma que le ofrecen
Las plantas que á su beso se remecen,
Y despareen las galas 
De su rico atavío,
Baña en frescor sus invisibles alas.

El íris que aparece en la neblina,
Que forman los torrentes,
Y los bellos matices relucientes
Que estampan con primor en la argentina
Corriente cristalina
Las nubes transparentes;
El mágico verdor de la colina.
También en el espejo de las fuentes,
Y los pálidos tintes de la Luna
Que truecan en un prisma la laguna; —
Es hermoso aquí, todo me ofrece
Un caudal de ilusiones
La lumbre matinal cuando amanece
Puebla el cielo de rojos pabellones,
Y la tarde á su tumo
Envuelta en el crepúsculo aparece,
Descendiendo al ocaso,
Para darme á mirar el libre paso
De la tierra feraz del Sol en torno,
Que á mas del rayo diurno
Quiere tener el esplendor nocturno
Como corona. de su vivo adorno.

Es un bello espectáculo que enciende
La llama de la muerta fantasía,
Cuando la noche se transforma en día,
Porque á la tierra umbría
Como una lluvia de fulgor desciende
Un torrente de rica argentería,
Que de cada planeta se desprende,
Chispas que el cielo envía
Trocado en un océano de topacio
Para hacer recordar al pensamiento
Las lágrimas brillantes de María,
Que llenando del Orbe el ancho espació
Redoblaron la luz del firmamento.

Suele verse también en la laguna,
Que cubre el sauce que remeda el lloro
Del triste y sin fortuna,
Deslizarse un meteoro
Como una hermosa luna
Que ilumina las huellas
O deliciosas calles
Donde ostentan sus talles
Las altas palmas bellas,
Que aparecen en Cuba coronadas
De mil exhalaciones argentadas,
Que suben á sus copas como estrellas.

Hay más luz en mis campos. El oleaje
Del mar que baña el arrecife oculto,
Viste las costas de un plateado traje
Y es cada tronco un luminoso bulto
Que de la noche en la temible sombra
Hace temblar al campesino inculto,
Que á su aspecto fosfórico se asombra.

El cielo tachonado
De nítidos luceros, 
Y el suelo salpicado
De brillantes cocuyos y aguaceros,
Luciérnagas del prado,
Encantan con su luz al tierno niño,
Que absorto, deslumbrado
Y en un lecho de césped y de gualda
Reclinando la espalda, 
Suspende al insectillo reluciente
Llamando con su lumbre de esmeralda
A los astros que ve sobre su frente.

También sobre la yerba aljofarada
A la luz matinal el niño bebe 
El agua almibarada
De la exquisita fruta. sazonada;
Antes que el ave del pensil la pruebe,
Y antes que el Sol de la mañana luzca
En todo su esplendor, en la enramada
Los insectillos busca
De concha abrillantada
Con alas de amatiste y de granate,
Que alarmados por él vuelan rastreros
Dejando de los lirios las corolas
Para probar al vate
Que también de la flor brotan luceros,
Ráfagas ígneas y de luz aureolas.

No hay volcanes en Cuba que revienten
En la cumbre soberbia de los montes,
Ni que el cuadro terrífico presenten
Del Monjivelo, el Hecla y el Vesubio;
Pero en cambio sus bellos horizontes
Anuncian la tormenta y el diluvio
Transformados en lagos purpurinos,
Que arrojan de su centro sierpes de oro
Y entre vivos relámpagos continuos
De la eléctrica luz todo el tesoro. _

Hasta el horror es bello
En los campos de Cuba; los terribles
Huracanes temibles
Apagando el destello
Del claro Sol de Octubre,
Oscurecen las cimas
Que con las nubes de su aliento cubre,
Y el país de las brisas y del oro
Toma el aspecto de los negros climas,
Dó son los hielos el mayor tesoro,
Y la luz de sus nieblas eternales
Las auroras boreales. —

Es bello cuando brama la tormenta
Ver el cielo bajar al océano
Trocado en una. nube cenicienta,
Y al soplo de su aliento soberano
Ver desecha en el llano
Toda la pompa natural, que ostenta
El alto monte indiano,
Que tal parece que su gala arroja
Como un fuerte adalid que se despoja
Del lazo amante, y la cimera roja,
Esperando desnudo
Al enemigo rudo
Que sus flores deshoja,
Para estrellarse en su potente escudo —

Bella es también la vista sorprendente,
Que ofrecen en su frente
Los cedros seculares de la sierra,
Inclinados solemnes á la tierra,
Como observando nuestra edad presente,
Y la gala naciente
Que en las florestas acumula Mayo;
Grato es verlos aquí como vestiglos
De los pasados siglos,
Abrasados sus troncos por e1 rayo,
Y revelando á Dios en su apariencia
Y el poder que atesora la existencia. —

Esos verdes colosos elevados
Con su sombra oscurecen los abismos,
Entre picos fantásticos alzados
Con el aspecto y los ramajes mismos
De los bíbiclos cedros y sagrados
Del Libano felices…. !
Sobre las altas peñas
Sus gajos alzan por el tiempo roto,
Y ostentan para asombro en sus raíces
Duras y enormes breñas . . .
Que se ven desde el fondo de los sotos,
Cual la muerte en el aire suspendida
En los cansados brazos de 1a vida.—

Oh! se ven en el monte mas sombrío
Mil flores olorosas
Que guardan en sus córolas preciosas
Un venero de almíbar y rocío,
Dó el viajero cansado
Templa la sed en el calor de estío,
Y bendice extasiado
Al Dios que ha colocado
En inculto terreno
Flotes silvestres, con el cáliz lleno
De bálsamo y de esencia bendecida;
Así como en el seno
De la muerte fatal puso la vida,
Y así como en el alma del poeta
Que llora y nada alcanza,
Esa flor solitaria que vegeta
Y que llama gimiendo su esperanza.

Oh! que venga el perverso
Que abriga la creencia
De que la causa de su signo adverso
Es el Dios de su mísera existencia;
Venga á Cuba el ingrato,
Y ante su rica variedad se asombre,
Viendo escrito el conato
Del Dios que vela por el bien del hombre!

El aire, el fuego, el agua,
Cuanto ostenta la tierra,
El santo amor providencial encierra:
En su centro la jagua
Guarda un sumo de májica frescura,
Y la piña madura
Destila miel sobre la verde yagua
Que arroja la palmera á la llanura.

La caña resonante,
Que sirve al caminante
De alimento y de báculo, corona
El cerro culminante
Al lado de la parra cimarrona 
Que vierte un abundante
Torrente de rocío
Para probar al pensador cristiano
Que en las llanuras del Edén cubano
Es cada fruta para el ave un río,
Cada tronco en su centro un océano.

Del monte en la pendiente ó en el abra,
En el verde camino no trillado
Y en las tierras que labra
El férreo, duro, surcador arado,
Se encuentra la alba mota
Del algodón preciado,
Y de los lagos en la espuma flota
Así como en el río
Con el junco el masío,
A cuyo torno se columpia y nada
Entre yerbas jugosas y sabeas
El nelumbio de corola rosada,
Soberano señor de las ninfeas.

Aquí se alzan poblando las sabanas
Las rizas palmas canas,
Primor de Caiguanabo,
Que al lado del abei, del peralejo,
Del purio y del guayabo
Donde salta cantando el azulejo,
Crecen con más vigor en las mañanas,
Bajo el alíseo de la tarde tibia
Y en la noche serena,
Que el árbol de la oasis en la arena
De los campos desiertos de la Libia.—

El amor ha fijado
Su eterno trono en Cuba:
La hembra feliz del colibrí fintado
Entre mil bosques de trebol y juba,
El algodón nevado
Escarda hilo por hilo
Para formar el venturoso asilo
De sus caros hijuelos y su amado,
El albergue tranquilo
Que pule con su cuello delicado.

El canto de las aves inocentes,
La música apacible de las fuentes
Y el rumor de los índicos palmares,
Las centellas lucientes
Del Sol sobre azucenas y azahares
Y los lánguidos rayos esplendentes
De la luna que riela en nuestros mares,
Para hacer á su influjo las crecientes,
Revelan por dó quiera
El amor divinal que en todo impera.

Cuba es un libro de oro
Dó el profundo filósofo, el poeta
Halla el almo tesoro
De su valiente inspiración secreta:
En el prado vegeta
Para que el alma activa
Pensadora y discreta
El sentimiento universal conciba
El clavel amarillo ó la violeta,
Y la indígena planta sensitiva
Que se cierra en los bosques y jardines
Hasta al contacto de la mano leve,
Mano que por ser breve
Ostenta cinco dedos ó jazmines,
Color de rosa y nieve,
Hace que el noble pensador dichoso
Estático comprenda y considere
El misterio secreto y prodigioso
Del corazón sensible y pudoroso
Que desfallece y muere
Cuando el placer ó la emoción lo hiere:
Que del amor al peso
En su centro de sangre se doblega,
Como en el valle de la noche al beso
La roja flor que su corola plega. —

La amistad se retrata
En la seiba coposa, que á su abrigo
Defiende y vela á la naciente mata,
Así como en el tronco del amigo
Jiquí que el viento acata,
Se reclina al fragor de la tormenta
La flexible varia corpulenta.

La ingratitud se advierte
En el jagüey alzado,
Que se ve de bejuco transfon1lado
En un coloso de la selva fuerte,
Después que ha dado muerte
Al tronco en que enredado
Nació, absorviendo delicioso jugo,
Ay! el vate inspirado
Se sorprende ante Dios, á quien le plugo
Colocar en los montes un verdugo!

El corazón suspira
Absorto ante el Eterno, cuando mira
La envidia, el fraude, la opresión y el dolo
Retratados no solo
En los gallardos árboles que admira,
Sino en las flores y en las aves bellas,
En las nubes, la luna y las estrellas.

Roba el celaje al astro
El vivo fuego con que brilla y luce,
Y la brisa reduce
Bajo su débil rastro
En polvo y nada á la azucena blanca,
Que á sus besos arranca
Del tierno tallo verde,
Y la arrastran en la tierra donde pierde
Su aroma y grata esencia.
Ay! por que la existencia
Del cefirillo y de la flor perdida
Hace que yo recuerde
Que mis besos de cándida vehemencia
Puedan ajar las rosas de mi vida... !

No temas, no, maternidad sublime,
Ante el mimado niño
En quien tu labio imprime,
Ósculo canto en extremado escaso:
Modera tu cariño,
Y dale un solo beso,
Uno tan solo en tu ilusión de amores,
Ya que el soplo del aura, ese embeleso
Del monte y del jardín, mata las flores.—

Ries, fiel jardinera,
Junto al lirio entreabierto
Y el jazmín y la verde rosalera,
Que riegas de la vida en el desierto?
¿Por ventura no es cierto
Que la corriente pura
Que salta gemidora
En la extensa llanura,
Arranca la verdura
Qué su orilla decora?
¿Y también no es verdad que los torrentes,
Los árboles frondosos
Revelan elocuentes
Secretos misteriosos?
Y porque mas se asombre
El corazón humano,
Cada flor del verjel es un arcano
Y cada tronco de la selva un hombre?

¡Quién sabe si las sombras venerandas
De los viejos casiques de esta tierra
Son los jobos solemnes de la sierra,
Y esas flores que forman caprichosas
Sobre el verde tapiz cintas y bandas
Con el tesoro que su seno encierra
Las indicas hermosas,
Primitivas beldades
Que habitan encantadas en las rosas,
Para ver las edades
Que pasen por la frente
Del jardín de los mares de Occidente!

El porvenir supremo
Que espera el mundo de Colon ahora,
Lo mirará con entusiasmo extremo
La raza del Caribe temedora.
Despertarán los manes soberanos
De Guamá y sus mayores,
Y los campos cubanos
Coronados de flores
Y carros voladores,
Monstruos de fuego, de vapor y humo,
Mostrarán en el llano y en el cerro
Gigantescas pirámides de hierro;
Y para colmo del progreso Bumo
De la industria, las ciencias y las artes
Puentes soberbios, bustos ponderados,
Murallas y baluartes,
Dignos colosos del país que medra,
Que será confundidos por alzados
Con el Pan, el Turquino y la Gran Piedra.

Sí; la suerte futura
Del mundo de las ceras y las mieles
Será llevada á la ponderosa altura;
Tiene aquí la pintura
El iris donde empapa sus pinceles,
Y mármoles y bronces la escultura,
Y sabanas de palmas y laureles
El genio creador: la agricultura
Tiene campos inmensos y elevadas
Cumbres, dó aclimatadas,
Pueden ver las sabrosas
Frutas mas deliciosas
De las zonas templadas:
Nada falta en el seno
Del verjel de mis puras ilusiones,
Que como un, cáliz lleno
De la nevada crema
De los dulces anones,
Y de la suave yema
Del mamey, que se iguala á la ambrosia,
Hace que no envidiemos,
Orgullosos del bien que poseemos,
Cuanto el Africa encierra y Oceanía,
Ni la colmada copa
De jarabes de Europa,
Ni del Asia feliz las ricas yerbas
Con sus gratos licores y conservas.—

La mano del Eterno bienhechora
Que dio á otros campos el granado trigo
De espiga brilladora,
Codiciado tesoro del mendigo
Y del rico señor de, mil haciendas,
Hace nacer en las floridas sendas
Y en la selva intrincada
La planta celebrada
Que produce el maíz, y que el labriego
En su cabaña aislada,
Y el peón errante en sus movibles tiendas.
Convierte en pan ó en tórta regalada
En la ceniza que calienta el fuego:
Manjar sabroso y sano
Que su sabor disputa
Al casabe del indio, y á la fruta
Que arroja de sus flores el banano.

Oh! quién será el humano,
El genio soberano
Que conquiste la gloria;
Esa dicha ilusoria,
Relámpago fugaz ó lumbre fátua,
Que se eleve hasta el cielo en una estátua,
Por encima de Cuba floreciente,
Para ver en Oriente
A la aurífera Haití de luz vestida,
A Méjico feliz en Occidente,
Al Norte ponderosa la Florida,
Y en el Sur de jardines coronada
A la joven Jamaica sonriente,
Como una perla sobre el mar perdida,
Como una nave de zafir, anclada,
Mansión de la esperanza y de la vida!

Oh! si, seré el atleta
Del alto monumento! —
Calla, pobre poeta;
Embraza tu instrumento,
Empuña tu paleta,
Y sigue describiendo el bello encanto
De la mágica tierra de tu canto.

Estrañas mariposas
Revolando en los prados
Se fijan en las rosas
Y lirios matizados,
Libando los perfumes delicados
Que las diestras abejas industriosas
Recojen á la par de los alados
Canoros ruiseñores y sinsontes,
Para minar los troncos inmortales
Y las entrañas ,de los altos montes
Con la valiosa miel de sus panales.

Las maderas preciadas
Por la industria del mundo,
En mi suelo fecundo
Se ven acumuladas;
Sus sierras elevadas
Dó crece el cedro de apariencia noble,
Producen la caoba y la jatía,
El ácana y el roble,
Y el ébano luciente de Etiopía:
El pino y la majagua,
La sabina, el almácigo y la ocuma,
Al lado del ateje y la macagua,
Sus cortezas y bellos arreboles
Ostentas en los montes y colinas;
Mientras que la yagruma
Con sus cambiantes hojas blanquecinas,
Que se vuelven al cielo,
A manera de níveos mirasoles,
Hace que ostente mi nativo suelo
Cien moles de marfil que al hombre encantan,
Y fingen las pirámides de hielo
Que en frígidas zonas se levantan. —

La eterna Vocería,
Que forman juntos los insectos todos,
Cantando á una de diversos modos,
Uno que silba y pia,
Otro que gorgojea
Imitando el chasquido
Del fuego que arde en resinosa tea,
O el golpe repetido
Del agua que gotea
En el suelo bruñido
De las cuevas, que ostentan misteriosas
Columnas de estalactitas preciosas,
Son los ecos solemnes del concierto
De las opacas selvas, en que trina
El pájaro que incierto
Vuela del cáliz del clavel abierto
Al botón de la rosa purpurina. —

Eterna es la esperanza
En el bello país de mi bonanza,
Donde la pompa verde
Pasajera se pierde
Un momento no mas, pues solo un día
Le basta á recobrar su lozanía. —

Inalterable el corazón se goza
En la paz y el consuelo:
Cuba es joya del cielo,
La duda no destroza
La fe suprema que lo bello inspira
En todo cuanto el vate
Cuando su pecho late,
En los abismos y en los prados mira. —

En los soberbios picos elevados
Donde la planta del mortal se—atreve,
Nunca cuaja la nieve;
Y no hay arroyos sin corriente, helados
Allí en vez de maná que el alba llueve
Apuran los viajeros fatigados
Con avidez, que al ánima conmueve,
El agua de los cocos regalados,
Que en óvalos nevados
Y en verdes urnas para bien sazona
El Sol sediento de la ardiente zona.

N o hay fieras alimañas
En el oscuro bosque:
Solo se oye entre el ruido de las cañas
El ladrido del gozque
Que cuida las cabañas;
No hay en Cuba serpiente que se enrosque
Vertiendo su veneno en las entrañas
Del que duerme tranquilo;
El feroz cocodrilo,
Cebado con los peces
Que en espantosa guerra
Devora con sigilo,
No es el monstruo del Nilo,
Pues sale rara veces
De su centro á la tierra,
Y huye del hombre cuya voz lo aterra. —

El ave de rapiña
No es el buitre de Europa devorante;
Aquí no admira el cazador la riña
Del tigre real con el león pujante,
Ni el majá que se enreda en la maboa
Tiene el aspecto del tremendo boa. —

Aquí solo en las playas nacarinas
Contempla el pescador la lucha eterna
Del rey de nuestros peces, que se interna
En los puertos, caletas y ensenadas,
Veloz tras las bandadas
De las aves de mar y las sardinas,
Que blancas y azuladas
Saltan huyendo en el salado espejo,
Y del Sol al reflejo
Parecen nubes de zafiro y plata,
Relámpagos y chispas de la ondas
Que revelan en mágico bosquejo
Toda la gloria del Eterno suma,
Que aborta rayos y centellas blondas
Del humo de la niebla y de la espuma.

Los grandes monstruos que en el mar se agitan,
Cuando tiende su velo
La noche sobre el suelo,
Raudos se precipitan
De un oscuro horizonte á otro horizonte,
Y con los surcos de su huella imitan
La vía láctea del cielo,
El rayo serpeador que cruza el monte,
Así cual las eléctricas centellas,
De los cometas las gigantes colas
Y el iris de la  Luna y las estrellas
Sobre el azul de las inmensas olas.

Bellísimo es el mar cuando en la tarde
El Solla luz sobre sus aguas mece,
La luz que tal parece
Que brilla, tiembla, se confunde y arde,
Que de colores puebla
Las claras ondas para hacer alarde
Que el agua con la luz se identifica,
Y el iris en la niebla
Su ilusión multiplica,
Formando inmensos pórticos variados
Que sostienen la bóveda celeste
Como grandes vestíbulos sagrados
Con la base en Ocaso y en el Este.

Debajo de esos círculos alzados
Por la mano de Dios, duerme tendido
El Océano temido
Con sus potentes naves;
Sus peces de oro y sus marinas aves
Que surcan su elemento,
Persiguen á sus víctimas y huyen
De los tiranos del salobre asiento
Que en lucha eterna su existir destruyen,
Mostrando al que lo advierte
Que entre la luz del Orbe prodigiosa,
Que se transforma hermosa
En pórticos mas bellos que los arcos
De los templos de Nínive y de Osíris,
La vida gime en transitoria suerte,
Desparecen las aves y los barcos,
Porque las sombras de opresión y muerte
Cruzan también bajo la luz del iris.

Oh! cuántas veces ante el Mar sagrado,
Terrífico y espléndido, he sentido
Mi espíritu inspirado,
Y absorto estremecido
Mi corazón á solas ha esclamado;
Son tan claras tus aguas y serenas,
Mar que las costas de mi patria pules,
Que se ven de tu fondo las arenas
Y tus peces auríferos y azules,
Peces que al brillo de ]a luz, asombra
De la hechura de Dios la augusta sombra
Del hombre soberano,
Que penetra en la sima, del Océano,
Que el éter vago hiende
Cuando en sus globo el espacio sube
Su imagen a estampar en la alba nube;
Y que osado sorprende
De la tierra los antros escondidos
Dó el áurea mina inmensa
En vetas infinitas se dilata
Y duermen los arcanos esparcidos.

Los ríos como el mar también producen
Tesoros que al espíritu seducen!
Para que mas resalte
Lo bello en Cuba, el Hacedor derrama
Mil lindos peces de plateada escama
Sobre la arena que en la orilla esplende,
Y para asombro del poeta tiende
Como una alfombra de plateado esmalte
En los anchos manglares dilatados,
Hermosos caracoles transparentes
Y testáceos lucientes
Que duermen sosegados,
Entre arbustos y pájaros hermosos,
Libres del hombre á quien la muerte arredra
Porque no halla una piedra
Ni troncos derribados
Para puentes alzar improvisados.—

Las conchas esmaltadas
De la fecunda orilla
Del mar que baña la opulenta Antilla,
Como joyas regadas
De inmensa maravilla 
Pregonan la sublime providencia,
Los juicios inmortales
Del que en las rocas las fijó sonriendo
Para ser residencia
De mil generaciones de animales,
Que se irán sucediendo
En el rincón de su corteza dura,
Hasta que pereciendo
Cansada de atenderlos la Natura,
Fósiles sean en la edad futura.—

Cuánta dulce existencia bendecida
Ha pasado en los bellos caracoles
Rotos en esas moles
De arena desprendida
Del fondo de la mar embravecida!! ...
¡Cuánto mudo fragmento,
Cuánto vestiglo inerte
En la playa aterida
Contempla el pensamiento,
Para ver que la muerte
Es solo el monumento
Que eterniza en las sombras á la vida!—

El mate, el coralillo
Y la roja menuda peonía,
Emulos del coral, y el amarillo
Guacalote que ostenta
Su inalterable brillo,
Como indígena cuenta;
El dulce caimitillo,
Y la fruta del ácana sabrosa,
El café y el cacao,
Y la hoja preciosa
Del tabaco sedeña
Que nace cabe el Sasa y el Banao,
Así como en la margen se retrata
Del San Diego risueña,
Son la riqueza innata
Que ceder quiso el cielo
Al encantado suelo
Dó se alza el Escambrai, fragosa peña
Con venas de oro y corazón de plata.—

Hay mas tesoro aun entre las aves:
Hay plumas de valía,
Mullido bien de nuestros lechos suaves;
El alíjero halcón de cetrería,
El gavilán artero
Y el raudo guincho fiero
Que lucha con notable poderío
Con el sábalo, pez del mar y el río,
Ostentan su plumaje soberano
Al lado del pintado tocororo,
Del pardo ruiseñor americano,
Y de otras mil con el picuelo de oro;
Mientras que el viento sobre el mar azota
Las alas de la garza y la gaviota,
Y el alcatraz, pelícano cubano,
Con la caraira de potente vuelo
Deja la tierra y se remonta al cielo.—

Ah! la noche también sus sombras puebla
De cárabos, lechuzas y sijúes,
Que consagran su canto á la tiniebla
Entre negros cipreses y bambúes!
Y hay en Cuba graznidos misteriosos
Que escuchan en los bosques asombrosos
El almiquí y la hutía,
Habitantes dichosos
Que á la sombra y abrigo
Del sabicú y la jía
No temen como el hombre á su enemigo. —

¿Quién en la selva temerá á los malos?
¿Quién, errante por ellas,
No hallará por dó quier bajo sus huellas
Esquisitos regalos?
El grano que conduce
Desde sitios y hermosos cafetales
El ave de las parras y rosales,
En los montes produce;
Y los claros raudales
Que corren por estancias y plantíos,
El fruto de los verdes platanales
Reúnen en la margen de los ríos.
¿Por qué el pobre no habita los sombríos
Bosques tranquilos de mi Edén fecundo,
Y deja el centro donde brama el Mundo?

Ay! no es solo el mortal menesteroso
El que abandona el bien que le promete
El país delicioso,
Que vegeta pomposo
Sin esfuerzo del hacha y el machete:
También el hombre ocioso,
Para mengua y mancilla
De su sér miserable,
No recoje el tesoro inagotable
De la goma perdida y la vainilla
Entre la selva oscura,
Ni la rica arenilla,
Ni la preciosa arcilla
Esplota como mágico venero
Util á la pintura
Y á la mano fabril del alfarero!—

Quién sabe si imagina
El apático sér en su pereza,.
Que la útil resina .
Que guarda el pino en lá feraz corteza,
y el betun de la linfa cristalina
Se hallan solo en la mina
Que socavan los hombres denodados
Para verse entre sombras soterrados!—

Quizas presume el nedo
Que el carey, y el marfil de las espinas,
y el manatí de aprecio,
y las piedras y escamas diamantinas
Se consiguen en negros precipicios
Mas hondos que el abismo de los vicios.—

Tal vez en su abandóno,
Quien del trabajo y la honradez se asombra,
Teme del monte la sagrada sombra
Donde erigió la soledad su trono.—

Ay! los vírgenes campos se lamentan
De verse .sin cultivo,
Y si abrasados del ardor estivo
Lozanos se presentan,
Es porque Dios, el labrador activo,
Para servir y estimular dó quiera,
Los cubre de una eterna primavera.—

Mil raíces jugosas
Crecen silvestres en la selva oculta,
Y en las abiertas tierras deliciosas
Que el indolente con desprecio insulta,
El aje(1) cimarrón su forma abulta
Entre las soporosas
Y febrífugas plantas de la sierra
Para solo el ganan que triste gime
Y con sudor de sangre
Surca á la par del buey la dura tierra,
Y hace que nazca el cangre,
Y la caña que esprime
La férrea maza del trapiche dura,
Por el fomento de la industria hecha,
Para trocar el jugo de dulzura
En la azúcar y miel de la cosecha.-

Oh! dichosos los brazos
Que tanto bien ofrecen
Reduciendo á pedazos
Para bien de las artes primorosas
Los árboles hermosos que se mecen
En la cima fragosa!-

Dichosos los mortales
Que en continuas faenas pesarosas
Se olvidan de sus males,
Y hacen con el trabajo menos dura
Su humilde condición y desventura!
Y dichosos también los inventores
Que han forjado las máquinas potentes,
Que nutridas de fuego, son motores
Que suplen á los brazos diligentes
De los pobres esclavos labradores!-

(1) Dice el descubridor! Que de Haití le ofrecieron "pan de Ñiames"
eran los Ajes. (Nota de las Casas.)

Feliz el que coadyuva,
Aliviando el pesar del infelice,
A propagar en Cuba
La moral natural que Dios bendice,
Porque inspirarla al corazón le plugo,
Y que reclama el hombre desgraciado,
El buey debajo el yugo,
Y el caballo cargado
Hasta el estremo de morir cansado. —

Si como un ramo de garridas flores,
Gala de Primavera
Y presente de olores,
El pudiente el trabajo repartiera,
Mas que feliz la sociedad seria:
Entonces se vería
La abundancia esparcida por dó quiera,
Y el amigo del bIen contemplarla
En cada campo vasto
La verde pompa de una escuela agraria,
Y la industria pecuaria
Elevada á la altura
Que piden nuestros llanos silenciosos,
Nuestros terrenos de salubre pasto,
Que cuentan largos siglos de verdura,
Sin sentir la mas leve mordedura
De los útiles brutos humildósos
Que ayudan á los hombres laboriosos. —

Cuánta y cuánta riqueza
Se pierde de mi patria bajo el cielo!
El torrente espumoso, el arroyuelo
Arrastran á los hondos precipicios
Los productos que da Naturaleza
Como santos copiosos beneficios;
En la zarza que oculta la maleza
El preciado vellón de lana blanca
Se enreda para solo el pajarillo,
Que afanoso lo arranca
Para formar la cuna ó canastillo,
Donde amante se anida,
Orgulloso y felice,
Haciendo que ante Dios se ruborice
El que su bien providencial descuida.

Un día llegará que la inclemencia
De nuestros campos para siempre huya,
Edad de la opulencia
En que no se atribuya
La falta de la mies á la indolencia.
De las secas de Estío:
Cuando ese tiempo llegue
No habrá ni un solo río
Que no fecunde y riegue
Con brazos manadores
Las estensas llanuras,
Y brotarán entónce
Robustas plantas y fragantes flores
Hasta en las piedras duras
Que han las edades transformado en bronce.

¡Oh Cuba! cuando solo
Entre tus bosques pienso
Que fuiste parte del terreno inmenso
Que se tendió de un polo al otro polo,
Porque de Béring hasta el Hornos llega,
Miro en el valle y la florida vega
Yen todos tus paisajes
De eterna galanura,
Vestigios de una antigua agricultura.,
Que del Asia le vino á los salvajes
Indígenas del vasto Continente
De Américo y Colon; y si la mente
Concibe que saliste de los mares
Bajo el trópico ardiente,
Presumo que tus índicos palmares,
Tus fragantes, vistosas florecillas
Brotaron de las mágicas semillas
Que trajeron al son de sus cantares
Las aves del Edén á tus orillas—

Ah! por eso las rosas del follaje
De tus elíseas selvas encantadas,
Se ostentan esmaltadas
Como el sidéreo traje
Que viste el cielo en noches argentadas,
Como el velo de encaje
Que luce la mañana,
Apareciendo ufana
A través del celaje,
Cortina transparente,
Que se tiende á las puertas del Oriente.—

Oh! por eso me asombra
Lo belfo que en ti ver la vista alcanza!
Pasa la nube ante la luz que lanza
El Sol desde su trono, y en la alfombra
De césped de los llanos una sombra
Se ve correr lijera,
Que traspasa la cumbre de los montes
Y se pierde á la fin en lontananza
Al tocar en los anchos horizontes
Ay! la sombra que avanza.
Sobre el verde y la luz de nuestros llanos,
Se parece á la sombra pasajera
Que nubla la esperanza
Del alma de los míseros humanos.—

No es solo en la pradera,
Ni del agua en los límpidos espejos
Donde estampan los astros sus reflejos,
Ni se engendran visiones prodigiosas
De bellas metamorfosis estrañas:
También en las de Cuba ponderosas
Crestas de las montañas
Con cortes verticales, que han pulido
Las lluvias de los tiempos bramadores,
Se ve reproducido
El panorama inmenso y deslumbrante
De las aves, las fuentes y las flores
A la cumbre gigante
De esas piedras los hombres han subido
Creyéndolas colosos de diamante....

De tronco á tronco sobre fuentes claras
Mil bejucos magníficos se tienden
Que forman con sus flores y hojas raras
Flotantes pabellones que defienden
Del sol de Junio al labrador cansado
En la yerba ó la hamaca reclinado.—

Allí sobre esas tiendas que levanta
La grandiosa feraz Naturaleza,
El tomeguín de los pinares canta
Cuando la Aurora á despuntar empieza;
Y allí cruza la guía que se amarra
Ella misma ó se anuda
En las altivas yayas cimbradoras,
La gárrula cotorra que se ayuda
Con el pico y la garra,
Por seguir á otras aves trepadoras,
En la silvestre parra
Y en el flexible manajú y torcido,
Dó se columpia, gira y se descuelga
Como un fruto en las ramas suspendido
Allí tranquila huelga,
Dando al suelo la espalda,
Entre tanto bejuco como pende
En forma de guirnalda
Del fuerte brazo que la seiba tiende,
Hilos verdes con flores y con frutas
Que forman en mis selvas deleitables
Maravillosas grutas
Y asilos envidiables
Donde duermen entre aguas, miel y esencia,
La armonía, la luz y la existencia.—


Dios de las selvas! genio que protejes
Lo bello y lo sublime de Natura,
Destruir nunca dejes
Esos paisajes de eternal verdura
Que sorprenden al alma del poeta:
Detén la mano dura
Del hombre asolador que no respeta
Tanta y tanta riqueza inspiradora
Como Cuba en sus campos atesora.—

Dios de la soledad! ¿serán deshechos,
Esos serenos lagos nunca umbríos
Que forman los remansos de los ríos?
Caerán los cedros y los cujes míos,
Que en inmensa estension crecen estrechos
Porque se alzan unidos y derechos
Desde el fondo del agua donde nacen,
Dejando leves trechos,
Por donde libres pasen
Las aves de mi patria ... ? No, Dios bueno,
Tú que los rayos de la gloria fraguas
Harás eterno en mi pensil ameno
Los verdes obeliscos de sus aguas
Que incendia el rayo y estremece el trueno.

Velarás como mágicos primores
Las parásitas plantas milagrosas,
Con hojas matizadas de colores
Y de mil varias formas caprichosas,
Cuyas estrañas flores
Imitan mariposas
Y esmaltados insectos voladoras.—

Los verdes curujeyes
Que huyen de los cercados
Para secar así cual los jagüeyes
Los troncos que coronan elevados,
Gigantes de los bosques dilatados,
Que caen cual altos reyes
De su corona al peso destronados.—

La hermosa pitahaya
Que como sierpe vegetal se enreda
En los riscos estériles y hospeda
Entre tuna espinosa su flor gaya,
Para que nadie deshojarla pueda,
Y que temiendo que á ofenderla vaya
La clara luz, hasta la luz le veda,
Y cautelosa y leda
La abre en la tarde cuando el Sol desmaya:
La vija que útil crece
Silvestre en la manigua de los llanos,
Y que también merece
Que la cultiven bienhechoras manos,
Su fruto que á una concha se parece
Abre ostentando del coral los granos,
Y recuerda al patricio que con ellos
Se ti1leron el rostro sus hermanos
Indígenas, que bellos,
Para espantar al enemigo en guerra,
La púrpura encontraron de su tierra.—

En las vastas riberas dilatadas
Las aguas aposadas
Se truecan en salinas só los rayos
Del Sol de las mañanas abrasadas,
Mientra la de los cayos
En rocas transformadas,
Del monopolio perenal riqueza,
Se cambia por el oro que imposible
Ve la oscura pobreza,
Que ni la negra piedra combustible,
Ni el azufre, ni el cobre alcanzar puede
Mientras su bien la sociedad le vede.—

Oh Cuba! aquellas aves
Que á tus brillantes márgenes sonoras
El germen condujeron de riqueza,
Con la dulzura de sus cantos suaves
Inspiraron la paz y la pureza
A las ardientes almas sentidoras
De tus nobles patriarcas siboneyes,
Y las bellas costumbres y las leyes
De tu bien primitivo
Hoy se conservan en tu fértil seno
Con su mismo carácter distintivo
Tú eres patria del bueno,
Oh mundo deleitable!
Un valle de consuelos amorosos
Eres, Cuba envidiable:
El amor inefable
Se encuentra en tus esposos;
En tus madres amantes y en tus hijos;
El eterno Señor sus ojos fijos
En tu esplendor, que es suyo,
Privilegia al cubano porque cs tuyo.—

¿En dónde la hermosura
De privaciones llena
Deja como en tu suelo
Marchitar de su rostro la azucena,
Y el bello rizo de su trenza oscura
Encanecer por la virtud del cielo?
¿Dónde, patria de flores,
La juventud que alcanza
Gloria, placer y amores,
Desprecia la alabanza,
De la moda y el lujo los primores,
Y el deleite indecible de la danza,
Porque la humana sociedad la vea
En el hogar doméstico sentida
Inculcar á su prole bendecida
De religión la sacrosanta idea? —

Noble, afable y prudente
Es el hermano mío,
De genio claro y corazón ardiente,
Y es osado y valiente
Cuando abandona su país natío;
Porque de Cuba ausente, _
Le falta el murmurio
De la serena fuente
Y el cielo bonancible
Que 10 hacen apacible;
El es al dulce halago
De la brisa que gime en los palmares,
Como el estenso y adormido lago
Que manso y ledo espera
Que una mano destruya la barrera
Que lo tiene entre rocas circundado,
Para en raudo torrente transformado,
Arrastrar el verdor de la pradera
Hasta la boca de los crespos mares.—

La débil yaya altiva
Que en los caminos se levanta sola,
Flexible el viento esquiva
Que de los bosques la arboleda asola;
Oh! del hombre risueño
De negros rizos y de labios rojos,
Con el rostro trigueño
Y centellantes ojos,
Formemos alta idea;
Para que Cuba se consuele y plazca;
El nunca caerá pues se cimbrea
Como el cuje del monte en la borrasca.

La cubana también es vigorosa
Aunque aparece como un tierno lirio,
El pudor la hace hermosa,
Y en su amante delirio
Se asemeja á las vírgenes morenas
Que al soplo abrasador de ardiente calma
Duermen bajo la palma
Que se alza de la Arabia, en las arenas.—

Oh! sus ojos rasgados
Lanzan rayos divinos:
Son claveles de aromas impregnados
Sus labios coralinos,
Y sus graciosos brazos contorneados,
Envueltos en los bellos
Y transparentes linos
Que demandan de Cuba los calores,
Son mas encantadores
Que los redondos cuellos
Que envuelve el alquicel de los beduinos.

Perfecta beldad se halla en mis campos:
La gracia y gentileza
Y la ideal pureza
De mis lindas indianas,
No las tienen las bellas circasianas,
Blancas como los ampos
De la compacta nieve,
Que á su tierra da un clima nebuloso;
Mas que pulido y breve,
Es el pié de mis púdicas hermanas,
Breve al par que donoso,
Y que lo besa ardiente
El Sol que abrasa mi tostada frente.

¿Queréis ternura y llanto
De amor y de consuelo,
Y el sentimiento santo
De todo lo que el cielo
Prodiga á sus amados querubines?
Pues venid de mi patria á ]os jardines:
Venid donde la virgen que suspira
Bajo el verde frondoso tamarindo,
Y que su rostro lindo
En el espejo de las fuentes mira;
Y si buscáis el mágico embeleso
Que prodiga el amor en los altares,
Despojad al naranjo de azahares
De su florido peso,
Y coronad la sien de la doncella,
Y ya consorte de ella,
Pedidle el primer beso
Que la ventura del esposo sella,
Y habréis logrado un goce
Que el cubano amador solo conoce.—

El sencillo montero
Que no tiene otro haber que su morada,
Su tiple gemidor y su trotere;
Su machete y su amada,
Jamás niega al doliente pordiosero
El pan de caridad, ni al forastero,
Que le pide un asilo hospitalario
Deja espuesto en el bosque solitario.

Ay! el noble patricio,
Pobre por limitado al ejercicio
De sembrar con afán lo necesario
Tan solo á su sustento,
No conoce otro vicio
Que el plácido contento
De su baile campestre,
De sus lidias de gallos el bullicio,
Y la carrera ecuestre
Donde esforzado á conquistar aspira
El premio ó el amor de la guajira.—

Alberge del amor, Isla encantada,
Que los Juegos y fiestas
Presenciaste de indio en las florestas,
Bendice con la arpada
Voz de tus aguas y tus frescas brisas,
De tus presentes Jóvenes apuestas
Los suspiros de amor y las sonrisas
Secunda los cantares
Que en tus verdes caminos
Entonan tus arrieros,
Los peones de tus hatos y boyeros;
Haz que tus campesinos
No ambicionen del rico los manjares,
Mientras corra perdida en los potreros
La leche que produce la vacada,
Y que apuran del alba á los fulgores
En jícara labrada,
Así cual la cuajada
Que bebieron de Arcadia los pastores.

Oh! la tierra que se alza entre primores
De sustancias melíferas nutrida,
Acredita que el soplo de la vida
Emana de la llama creadora
Que vierte bendecida
El astro Rey que las Antillas dora,
Antorcha que aparece suspendida
Para ser la diadema
Del productivo suelo,
Que no se llama la ilusión del cielo,
Por llamarse de América el poema.

América feliz, tú que pregonas
Tu poder infinito
Elevando tu frente
En la admirable cumbre de los Andes,
Que abrigas en tu centro el Amazonas,
El espuso Niágara rugiente,
Y el cráter del volcán que brama en Quito;
Entre tus bellas maravillas grandes
Cuenta á la patria mía.
En su seno fecundo
Morada de la luz y la armonía,
Su mansión erigió la poesía:
Tu acento gemebundo
SE escucha en mis arroyos y palomas,
Tus lirios se producen en mis lomas,
Y tu ardor en el Sol que alumbra el Cusco:
Mundo de flores y fragantes pomas,
En Cuba te hallo yo cuando te busco.

Aquí la misma alfombra
Que adorna la estension en que dominas,
Se tiende en mis praderas peregrinas,
Y parodian mis júcaros la sombra
De tus verdes copados sicomoros;
Aquí están tus tesoros
De olor y de dulzura,
De esplendor y de ingénita ternura,
Pero no tus presentes
Que amedrentan al hombre con su horrura,
Tus temidas serpientes,
Tus fieras que en la oscura
Selva arremeten al Viajero triste,
Ni la nieve que viste
Con un manto de frío
Tus montes en invierno,
Aquí en el bosque mío;
En mi campo ideal de verde eterno,
Brilla el vano matiz de tus otoños;
Mil pintados retoños
Brotan de instante á instante,
Imitando el aspecto de un fragante
Ramillete de mágicos colores:
¡Hay hojas mas hermosas que las flores!

Dí, que clima se iguala
Al de Cuba feliz, virgen modesta
Que en un sitial de espumas se recuesta,
Ostentando por gala,
Plumas y conchas, perlas y corales,
Mientras blando resbala
Por su frente el favonio de la siesta
Que fresco y fugitivo le regala
El olor soporífero que exhala
El nepente del bosque y la floresta,
Y que al soplo sutil de los terrales
De noche sombría,
Va despertando para ver el día,
Y en un cielo risueño
Las doradas visiones de su sueño.

Y yo en la clara aurora
Contemplo el brillo todo
Que los espacios dora,
En dulce estilo y delicioso modo
Cuanto Cuba atesora
En su verde recinto,
En plácida bonanza
Para mi gloria pinto
En un lienzo color de la esperanza.

Copio la densa niebla
Que la mañana sobre el monte tiende,
Que la atmosfera puebla,
Y donde bello esplende
El iris con sus vívidos colores
Para imitar a Cuba bendecida,
Como un arco de flores
Sobre las olas de la mar dormida.

El nublado del sur, cuando oscurece
La tempestad, la luz que el sol despide
Y que veloz divide
El brillo serpeador del rayo rudo,
Que súbito deslumbra y estremece
Al hombre que lo mía absorto y mudo,
La Luna que aparece
Junto al astro que alumbra al mediodía,
Y la nube sutil que desaparece
Como blanca visión en lejanía,
El arbolillo esbelto que se mece
Como un negro fantasma;
Todo al ánimo pasma,
A los ecos del monte agonizantes
Que remedan las quejas doloridas
De las almas errantes
Que vagan en las selvas escondidas
De los viejos behiques
Y venerables tribus de casiques.


Ingenios inspirados,
Que os lanzáis desalados
En busca de lo bello y lo especioso,
Que el manantial precioso
De la ciencia esplotais maravillados,
Venid á la lejana
Tierra que asombros mana
Bajo el férvido Cáncer encendido;
Dó la flora cubana
Al botánico espera decidido,
Y el sótano escondido
Que vela las reliquias de la Historia
Del tiempo que ha corrido
Al arqueólogo guarda su conquista;
Aquí al naturalista
Reservada le está la eterna gloria,
Si esplota la riqueza
Que en tres reinos nos da Naturaleza.

Que fije aquí la vista
El sabio observador del orbe todo,
Viendo á Dios en la arista,
La existencia en el lodo,
Y de átomos informes y vestigios
Brotar la viva luz de los prodigiosos.

Que venga á Cuba el bardo
De otros mundos hermosos y lucientes,
A ver como se pierden las corrientes
En mil puertos del mar con paso tardo;
Que corra á contemplar como se agitan
Sobre la tersa superficie clara
De poéticos lagos que dormitan,
Bajo la sombra de elegiacos pinos,
Mil prestas aves de variada pluma,
Que á la hermosura rara
De las flores acuáticas, que ostentan
Sus pétalos endebles en el aire,
Brindan canoros trinos
Para que amor y regocijo sientan,
En tanto que su cuello nacarado
El cisne moja entre ruada espuma,
Cierne sus alas con gentil donaire
Y en el césped de lirios salpicado,
Una lluvia brillante
Brota de blancas perlas,
Cansado de beberlas
En su lustroso seno palpitante,
Cual la lágrima pura y abrasante
Que en sus mejillas y en sus labios rojos
Bebieron las indianas de sus ojos:
Que levanten del polvo la cabeza
El Homero sublime y el Hesiodo;
Que han de cantar de Cuba la grandeza,
Y encontrarán el soberano todo,
Que enciende el alma en fervoroso anhelo,
En el hombre la mar, la tierra y cielo.

En el cielo que diáfano se mita
En la noche del Trópico serena;
En la luz zodiacal que el genio admira
Y mi ánima enagena! ....
Yo la he visto lucir desde el abismo
Para consuelo de mi amarga pena! ...
Ella de mi heroísmo 
Fue la brillante aureola improvisada,
Penetrando en el fondo
De una oscura mansión abovedada,
Por un hueco brevísimo y redondo,
Y en mi pálido rostro reflejada
La vieron las tinieblas adorada.

¡Cómo faltar en Cuba para el triste
Solitario poeta,
Que entre las sombras del dolor resiste,
La luz que alumbra la estension vacía
Cuando se esconde en el Ocaso el día.!....
Es un astro luciente cada grieta
En la mas negra habitación sombría:
La luz penetra hasta en la misma tumba
Para que nadie sin la luz sucumba!

Mas calle el arpa ya: mi osada diestra
Concluya el cuadro que á la tierra hermosa
Del oro y de la luz al vivo muestra,
Empapado el pincel en verde y rosa,
Y en los brillantes tintes de lo bello
El último destello
En el lienzo coloque,
Y que al felice toque
De mi mano atrevida,
El águila valiente
Que eleve al cielo como yo la frente:
Mire la mar temida,
De azules horizontes circuida,
Como un disco ó anillo,
Que lanzo en el espacio el Dios potente;
Circulo inmenso de supremo brillo
Que ofrece por diamante en su tangente:
A Cuba con su sol en el Oriente!....

Mire el águila audaz de la tormenta
A Cuba que entre céfiros y calmas
Larga y estrecha sobre el mar se sienta,
Como un cetáceo colosal que alienta,
Con el suspiro de sus tiernas almas,
Y que por cola ostenta
Al Sol cuando en Ocaso se presenta,
Y por aletas las sonantes palmas
Que se alzan en sus rocas,
Y también por esceso
A Nipe y á Guantánamo por bocas
Abiertas á la Gloria y al Progreso.