Tarde he llegado a tu sepulcro, hermano.
Está cerrado el panteón. Las rosas
qué sobre el palpitante corazón
te traje, se marchitan en mi mano
plenas de amor y aroma, temblorosas,
en silenciosa, estéril, oblación.

Más que la Eternidad, la fría puerta
de tu mansión, por la piedad abierta
para otros peregrinos, muda está.
Para mí, ...para mí, que desolada
y enferma vive, la quietud ansiada
pensando en su recinto hallar quizá.

Pero no he de tornar al luminoso
bullir de la ciudad indiferente
sin hacerte mi ofrenda de dolor,
y aquí, en la paz del blanco y silencioso
sendero me detengo, dulcemente
a platicar contigo, ¡oh soñador!

Y has de oírme: mi voz es como el canto
de un infinito océano de llanto
que en las playas del alma va a expirar...
¿qué importa a su clamor el mármol fuerte,
a través del silencio de la muerte
a tu espíritu errante ha de llegar?

El Misterio las almas aproxima;
en su abismo, mi ensueño y tu quimera
únense en ideal resurrección.
Tú, prisionero en la profunda sima
del no ser, yo en la vida prisionera,
vivimos en estrecha comunión.

Igual desolación, como un sudario
nos envuelve, doliente visionario
bajo Ja triste paz crepuscular;
yo a mi eterno soñar busco el olvido
y no puedo dormir, tú estás dormido
eternamente, sin poder soñar!...

Devoran famélicos gusanos
las rosas de tu carne en implacable
sacrilego festín. Sin compasión
a mí la envidia y el rencor humanos,
gusanos de la vida miserable,
me roen en silencio el corazón!

Tal el Dolor, en duro cautiverio
en la vida o la muerte, de su imperio
sentir nos hace el látigo brutal:
nos purifica en la sombría fosa
al destruirnos, y en la vida hermosa
nos corrompen los hálitos del mal!

Mas ¿por qué perturban el hondo sueño
en que lejos del mundo y su impureza
y de toda ambición sumido estás?
¡Dichoso tú, romero del ensueño,
peregrino infeliz de la belleza,
rendido de buscarla, duerme en paz!



El manto funeral de los cipreses
remeda al musitar sus tristes preces
el alma de cristal de un caracol,
y en la agonía de oro de la tarde
en la pupila de los cielos arde
fugaz la última lágrima del sol.

Entre dos noches lóbregas reposas:
la que enluta los ámbitos del Cielo,
la que blanquea, lívida, ante mí.
A otro bardo infeliz llevo mis rosas1
como tú desterrado del consuelo...
¡Acaso le hagan falta más que a ti!
Tumba de Casal, 21 de octubre 1912.
1 Las lleve a mi padre.


     Dulce María Borrero
Septiembre 10, 1983 - Enero 15, 1945