SALMO CXXXVII DE DAVID


Super flumina.



De Babilonia los lejanos ríos
Con dolorida vista contemplamos,
Y tristes y sombríos,
Sentados en sus límpidas orillas
El suelo en que nacimos recordamos
Empapadas en llanto las mejillas;
Los dulces instrumentos
Que en horas de placer antes sonaban,
A merced de los vientos
En los aduces tristísimos colgaban.
Entonces los tiranos
Que la tierra asolaron con el hierro
Y encadenaron luego nuestras manos
Conduciéndonos crueles al destierro,
Sin atender al lloro
Que á raudales los párpados brotaban,
Canciones nos pedían
Y-"cántanos, decían,
En vuestras arpas de oro
Los himnos bellos que en solemne coro
En las fiestas se oían
Que al Señor en Sión se dirigían."
¡Pero cómo cantar!-¿Cómo pudiera
Lejos del suelo que nacer le viera
El proscripto cantar?-¡Tierra querida!
Jerusalen amada,
Tesoro de mi amor,-patria adorada;
Si alguna vez para mi propia mengua
La memoria te olvida,
Y puedo hallar consuelo
Apartado de tí bajo otro cielo,
Permite que mi lengua
Sin movimiento quede, y el destino
Alfombre de dolores mi camino;
Y tú, Dios de justicia,
Que conoces del hombre los senderos,
Contempla la malicia
De loe hijos de Edom; de los que fieros
A la patria querida nos robaron
Y cual esclava y mísera colonia
Cautivos nos llevaron
A la antigua, soberbia Babilonia,
Castígalos, Señor, no como el bueno
Goce el malo de dulce bienandanza,
Suene terrible de tu voz el trueno
Y descienda sobre ellos la venganza.

 


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