JUAN CLEMENTE ZENEA


Juan Clemente Zenea, el malogrado patriota y poeta cubano, nació en Bayamo en 1831. Desde muy joven demostró tanto sus disposiciones literarias como sus aspiraciones separatistas. Comenzó su vida de escritor en 1848, publicando en La Prensa, con el seudónimo de "Adolfo de la Azucena," varios artículos y poesías. En 1860 aparecieron en un tomo sus Cantos de la tarde, que anteriormente insertara el periódico Brisas de Cuba. Fué uno de los fundadores de la Revista Habanera, suprimida por orden del Capitán General. Publicó otras obras de valía. De sus versos, se citan como los más notables: Noches tempestuosas, Las sombras, Las tres novias del poeta, El Sepulcro, La lágrima, la oda La América, el canto patriótico En días de esclavitud el romance Á FIDELIA y otras. Su vida política fué agitadísima y desgraciada. Laboró con entusiasmo por la independencia patria, en Cuba y en los Estados Unidos. En la excursión que hizo á la Isla para conferenciar con Céspedes, fué preso, y después de ocho meses de horrible cautiverio en los calabozos de la Caballa, el plomo homicida de los soldados le dejó sin vida en los fosos de la fortaleza.

EL FILIBUSTERO



La tierra en que yo he nacido
que sobre la mar se pierde,
parece por ser tan verde
Niobé de la juventud;
y es en esa misma tierra
donde en apacible calma,
mece sus ramos la palma
anunciando esclavitud.

Yo me alejé de su seno
pobre mártir de las penas.
porque entre tantas cadenas
se enlutaba el corazón;
y con el pecho oprimido
por una mano de hierro,
en la noche del destierro
vine á cumplir mi misión.

Llegué gimiendo á otras playas
advirtiendo en mis congojas,
que comenzaban las hojas
á marchitarse y caer;
y desde entonces el alma
traje de aflicciones viste,
porque es tan triste, ¡tan triste!
ausentarse y no volver....

Yo soñé cuanto era bello
tras un meditar profundo,
establecer en el mundo
el dogma de la igualdad;
y soñaba embebecido
entre esos goces sin nombres,
vincular entre los hombres
la común fraternidad.

Vi el trono del despotismo
sobre cien generaciones,
ostentar sus pabellones
con estúpida altivez:
y el velo republicano
más blanco y puro que un lirio,
con la sangre del martirio
vi salpicado á la vez.

Vi perecer el talento
bajo un afrentoso yugo,
y entre manos del verdugo
agonizar la virtud,
bajó abatido la frente
y entre pesar y vergüenza.
como el bardo de Provenza
Salí á errar con mi laud.

Perdí sin remordimiento
cuanto grato el orbe encierra,
y al dejar aquella tierra
no hallé viento que aspirar.

Y hubiera querido entonces
Cual ave emprender el vuelo,
para remontarme al cielo
sobre el círculo del mar.

Con fiebre de independencia
abandoné mis prisiones,
y en apartadas regiones
la libertad me acogió.

Mas el genio de mis dichas
se desnudó de sus galas,
y levantando las alas
en el éter se perdió.

Quedé solo nuevamente
¡solo! solo en este mundo!...
y con un dolor profundo
compré un divino placer.

Dejé lejos mis amigos,
y entre otras amadas glorias
dejé unas tristes memorias
en un alma de mujer.

Compré el placer de ser libre
al borde de un precipicio,
ofreciendo en sacrificio
angustias del corazón.

Porque luego me brindasen
después de tan duros daños,
espantosos desengaños
la constancia y la pasión.

Yo pensaba en mis delirios
volver al hogar paterno,
y encontrar un gozo eterno
en su asilo celestial:
y tras diez años de ausencia
de estudio y de afán perenne,
posar un beso solemne
en la frente maternal.

Pero un mandarín imbécil
alzó su mano sangrienta
y en medio de una tormenta
el porvenir se nubló:
no me arrepiento de nada
porque náufrago afligido,
al verme solo, perdido
la libertad me salvó.

En vano me llama un pueblo
de déspotas, no de hombres,
aplicándome los nombres
del malvado y del traidor;
y en vano insulta y profana
la santidad del destierro,
mientras lame como un perro
las plantas de su señor.

En vano al tirano evita
que torne al suelo nativo,
y decreta vengativo
alguna barbara ley,
porque tengo por más honra
ser libre "Filibustero"
que ser "pirata negrero"
y torpe esclavo de un rey.

 


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