DEGRADACION
¡Nargue du sot qui meurt pour la patrie!
Béranger
¿A dónde váis, ilusos? ¿Qué delirio
Vuestra débil razón así trastorna?
Queréis trocar la palma del martirio
y ese laurel que vuestra frente adorna,
Ganados ambos con esfuerzo bravo,
Por el yugo afrentoso del esclavo?
¿No véis que véis, imbéciles, corriendo
A vuestra perdición? La red tendida
No véis al pie del precipicio horrendo?
Quién os dará la mano en la caída?
¡ Volved en vos!...Más¡ ay! en vano os llamo
Que sordos al honor no oís mi acento.
Id, pues, las plantas á besar del amo
Que ya os prepara rígido escarmiento.
Id á insultar con vuestra audaz presencia
De la patria infeliz el triste duelo;
Y roto ya de la vergüenza el velo
Aprended de adular la baja ciencia,
Y prestad vuestro brazo al despotismo;
Y cuando á combatir la trompa llame,
Y la bélica fiebre nos inflame,
Y en masa se levante el patriotismo,
La vanguardia ocupad del bando ibero,
Y ardiendo en odio vengativo y fiero
Y herid á vuestros míseros hermanos.
A la afrenta afladid el fratricidio
Y á la patria sumid en llanto eterno:
¿Qué importa este delito á la conciencia
Si una forzada, hipócrita clemencia
La puerta os abre del hogar paterno?
¡Dignos de loa sois! Necio mil veces
Aquel que apura del dolor las heces
Y de alta abnegación el alma llena
Por la miseria patria esclavizada
Rinde en ofrenda la preciosa vida!
¡Perder así la juventud florida,
Trocar por tempestad la paz serena
Cuando el mundo á gozar be lo convida!
¡Trocar el césped de llanura amena
Por la maleza do la espina brota
En pos del vano lauro de patriota!...
¿Qué importa, pues, la dignidad ajada
Si grato y muelle en la natal ribera
Un tálamo de flores os espera
Con cálices de mágico perfume?
¿Qué importa que el autócrata de Cuba
Vuestra serviz con doble yugo abrume
Y ponga la mordaza en vuestro labio,
Si un astuto perdón hijo del miedo,
Basta á borrar el recibido agravio?
¿Qué importa que os señale con el dedo
La severa opinión que no perdona,
Si en cambio de la mancha que os afea
Mostrar podréis do quiera la librea
Del siervo vil que de leal blasona?
Cuando del cielo á la honda tierra bajen
Las sombras de la noche misteriosas,
Y en lecho dormitáis de blandas rosas;
Si acaso algún recuerdo lastimoso
Llega á turbar vuestro falaz reposo;
Si de los bravos mártires la imágen
Terrífica y sangrienta
En lúgubre cadalso se os presenta
Al brillo macilento de la luna;
Si un ay involuntario se os escapa
Del embotado corazón, si alguna
Sútil espina os hiere la conciencia,
Dejad el lecho de engañosas flores,
Y ahogad en el festín y en los amores
El recuerdo y la imágen importuna.
Y si hasta allí penetra en vuestro oído
De la patria doliente algún gemido
Que con los ecos del placer divague,
No á vuestros ojos asoméis el lloro,
Quizá entre brindis báquicos lo apague
De la orquesta el estrépito sonoro.
¡Reid, gozad!...¿Qué importa la cadena
Que entrambos brazos sin piedad os ata?
Reid, gozad, que el deshonor no mata.
¡Oh vilipendio!...lOh colmo de bajeza!
¡En varoniles pechos tal flaqueza!
¿No vale más mostrar el noble seno
De honrosas cicatrices todo lleno
Y en la gloriosa sien liempia guirnalda,
Que no en la frente del ludibrio el mote,
O las cárdenas manchas del azote
Que el látigo descargue en vuestra espalda?
¡Qué presto ingratos al olvido disteis
La sangre de los mártires sagrada
En hórridos suplicios derramada,
Y aquella noble y tan valiosa vida
Por vuestra cara libertad perdida!...
Harto presto en verdad, el ostracismo
Entibió vuestro ardiente patriotismo!
Sin duda en el destierro hallar pensásteis
Cómodo lecho de mullidas plumas
Do reclinar la fatigada frente,
Y opíparos banquetes, áurea opulencia,
No el áspero jergón de la indigencia,
Ni un pan de acíbar empapado en lloro.
Sin duda en vuestro error hallar creísteis
Rivera sin escollo, airea sin brumas,
O lago azul de cándidas espumas
Cisnes de nieve edrar cristal meciendo;
No borrascoso mar siempre rugiente
La nave del proscrito combatiendo;
O acaso reclinado sobre flores
Esperásteis libar en copa de oro
El néctar del placer y loe amores,
No el cáliz de amargura rebosado
Hasta las mismas heces apurado.
Del Gólgota al clamor la incierta ruta
En vuestro ardor patriótico juzgásteis
Breve el camino, fácil la jornada;
Mas ¡ay! no bien al empezar probasteis
La amarga hiel de la mortal cicuta,
Y abrumado de súbito sentisteis
El débil hombro con la cruz pesada
Y visteis con horror ante los ojos
Rudas malezas y ásperos abrojos,
El entusiasmo efímero perdisteis,
Y prefiriendo el yugo vil del siervo
Al duro afán de un ostracismo acerbo,
La cruz al suelo débiles lanzásteis
Y á vuestra humilde condición volvisteis.
¿Y estos tus hijos son, mísera Cuba?
¿Prole tuya es aquesta degradada
Que á consumar tu perdición coadyuva?
No; hijos tuyos no son madre cuitada,
Los que así te abandonan inhumanos
Al furor de tus bárbaros tiranos,
Ni loe que al patrio hogar tímidos vuelven
A que les ate el déspota las manos.
Hijos tuyos no son los que en el cieno
De la degradación se arrastran viles
Como en pantano inmundo los reptiles.
Hijos tuyos no son esos bastardos
Que asestan sin piedad contra tu seno
De negra ingratitud los crueles dardos.
Tus legítimos hijos son aquellos
Que arrostrar han sabido los rigores
Del áspero destierro entre dolores,
Y nunca han doblegado ante el tirano
Cual torpes siervos los altivos cuellos.
Tus buenos hijos son, ¡oh madre cara!
Los que en las filas del honor militan,
Y al verte atada con furor se agitan,
Y ardientes han jurado al pie del ara
Vengar con sangre tu afrentoso agravio,
Y arrancar la mordaza de tu labio,
Y á despecho del déspota execrable
Romper con brazo fuerte tus cadenas
Y dar felice término á tus penas.
Cuando tan fausta aurora á Cuba alumbre,
Y arrojando la túnica de duelo
Y el yugo de tu odiosa servidumbre
Alces la frente con orgullo al cielo,
Y llena de placer batas las palmas
Y se ensanchen de gozo nuestras almas:
Cuando al golpe mortal que descarguemos
Tinto en su sangre el opresor sucumba,
Y de los barras las alegres voces
Cual roncos truenos los espacios llenen,
Y al despertar los mártires resuenen
De ciprés en ciprés, de tumba en tumba;
Cuando á tus buenos hijos abrazada
A Dios bendigas por el bien que goces,
¡Oh! no permitas, no, madre ultrajada,
Que los cobardes hijos que te afrentan
Y tus hondas heridas ensangrienten,
A tí se acerquen con fingido halago:
Recházalos de ti con fiero enojo
Y diles con dolor en tu sonrojo:
"Huye lejos de mí, prole maldita:
Con lágrimas y sangre está en mi mente
negra historia de tu infamia escrita.
El sér te di benéfica, y en pago
Me diste aleve cáliz de veneno
Y espinas añadistes á mi frente.
¡ Víboras engendré para que el seno
Cual fieros escorpiones me rasgaran!
Cuando esclava infeliz mústia gemía
Bajo el rigor del látigo encorvada
E imploraba piedad con la mirada,
¿Acaso de mi cuello arrebataste
Con noble esfuerzo la coyunda impía?
¿Tú brazo en la árdua lucha me prestaste?
¿Mis esposas intrépido rompiste?
¿Secó tu mano mi copioso llanto?
No, que mis penas al olvido diste
Y sola, encadenada me dejaste.
Si ayer venderme pérfido pudiste,
Hoy que el cielo y la tierra te rechazan
No esperes que te abrigue con mi manto,
Huye, tu infanda acción me inspira espanto:
Roto el vínculo está que á tí me unía:
No turbe nuestro gozo tu presencia
Ni insultes con tu faz la luz del día,
Ni implores tu perdón ni mi clemencia,
Ni madre en tu congoja me apellides
Porque no quiero título de madre
Del hijo infame del infame padre!