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PEDRO ANGEL CASTELLON
Pedro Angel Castellón fué un poeta y escritor
de gran erudición, que si no brilló más en
el mundo de las letras, debióse á su excesiva
modestia y á su despego por las glorias literarias.
En diversas publicaciones periódicas
de su época aparecieron sus artículos y poesías.
Colaboró en El Artista en 1848 y más tarde, en
1857, redactó en Nueva York, junto con Quintero,
Zenea, Santacilia, Turla y Tolón, El
laud del desterrado. Joven aun sorprendióle la
muerte en los Estados Unidos.
No existe retrato de este poeta.
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A CUBA
EN LA MUERTE DE VARELA.
Abierta estaba la profunda herida
que al corazón de muerte amenazaba,
y el hierro del dolor emponzoñado
vuelve otra vez á ensangrentarse en ella.
¡Oh Cuba! ¡oh patria! el sacrificio horrendo
del gran Narciso consumarse viste,
y el iris que en tu frente sin mancilla
era un reflejo de su invicta espada,
con tu esperanza se nubló en mal hora.
¡Golpe fatal! en tu amargura extrema
tus pesadas cadenas arrastrando,
el último pensabas que sería,
más ¡ay desventurada! llora, llora;
no hay piedad para tí, Varela ha muerto.
Murió tu dulce nombre murmurando,
murió sin ver tus grillos quebrantados;
pensó dejarte para siempre libre,
y te deja cual nunca esclavizada:
pensó entregarte sus mortales restos
y sin besar la arena de tus playas
murió rejos de tí, proscripto, errante.
¡Oh! ¡cuánta gloria debes á su nombre!
de su ciencia la fúlgida lumbrera
un lauro y ciento y mil cift6 á tu frente,
con ella te ilustró, también con ella
la fuente de sus lágrimas secaron
el huérfano, la viuda, el mendicante.
¿Qué sabio entre tus hijos predilectos
no le debe la ciencia que atesora?
¿qué alumno del santuario de Minerva
no bebe la verdad en tus doctrinas?
él es el polo del imán de todos,
todos arroyos son de un mismo río.
De su saber el fruto bendecido
al alivio del prójimo doliente
piadoso consagró; mas no bastaba
para saciar su sed de beneficios
otorgar el favor solicitado,
que su piedad ardiente desbordada
llagados corazones sin consuelo
donde verterla pródigo buscaba,
porque él era la luz en las tinieblas,
el vínculo entre Dios y los mortales.
Su caridad, su ciencia y patriotismo
eran efecto y causa á un mismo tiempo,
que en una sola llama se inflamaban
su alma, su corazón, su inteligencia.
¿Quién de tantas virtudes admirables
pudo encerrar jamás mayor tesoro?
¿qué mano fué más digna que la suya
de alzar bajo tu cielo refulgente
en el altar la hostia consagrada?
Mientras otros ministros de la iglesia
de la misa en el santo sacrificio,
sus ruegos levantaban por los reyes,
él de su corazón ardiente y puro
los suyos generosos elevaba
por tu dicha, tu honor, tu independencia.
Aquellos en la cátedra del templo
armados de sofismas miserables
para exhortar al pueblo al servilismo,
mil veces en furor se desataron
por oombatir de libertad la idea,
y él noble y fervoroso predicaba
de la Igualdad el dogma sacrosanto
con la dulce moral del Evangelio;
mas esos que profanan sin conciencia
la sagrada misión del sacerdocio,
esos son para mengua de ellos mismos,
no ministros de Dios, sí del tirano.
¡Oh Cuba! ¡oh patria mía! si los cielos
así como te hicieron tan hermosa
en grado igual feliz te hubiesen hecho,
en cuanto alumbra el sol de polo á polo
no hubiera otra región cual tú dichosa.
Mas ¡ay! que quiso tu contraria estrella
que esa feroz España filicida
como el tigré en el cándido cordero
clavase en tí sus garras carniceras
en pago del tesoro que en sus arcas
ávidas cual vorágines derramas,
luto y desolación te vuelve solo.
¡Y osa la cruel llamarse madre tuya!
¡tu madre! nó: tu pérfida madrastra!
degradación y oprobio es su citrino,
su protección la sórdida avaricia,
su principio vital el oro y sangre
en su vil pabellón simbolizados,
sus leyes bayonetas y cationes,
el terror su brutal filosofía...
Y murió y al morir sus ojos vieron
brotar la sangre por tus mil heridas
y abrirse el cielo para darle entrada,
y oyeron sus oídos juntamente
el fúnebre rumor de tus prisiones
y el armonioso canto del Empíreo.
Una lágrima pura, silenciosa,
del sentimiento la expresión postrera
humedeció su pálida mejilla,
fué que al Eterno revelarle plugo .
en el supremo instante de la muerte,
el misterioso arcano de los cielos
que guarda los destinos de la tierra.
¿Era gozo ó dolor lo que sentía?
aquella gota solitaria y trémula
que brotó con el último suspiro,
con el último á Dios que te dijera
fué lágrima de amor, sublime, santo,
de esperanza, de fe, de patriotismo.
Y tu varon preclaro y generoso
que su postrer mirada recibiste,
que sus ojos cerraste acongojado,
conserva sus reliquias venerandas,
que Cuba en su dolor te las confía.
Tú fuiste el compañero inseparable
de sus últimas horas de amargura,
tú debes conservarla mientras ella
pueda ofrecerle en su rasgado seno
entre flores un lecho y una palma.
Venerable pastor de los cristianos
que honras con tu virtud la culta Francia,
Aubrie piadoso, de amistad ejemplo,
gracias te rinde en nombre de la Patria,
un proscripto infeliz que en tierra extraña
sufre cual él sufrió la desventura.
¡Oh! no permita el cielo, dulce Cuba
que me sorprenda el golpe de la muerte
lejos de tus campiñas deliciosas.
Yo quiero que al quebrarse mi existencia,
la luz postrera que mis ojos miren,
la misma sea que brilló en mi frente
cuando anunció mi llanto que nacía:
quiero volverte el sér que tu me diste:
quiero el sepulcro donde está mi cuna.
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