¡Vencido!
Tanto he luchado en la mundana liza,
que rota está en el polvo mi armadura:
¡adversario tenaz es la amargura
y la miseria una feroz nodriza!
Toda esperanza en mi nace enfermiza,
como flor en desierta sepultura,
y es porque se me niega la ternura
que al espíritu muerto galvaniza.
Dios, de mis pesadumbres es testigo,
Dios, que me oye quejar, quejar en vano,
sabiendo que le adoro y le bendigo;
y que no ignora que en hallar me afano,
¡para el placer, un corazón amigo!
¡para el dolor, un corazón hermano!
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