Tus Cartas
No me las pidas, ¡no! porque bien sabes
que siempre conservarlas fué mi afán:
¡no esperes nunca que á tus manos vuelvan,
pues conmigo al sepulcro bajarán!
En ningún tiempo arrebatarme intentes
tus cartas, que temblando recibí ..... .
¡ No puedo devolvértelas, no puedo!
¡Tú me conoces bien, como yo á tí!
¡Oh! ¡Si algún día á los extraños dejo
tus cartas amantísimas leer,
pensarán que algún ángel las ha escrito,
no pensarán que ha sido una mujer!
En mis instantes de dolor, las cuento
como cuenta el avaro su caudal:
¡son ellas cual violetas, perfumando
las páginas ocultas de un misal!
¡Con una cinta azul las tengo atadas!
Con ellas haré frente al porvenir,
como hace frente el capitán experto
á la tormenta próxima á rugir.
Poseyendo tus cartas, imagino
que dueño soy de un amuleto fiel .....
¡Cuando las llevo encima, me parece
que aun me queman tus ósculos la piel! .....
Otros tienen tesoros fabulosos
y yo tengo tus cartas nada más:
tú eres buena, eres justa ...... ¡fuiste mía!
y nunca arrebatármelas podrás.
¡Hace ya tanto tiempo, tanto tiempo
que las llevo conmigo por doquier,
que son como pedazos de mi vida,
como átomos visibles de mi sér!
y luego tú no sabes ...... ¡tú no sabes
que en medio de mi amargo frenesí,
yo sé que tu al pensar en esas cartas
forzosamente has de pensar en mi!
No me las pidas, ¡no! porque no ignoras
que siempre conservarlas fué mi afán;
¡no esperes nunca que á tus manos vuelvan,
pues conmigo al sepulcro bajarán!
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