Sobre el Escudo
A Manuel Sobrado:
Ahí vienen, los que ufanos y contentos
volaron al combate
al sentir de sus nobles pensamientos
el agudo y patriótico acicate,
dando la espalda á la ciudad querida
y con la frente erguida;
buscando otro horizonte,
como el cóndor la cúspide atrevida,
fueron al agrio, impenetrable monte,
á dar la muerte ó á perder la vida!
Ahí vienen, sí, los que en su afán creciente mostrando
el pecho á la legión contraria,
sintieron, como un ósculo en su frente,
el fulgor de la “estrella solitaria,”
ese fulgor que baja hasta la huesa
donde yacen los héroes ignorados,
y parece que besa
tantos despojos yertos y olvidados;
sobre los cuales de extender no cesa
¡la tosca cruz de pino!
sus brazos adorados,
-quizás en busca de invisibles cuellos; como
si allí, con ellos,
y en mitad del selvático camino,
quisiera proteger á los soldados,
mártires del deber y del destino ! ......
Ah{ vienen, sí, pero causando asombros
como templo magnífico hecho escombros!
Al buscarlos ansiosas las miradas
ven que llegan en hombros
de los que eran ayer sus camaradas.
i Venid, venid a confortar mi pecho
antiguas sensaciones delicadas
de una amistad que alimentó el cariño
en cordiales, en íntimas veladas ! ......
En aquel ataúd, como en su lecho,
yace un joven patriota ...... Cuando niño
se sentó en mis rodillas,
y hoy lo miro pasar, tras breve plazo,
húmedas por el llanto mis mejillas,
mientras la caja que lo encierra, ciño
con un mental, interminable abrazo!
Su muerte supe en extranjero suelo,
y al enterarme allí de la noticia,
fijé la vista en el azul del cielo,
feliz de hallar en mi ferviente anhelo
para el amigo esa postrer caricia ......
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