Mis Noches
A Nicolás Heredia.
Sólo, en mi gabinete de trabajo,
lejos de la ciudad y su ruido.
por el país de los ensueños viajo,
como la luz, la nube y el sonido,
y la plegaria, que naciendo abajo,
al cielo sube á calentar su nido!
Tengo sobre la mesa la herramienta;
y émulo del tenaz picapedrero,
por más que nadie trabajar me sienta,
hago surcos extensos cuando quiero,
lo mismo en la montaña corpulenta,
que en la triste y oscura galería
donde, el pobre minero
adiós le dice al resplandor del día.
Trabajo alegre, mientras otros duermen!
La inspiración de noche centellea:
debajo de la tierra estalla el germen
y en el cerebro la esplendente idea,
y aunque haya pensamientos que me enfermen
yo sé que sólo el sufrimiento crea!
Desde el techo una lámpara ilumina
mi ansiosa faz y mi cabeza ardiente,
y sobre mí la inspiración se inclina,
haciéndome caricias en la frente
con su mano divina,
hecha para besarla en el ambiente
el sensible mortal que la imagina ......
Por la ventana abierta
el céfiro mis sienes embalsama:
mi musa se despierta,
y me levanto para abrir la puerta
al séquito de versos que me llama,
y que después que á conquistarme acierta,
sobre el terso papel se desparrama! ......
¡Ya estoy entre mis libros favoritos,
como el creyente en el altar! Afuera
se escuchan los apóstrofes y gritos
de la turba procaz y vocinglera,
que deja su virtud en los garitos,
como una corza al pié de una pantera ! ......
Y hablo, al llegar la noche, con Homero,
el épico cantor, que fué mendigo;
con Horacio, el alegre compañero;
y hablo con Dante, el excelente amigo,
que hizo sus versos con buril de acero!
Le hablo á Shakespeare: el buzo
que el fondo vió del corazón humano;
apoyándome en él, no sólo cruzo
de las viles miserias el pantano,
sino que el pensamiento desmenuzo,
como la entraña enferma el cirujano! .....
Aquí me espera el inmortal Cervantes
con su amarga y eterna carcajada;
Musset con sus estrofas sollozantes
y Goethe con su impertérrita mirada!
Aquí está Byron con su faz hermosa;
Víctor Hugo -¡el titán del pensamiento!-
Becquer, con su sonrisa dolorosa,
y Enrique Heine con su mordaz acento;
Zola, como un cordial, me vigoriza;
con su gracia, Daudet, me infunde calma;
D'Anumzio me avasalla y esclaviza:
¡y es Kempis quien esparce la ceniza
que suele amontonárseme en el alma!
Detengo aquí los ojos en Heredia,
que á los bordes del Niágara se asoma,
y allí entre el cielo y el abismo, media;
y Plácido me mira y se desploma
impávido al final de su tragedia,
como el titán á quien la muerte doma.
Balzac, Gauthier, y Schiller y Zenea;
surgen en la legión de predilectos
que me animan á entrar en la pelea.
do sólo vencen los que son selectos! .....
Ahí tenéis mis amigos adorados,
que me reciben con la faz radiante,
como el sol en los bosques ignorados
recibe al invencible caminante.
y vivo en su gloriosa compañía,
escuchando la música lejana
que resuena en sus obras todavía,
hasta que á misa toca la campana,
y á ellos unido en provechosa orgía
me sorprende la luz de la mañana!
¡Mis noches!...... -Las más bellas,
las mejores acaso,
las que yo nunca olvido- son aquellas
que entre mis fieles camaradas paso!......
¡Como Musset -que hoy mora en las estrellas,-
bebiendo, alegre, en mi pequeño vaso!
Cuando, cual furias lívidas y hurañas,
me asaltan y atropellan las congojas
y hacen temblar el llanto en mis pestañas;
de mis libros refúgiome en las hojas,
como un anacoreta en las montañas.
y cuando el sueño á dominarme empieza,
encima de las páginas doblego
vencido, la cabeza:
con noble y melancólica tristeza
nunca les digo adiós, sino hasta luego.
Sé que al sepulcro bajaré algún día,
dejando solos á mis libros bellos,
como el ave, al morir, deja su cría .....
Mas, tal vez de la luna á los destellos,
pueda entonces mi sombra todavía
ir por la noche á platicar con ellos!
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