La Poesía
A Diwaldo Salom.
Soy dueño de una próvida cantera,
de la que extraigo cada vez que quiero,
diamantes con más brillo que un lucero
y más claros que el agua en la ribera.
No es ensueño, delirio, ni quimera:
con el oro que guardo, considero
que pudiera inundar al mundo entero,
y levantarle al mar una barrera.
¡Dios me lo ha dado! ¡Ese tesoro es mío!
-¿Dónde está, preguntáis?- ¡Está en mi frente!
¡Como las perlas en el mar sombrío,
el perfume sutil en el ambiente,
en las nubes las gotas de rocío
y la luz en el sol resplandeciente!
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