La Esclava


Cuando siendo yo niño despertaba
presa de tormentosa pesadilla,
sentándose á mi lado en una silla,
con su voz melodiosa me arrullaba.

Caridad -bien me acuerdo- se llamaba!
Obediente, simpática y sencilla,
de mi paterno hogar, desde chiquilla,
fué más bien una amiga que una esclava.

Fué de otro dueño y se alejó temblando:
hoy ¿qué será de la infeliz aquella,
misero ejemplo de rigor nefando!

Tal vez, anciana y triste, se querella ......
¡Perdonad me, por Dios, si estoy llorando
en este instante, mientras pienso en ella!