Job
A Tomás Santamarina.
Hay una voz que clama en el desierto:
-¿quién se lamenta?- ¡Job!
En sus lamentaciones interroga
nada menos que á Dios!
"¿Por qué, si te amo tanto, me condenas
á perpétuo dolor?
¿Por qué, si no blasfemo, ni te insulto,
no escuchas mi oración?
En este estercolero en que me agito
en tí pensando estoy:
¡Ay! ¡Ten piedad de mí, misericordia!
¡Ten de mí compasión!
El más desventurado de tus siervos
me considero yo:
¡no tengo nada más que mi pobreza;
pero es tuyo mi amor¡ .....
¿Cómo tú, siendo grande, Omnipotente,
siendo mi creador,
te truecas en verdugo de un humilde
insecto como yo?
¡Yo soy luz de los ciegos! ¡ Del mendigo
el báculo yo soy!
¡Curo al enfermo, abrigo á los desnudos,
presto mi habitación! .....
Si en mi sacias tus iras de ese modo,
¿quién es entonces Dios?
¿Dónde está su grandeza incomparable?
¿Dónde su compasión?
-¡Humíllate!- me dicen mis amigos,
tu soberbia es atroz!
Dios no comete nunca iniquidades,
porque El es todo amor ......
¡y yo les digo que no tengo culpas
para pedir perdón!
¡Limpio estoy del más mínimo pecado,
puro como una flor!
Es un monstruo -sin duda- ¡la Injusticia!
quien de mi viene en pos,
y entre sus garras pérfidas me oprime
con júbilo feroz."
¡Ay! Este grito es el del niño enfermo,
el del árbol sin sol,
es el de la paloma que adivina
al atrevido halcón;
Es Sócrates bebiendo la cicuta;
en su oscura prisión
el Manco de Lepanto; en su calvario,
es el Hijo de Dios!
En el Circo, los mártires muriendo
delante de Nerón;
es la enfermiza humanidad, clavada
al poste del dolor!
¡Ay! Como nadie respondió á sus ayes,
arrepentido Job,
se puso á ver bailar sobre su lepra
los átomos del sol! .....
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