Lira y Espada *
La transformación que ha experimentado el
espíritu de Byrne, es la provocada en el
país por el levantamiento del 24 de Febrero.
Las musas cubanas, al eclipsarse con el
Pacto del Zanjón el ideal que tuvo por Tirteo á
José María Heredia, sólo abrían un horizonte
reducido, y el poeta era el hombre más que el
ciudadano. La atmósfera política, serena y enervante,
dilataba su influjo en el ambiente literario.
La poesía era un tema de significación puramente individual.
La aspiración autonomista,
predominante en esos días, no era muy artística
por lo mismo que intentaba ser muy práctica.
Esa idea entraba bien en la cabeza, pero no llegaba al corazón, y ahí donde el corazón no se interesa el arte no florece.
(*) Artículo publicado en el número de la Hoja
del sábado de Patria, correspondiente al día 6 de
Abril de 1901.
Byrne fué entonces un poeta subjetivo que cantó
sus ilusiones en versos exquisitos, muy bellos
en su forma é impregnados de suavísimos perfumes.
En vísperas de la crisis colonial, tuvo la
suya y halló por exponente la extraña colección
que publicó por esos días con el título de Excéntricas,
paréntesis de un alma sin rumbo ni timón.
Mas á poco resuena el grito redentor, y en un
instante trágico, cuando el general Martínez
Campos decretó el suplicio de Mujica, el poeta
matancero, indignado y febril, escribió su célebre
soneto que corrió manuscrito, de uno á otro
extremo de la Isla. Byrne halló entonces su camino,
emigró al extranjero y fué, desde esa hora,
el poeta de la guerra.
Tal título le dí al trazar los conceptos que anteceden,
en New York, para el número de Cuba y
América de primero de Noviembre de1897, y á
fin de puntualizar aun más la metamórfosis,
transcribí el final de su soneto al pintor Armando
Menocal:
Hoy el verso palpita en la metralla,
en el cañón está. la sinfonía
y el cuadro en nuestros campos de batalla.
Hechos posteriores han venido á confirmar el
parecer que, á guisa de presentimiento, expuse
entonces. Hoy cuando se habla del autor de
Excéntricas y Efigies, se le suele aplicar el nombre
con que yo le bauticé. La colección Lira y
Espada que se imprime en estos días, será otra
prueba de la interesante evolución que ha dado
á Cuba un continuador de Heredia y de Quintero,
en el mismo que antes era un simple legatario
de Milanés y Juan Clemente.
Grande es la impresión que ha causado en mi
espíritu la lectura de las composiciones que figuran
en el libro. Mas no oculto, porque me esmero
cuanto puedo en respetar como se debe el ejercicio
honrado de la crítica, que hay también en
esa obra los defectos observados en las producciones anteriores de su autor. Byrne, á mi juicio
demuestra cierta flojedad é inconsistencia, algo
así como cansancio que procede de la pronunciada
languidez de su natural temperamento. Nunca
atina á ser vehemente y aun en sus versos de carácter
guerrero, se advierte este fenómeno, que
al responder á su organismo ha pasado fácilmente
á sus poesías. Así suspira cuando debe rugir
y pone agua de rosas en lugares que piden sangre
roja y humeante. Muchas veces, como si no
estuviera satisfecho de la primitiva pincelada,
escribe cuatro ó seis estrofas con el mismo pensamiento, aunque siempre con variedad de imágenes y formas. Cualquiera de ellas vale tanto como las que la anteceden ó la siguen, pero nada
añaden al concepto que se inicia en la primera.
Sin embargo, si sus defectos son los mismos, las
bellezas que prodiga en la nueva colección aumentarán
notablemente la fama que ha adquirido.
Observo, por lo pronto, que su instinto poético
se ha afinado de un modo sorprendente: Tiene
ahora el dominio absoluto de la rima y es una
especialidad como versificador experto é intachable.
Tal parece que ha escrito sus poesías
para flautas y violines. De otro lado, la revolución
cubana encuentra en Byrne su intérprete
más fiel, su cantor más sincero y armonioso. Y
debo hacer notar un aspecto que avalora aún
más el libro, en cuanto ha logrado substraerlo
á la monótona "manera" que impone siempre
la subordinación al mismo asunto. Para ello, como
el incomparable Béranger, ha mezclado hábilmente
las poesías patrióticas con aquellas que
responden á otro orden de ideas y sentimientos;
y aún en las primeras ha dejado lo concreto por
lo abstracto, ha sacrificado -con leyes excepciones-
el caudillo á la idea, al revés de lo que
hizo en sus Efigies, donde cada uno de los héroes
halla su hoja de laurel y cada uno de los
mártires encuentra su epitafio. La gloria anónima, el esfuerzo colectivo, el soldado sin nombre
ni aureola, el machete como agente simbólico del drama y el audaz cabecilla, como signo.
común de hazañas inauditas, que después encarnamos
en Gómez y Maceo, en Zayás y Aranguren
-aunque el poeta no lo diga- he aquí los temas
más salientes de la obra.
Hay que añadir también otra nota expresiva
y simpática, que el poeta matancero no escatima.
Byrne es un optimista; siente su ideal; cree
profundamente en su eficacia y lo canta con una
sinceridad consoladora. Ruiseñor solitario en
estos días de dudas angustiosas y desoladores
pesimismos, sus trinos melodiosos penetran en
el alma como una música divina, como un eco
celeste que atraviesa las sombras y extremece
de júbilo nuestras fibras atrofiadas por la duda.
Cuando flaquea, como sucede en estos rasgo.
que parecen modelados en el taller de Núñez de
Arce:
Aunque la rama se retuerza y cruja;
Su fruto al árbol con placer hurtamos,
Aunque la mar alborotada ruja
Su colérico embate desafiamos......
Parece que una mano nos empuja
y que al abismo en derechura vamos;
inmediatamente halla en su fé profunda y arraigada consuelo á sus tristezas personales ó patrióticas, y así exclama reaccionando:
¿Dónde vamos? No se...... ¿Qué nos espera?
Eso lo sabe Dios, que nada ignora
Desde su solio en la celeste esfera.
Mas tengo una ilusión consoladora,
¡Los que estamos al pie de, la bandera
Aun podemos alzarla vencedora!
Lira y Espada es un progreso indiscutible en la
labor: de Bonifacio Byrne, y, á la vez, un suceso
excepcional en nuestro microscópico mundo literario;
donde hay apenas quien se consagre con
seriedad y verdadera vocación al arte ilustre de
Tula y de Zenea. Por eso su figura se destaca
con enérgico relieve y más desde que el autor de
un ramo de violetas ha dejado la cruz de la poesía.
por la cruz del socialismo.
NICOLÁS HEREDIA.
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