El Huerfanito
A jugar comenzaron los niños
de contento y de júbilo llenos,
la sonrisa vagaba en sus labios
rosados y frescos.
Con los ojos chispeantes y alegres
por mi lado cruzaban lijeros,
y la brisa al pasar agitaba
sus blondos cabellos.
Entre tantos querubes vi uno
que apartado hasta entonces del juego,
en profunda abstracción, su mirada
fijaba en el cielo.
¡Yo no sé lo que vi en su semblante
que llevó la tristeza á mi pecho!
¡Yo no sé qué terrible elocuencia
hallé en su silencio!
Conmovido hasta el fondo del alma
vi su traje,-su traje era negro,-
y pensé con tristeza indecible
que el niño era huérfano.
Acerquéme al lugar en que estaba,
y dejando en sus labios un beso,
por el ser que nos mece en la cuna
le hablé con misterio .....
¡Ay! Entonces con voz quejumbrosa
contemplándome, dijo: -Está. lejos!
y un sollozo, hasta allí sofocado,
surgió de su pecho.
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Fatigados del juego los niños
desbandáronse todos y huyeron;
y uno solo siguió con la vista
clavada en el cielo.
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