De Noche
Galopaban las nubes en el cielo
En su corcel fantástico y fugaz,
y, lívida deidad que se alza el velo,
la luna, á los que gimen sin consuelo,
dejaba ver su alabastrina faz.
En el vergel las rosas desmayadas
de la aurora acordábanse al morir,
y las hojas del árbol arrancadas
giraban en el aire desoladas
el beso de la ráfaga al sentir.
El viento con su ronco vocerío,
despertaba los niños al pasar,
y empuñando su látigo sombrío,
fustigaba colérico el vacío,
la baja tierra y el profundo mar.
Yen tanto, yo pensaba en los desiertos
donde el charal celebra su festín,
en las barcas distantes de los puertos,
en los hogares pobres, en los muertos,
y en mis tristezas que no tienen fin!
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