Con los Buenos
Cuando para los pueblos generosos
que por su redención han combatido,
se cubre el cielo de tinieblas hórridas,
y sienten el extraño escalofrío
que corre por la piel, al encontrarnos
en espera de un próximo peligro;
cuando flota la duda en el ambiente
cual la neblina en los agudos riscos,
ó cual negro pendón, que en lontananza
despliegan en señal de desafío
las legiones famélicas, surgiendo
como el grisou, del fondo del abismo;
entonces, más que nunca, es necesario,
cediendo todos á un vital instinto,
que abramos nuestro pecho á la esperanza
como el candor el ala en el vacío,
y que sepamos congregarnos luego
en torno de los épicos caudi1los ....
Abramos nuestros brazos á los héroes,
como Pericles, íntegros y dignos;
abramos nuestros brazos á los buenos,
á todos los patriotas que han sabido,
lo mismo en el recinto amurallado
que en la campiña mantenerse altivos.
Los que dieron su sangre por la patria,
los que, sin inmutarse, el sacrificio
hicieron, de su hacienda y sus afectos
-¡los más santos, más puros y más íntimos!-
Tienen el privilegio de mostrarnos
el que ha de ser nuestro mejor camino.
Los que fueron del déspota lacayos
no deben, no, salir de su mutismo:
¡quédense arrodillados los que nunca
tuvieron fe, ni en Dios, ni en el Destino!
i Eunucos de la patria, entre la sombra
vivirán, cual la sierpe en su escondrijo!
¿Es preciso luchar? ¡Pues que ninguno
retroceda en el áspero camino!
Unámonos, al modo que en la selva
los viajeros, al verse sorprendidos
por las fieras salvajes, que los miran
sin que puedan saciar sus apetitos!
No acompaña á los débiles el triunfo,
sino á los que persiguen el peligro;
á los que saben desafiar la muerte
pasando por encima de un abismo,
sobre el cual no hay más puente que un cabello,
ni asidero más próximo que un hilo ....
Tengamos esperanza en nuestros hombres,
tengamos fe en los nuestros -¡en los míos!-
que si no resultasen victoriosos
en el combate á donde van tranquilos,
¡ellos no habrán de ser los miserables,
ellos no habrán de ser los asesinos!
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