Nueva York, Marzo 12 de 1886
Señor Director de La Nación:
Este acontecimiento, que llena aquí ahora los aires, ha dejado un tanto en la sombra los debates del Senado sobre el proyecto de exigir al Presidente que explique las razones de cada una de las vacantes de empleos que ha ido creando, y de los nombramientos con que las ha ocupado. La Constitución manda al Presidente que someta al Senado los documentos que éste le pide sobre remoción y nombramientos de empleos; pero no que le dé cuenta de sus razones, porque ya esto no sería tener el derecho que la Constitución le reserva, de remover y nombrar. El Senado sólo tiene derecho constitucional a , confirmar o rechazar los nombramientos del Presidente, y a examinarlos para actuar a sabiendas sobre ellos. Pero se quería escandalizar, aterrorizar a Cleveland, forzarlo- a confesar que él también ha dado empleos en pago de servicios políticos. Cleveland no se aterroriza, y se niega a ceder su prerrogativa al Senado que no ve cómo salir del lance. Pero ¡qué cartas se han leído a propósito de esto! ¡qué abyecta se vuelve por el pan fácil la persona oficinesca! ¡cómo quiebra la honré la larga posesión de un beneficio público! ¡cómo debilita la costumbre de los empleos la energía de los hombres! "¡No me saque de mí puesto, señor,-decía uno de estos menguados al Presidente-que por lo mismo que me tienen por republicano, yo serviré mejor a los demócratas!"-Si no estuviesen, a la verdad, cerca de un Presidente de República, caballeros como Lamar y Bayard, sería cosa de que el Presidente llegase a creer que esta tierra es un gran pudridero. Bayard izo: ahora le respetan en su gran aflicción amigos y enemigos. Perdió a su hija, que ponía toda el alma en ser atenta, y sabía cosas serias, y fue generosa, y era vehemente en sus afectos, y ¡murió de todas esas enfermedades! Sobre la hija, murió la madre, que se miraba en ella; y .el hombre afligido, que lo está de veras, no desertó su puesto público, sino que aún encuentra en su corazón roto fuerzas para cumplir con su deber. ¡En la hora de la vejez, írsele a la tumba la casa!
Hormiguean, como siempre, los hechos menores. Todo un pueblo japonés trabaja en sus industrias en un circo; se les ve tejer, pintar, peinar, bordar, teñir, cocer la porcelana. Las óperas de Wagner, aderezadas con grandísima riqueza, tienen lleno el teatro.-Un actor de poca nariz y buena fama, Lawrence Barret, representa con trajes brillantes el Hernani. Unos quieren que haya aquí un Westminster, donde en la casa de la religión nacional se sepulten los grandes muertos: otros, sacerdotes por cierto, sugieren que sea un Walhalla, donde no haya culto religioso alguno, por tenerlos este país todos, sino una casa libre para los muertos nacionales: los más están porque no haya Walhalla, ni Westminster, sino porque cada héroe repose en paz donde el corazón le llamó en vida, con lo que, en este pueblo tan grande, no habrá lugar a celos, ni se separará tanto el muerto del lugar que le era grato.
Los escritores de más nota se juntan para pedir que se ajuste al ¡in entre Inglaterra y los Estados Unidos, un tratado mutuo de propiedad literaria, porque no es justo, como dice Mark Twain, que el que inventa un nuevo ojo de aguja pueda perseguir por sobre toda la tierra al que le robe los provechos de su invención, y el que de padecer o de observar, saca una verdad moral o física al mundo, o una obra que lo deleita y maravilla, sea robado de sus provechos en Inglaterra, por el delito de escribir en los Estados Unidos.
La legislatura de Nueva York, azuzada por la queja pública, trata de saber si fue por acaso entre los miembros del ayuntamiento neoyorquino donde cayeron unos millones de pesos que aparecen gastados por la empresa de tranvías de Broadway, cuando los libros rezan que sólo unos $160.000 se gastaron en el camino, lo cual parece confirmar la opinión de que el resto hasta unos tres millones, fue distribuido entre los munícipes y demás caballeros para obtener en una sesión apresurada de última hora, la suspirada franquicia de establecer "por 1,000 años" un tranvía en Broadway. Un gremio de tipógrafos multa a un periódico en $50 por cada semana que tarde en despedir de sus talleres, a los cajistas de otro gremio que hoy lo ocupan.-Francis Ellinwood Abbot que piensa hondamente, delinea con mano segura en un libro notable: "El teísmo científico"-los contornos, cada día más claros, de aquella espaciosa religión venidera que va saliendo a voces, cada vez con más bríos del conocimiento científico del mundo. Y señoras muy cultas, una de las cuales ha desenterrado ruinas en Ajircatan en traje de hombre y habla lenguas indias, se han reunido, en virtud de que acá no hay la noble ley que da a la esposa la mitad de las ganancias del matrimonio, para discutir la justicia de esta proposición: "el marido debe pagar a la mujer un salario semanal por los trabajos de la casa". ¿Dónde estará el aroma de las rosas?
JOSÉ MARTÍ
La Nación. Buenos Aires, 1 de abril de 1886