Patria y Mujer

	Otra vez en mi vida el importuno
	Suspiro del amor, cual si cupiera,
	Triste la patria, pensamiento alguno
	Que al patrio suelo en lágrimas no fuera!

	¡Otra vez el convite enamorado
	De un seno de mujer, nido de perlas,
	Bajo blonda sutil aprisionado
	Que las enseña más con recogerlas!

	¡De nuevo el pecho que el amor levanta
	De suave afán y de promesas lleno,
	De nuevo resbalando en la garganta
	Ondas de nácar sobre el níveo seno!

	Y ¿,con qué corazón, mujer sencilla,
	Esperas tú que mi dolor te quiera?
	Podrá encender tu beso mi mejilla,
	Pero lejos de aquí mi alma me espera.

	Dolor de patria este dolor se nombra;
	Cuerpo soy yo que mi orfandad paseo:
	Reflejo, cárcel, vestidura, sombra,
	De un alma esquiva fatigado arreo.

	Miente mi labio si se acerca al tuyo;
	Mienten mis ojos si de amor te miran;
	De mujeril amor mis fuerzas huyo;
	En incorpórea agitación se inspiran.

	Amo yo más el árbol que sombrea
	La tumba incierta del guerrero hermano,
	Que ese nido de perlas que hermosea
	Blonda más débil que tu amor liviano.

	Allá, cuando se muere, todavía
	Vive el que yace abandonado y muerto;
	Le habla la tierra que lo cubre; el día
	le dice los murmullos del desierto.

	Le cuenta el triunfo de la patria amada;
	Le habla del brillo de la patria estrella;
	Y cubierto de tierra aprisionada,
	Se siente el muerto palpitar bajo ella.

	Que el patrio amor las piedras abrillanta,
	La tierra anima, el tronco añoso mueve,
	Por agua pisa, a Lázaro levanta,
	Y sombras y cadáveres conmueve.

	La vida es inmortal: allí se acaba
	El cuerpo que luchó por patria y gloria,
	Y el vivo que se va, vivo se graba
	De la adorada patria en la memoria.

	Y brillarán los soles de fortuna,
	Y besarán los aires nuestras palmas,
	Y en cada copa mecerá una cuna
	El invisible genio de las almas.

	Sus cuerdas una la robusta lira,
	Y el corazón sus átomos perdidos;
	A un solo amor mi corazón aspira;
	Para un solo dolor guarda latidos.

	De imagen de mujer memorias pierda,
	Que es poco un cuerpo cuando el alma es tanta:
	Ni en alma ni en laúd hay ya más cuerda,
	Que la que el sueño de la patria canta.

	Si tanto bien a mi fortuna espera,
	Que al cabo libre hasta mi patria vuelo,
	¡De cuánto sol se llenará la esfera!
	¡De cuánto azul se llenará mi cielo!

	Y si, más mártir que cobarde, lloro
	Tanta amargura, de aquel sol lejano,
	Mártir más que cobarde, aquí lo adoro;
	¡Atada está, no tímida, mi mano!

	Este cuerpo gentil rebosa vida,
	Y cada árbol allá cobija un muerto;
	A todo goce esta mujer convida,
	A toda soledad aquel desierto.

	Coral, cobija perlas de su boca;
	Mórbidas ondas ciñen su garganta;
	Y escondido en el pecho, a amar provoca
	Angel que con sus alas no levanta.

	Mas cuando con amor de patria lleno
	Mi alma, que para amarla ensancharía,
	¿Entre blonda sutil perlado seno,
	Cárceles brinda al alma ansiosa mía?


	No habla de amor mi corazón que late;
	Cuando en mi corazón hay un latido,
	Es que me anuncia que en algún combate
	Un héroe de la patria ha perecido.

	Herida no hay allí que yo no sienta,
	Ni golpe el hierro da que no responda;
	Sagrado horror mi corazón alienta;
	Honda herida hace el vil; mi alma es más honda.

	Truéqueme en polvo, extíngase este brío
	En fatales vergüenzas empleado;
	Todo habrá muerto; mas en torno mío,
	Este amor inmortal no habrá acabado.

	Pero no en vano el polvo en la memoria
	Imágenes de muerte me desliza;
	Del fuego y del calor de aquella gloria,
	No merezco yo más que la ceniza.

	Y pues que pude, miserable reo,
	A tal voz de dolor callar contrito,
	¡Ceniza sobre el débil fariseo!
	¡Voces de compasión para el proscrito!
	 

José Martí

Revista Universal, Méxlco, el 28 de noviembre de 1875. Esta composición se publicó también, como inédita, en El Cubano, de La Habana, el 17 de mayo de 1888.