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"LA LISTA DE LA LOTERÍA"
Pocas dichas hay como la de hallar mérito superior en un hombre que ha nacido en nuestra tierra, porque el placer de amar el mérito es más vivo cuando nos viene de quien padece de nuestra propia humillación, y con su valer nos la levanta y redime. Es como si de súbito creciese la fuerza de nuestro derecho, y más cuando no es el valer segundón o imitado, de los que andan sumisos tras lo ajeno,-o subiéndose por cuanta altura hallan al paso, para que se les oiga la voz rastrera,-o cepillando cualquier faldón luciente;, sino poder honrado, que con eficaz realidad y entrañas de hombre, compone obras pensadas y sentidas de belleza. El mundo es patético, y el artista mejor no es quien lo cuelga y recama, de modo que sólo se le vea el raso y el oro, y pinta amable el pecado oneroso,-y mueve a fe inmoral en el lujo y la dicha, sino quien usa el don de componer, con la palabra, o los colores, de modo que se vea la pena del mundo, y quede el hombre movido a su remedio. Mientras haya un antro, no hay derecho al sol.-Joaquín Tejada, el pintor nuevo de Cuba, si va a Barcelona, no pinta ocios o tentaciones, que son sutil lisonja al vicio, pródigo con quien lo cosquillea y excusa, sino la gente triste de la ciudad, de blusa o capa ruin, o de pañuelo y cesta, que en el azar de un sorteo busca alivio a su vida áspera y ansiosa: de Cuba pinta a un negro, roto y avínado, o a otro de Afrecha, cano y nudoso, y de ojos como iracundos y proféticos: y si copia un paisaje criollo, de la naturaleza abandonada es, con la luz rica perdida en el jardín deshecho, y la casa desierta y miserable. En New York está ahora de paso Joaquín Tejada, y quien las ve no olvida, por lo menos, sus tres telas mayores. Uno es el cuadro, de beldad desolada, de las Bocas del Toro; otro, el negro, de pecho abierto, rostro apretado y sombrero de yarey; otro, es la obra mayor: "La Lista de la Lotería''. En él está, humanitario y robusto, el pintor nuevo de Cuba. Y desde hoy se puede ya decir: su nombre será gloria.
Por el aire fresco y libre, por el color ameno y natural, por la soltura y propósito de los detalles, con ser todos de mérito saliente, es menos notable el vasto cuadro que por la piedad y sentido de las figuras, en que el artista adivino pone la historia toda, agitada o sumisa, y el carácter típico de cada variedad social, y por la gracia y levedad de la obra entera, y la elegancia con que, sobre una esquina cubierta de elocuentes carteles, agrupa los personajes vulgares. El grupo curioso ve los billetes en la lista de la pared. El mozo de cordel, con las cuerdas por los muslos, nervudos y caídos del trabajo, y el chaleco alón, y la barretina por la espalda, tiene el dedo rígido sobre su número feliz; a la modista se le ve la lozanía por las ropas dóciles, y la salud del cabello, enroscado a la nuca; el estudiante es lampiño y de cepa catalana, que desea y arriba; el empleado pálido empina el triste hongo; a la cadera del blusón tiene la mano el aprendiz irreverente; conversan las arrugas honda.=. del viejo de la blusa azul; cuelga el cesante, de capa y chistera; al mocetón de espaldas, se le adivina la mano viril, que rebusca por el bolsillo el billete; la bondad del trabajo rebosa, y el alma madraza de la española pobre, en la cuarentona de pañuelo y cesta que oye al vejete parlanchín; un porfiado valenciano, de alpargata y montera, se lleva indiferente, a la otra parte del cuadro, su carro de lechero. En los carteles de la pared, a medio desgarrar, como para que no recarguen el cuadro que completan, está la vida entera barcelonesa: la junta electoral, la cita del orfeón, la asamblea de obreros, la denuncia de los crímenes sociales; la calle silenciosa dobla, en vuelta libera, por el fondo. Y dice el lienzo todo que el trabajo da salud que la mujer es hermosa y consuela, que la humanidad codicia y hierve.
Por el dibujo pudo-errar el primer cuadro de quien, como Tejada, sabia poco de colores hace aún tres años, y no sólo es todo él fino y juicioso en "La Lista de la Lotería", sino que tiene el mérito sumo, que es el de enseñar, por la sagaz percepción del laboreo de las almas en la carne, la vida interior, burda o graciosa, del personaje a quien el suelto contorno deja pleno carácter y movimiento. En la tentación del color pudo caer, que es siempre excesivo, en letras y pintura, durante la juventud; pero él tiene ya la suave tristeza del hombre pensador, que ve a la vida sus velos y nubes, y a la ciudad ese vaho turbio que atenúa el escíndalo de los matices vivos. En lo que debió pecar Tejada, por su sinceridad misma, fue en el abandono que los artistas incompletos confunden con el vigor y el albedrío, y goza hoy de fama grande y perecedera, que pudo tentar por el aplauso unánime, y por ser la forma de expresión de los pintores de la realidad, a quien viene al arte con el respeto y amor de ella, y el don de ver la belleza en los desdichados y en los mansos; pero el pintor nuevo de Cuba mostró su mérito sobresaliente en la difícil moderación con que realzó por el trabajo acabado sus figuras intencionadas y verdaderas, y dio a una obra urbana y de asunto común el interés triunfante de la gracia. Sacar de sí el mensaje natural es la obra del artista, y ver con sus propios ojos, que es fuerza a que aun los hombres de sumo valer suelen llegar tarde en la vida, por lo falso y ajeno de la educación artificial con que los vendan, y a que Joaquín Tejada ha llegado temprano. Y de otro peligro se salvó Tejada ya, y es el de la inmodestia, compañera segura del mérito inferior, que en él no aparece, porque es como quien peca con vivir, y tiene a la vez la fe creadora y la saludable duda de cuanto hace. Amese, puesto que ama al hombre, al artista nuevo de Cuba, al que padece de la pena humana, y no tiene pinceles para los vanos y culpables de la tierra, sino para los adoloridos y creadores.
Paria, 8 de diciembre de 1894