Patria ha recibido de Enrique Nattes, hijo fiel de Guanabacoa, su lindo tomo de "Flores Silvestres"; y no merece la mala paga del olvido, poeta que con tan tierna sencillez lamenta su ausencia de Cuba, y por la de su madre padece de manera que el verso en que habla de ella suele ser como raíz que le sale sangrando de las entrañas. El libro de Nattes es pequeño, lo cual, siendo de versos, es en su favor, por ser poca la poesía del mundo, y breve, por su misma superior naturaleza, el estado poético. Alegatos en verso, o resúmenes históricos, o zambumbia erótica, hecha de la melaza de todas las literaturas, no es poesía; sino la flor de nuestro dolor, la chispa de la cólera pública, y el choque vívido del alma vibrante y la beldad de la naturaleza.
Nattes sabe de pena, como se ve cuando dice que él "va viviendo" sus versos: y lo que envidia no es la fea riqueza, criada a odio y tortura, ni el poder humano, amasado con sustos y villanías, sino "dos astros que palpitan juntos en el éter", "dos olas que se buscan y alcanzan en la mar", "dos aves que se hablan sus cuitas en la misma rama". Le causa tristeza suave la calma nocturna del mundo. El pino no ha de despreciar al clavel. Si hay tres palabras que escribir en un abanico, escribe: "¡Te quiero tanto!" Ya no tiene más palmas que las que crecen, desafiando la nieve, en la verdad de su hogar. Todavía hay Lisbes y Cupidos en sus versos, y adónicos, muy bien hechos por cierto, y refranes que vienen dando vueltas desde la antología griega, y "rica miel", y "pálida luna" y "Laura bella": pero cuando recuerda a su madre y a Cuba, el verso es puro y digno, sin calces aparatosos ni palabras de pompón: y ¡Be estima al sincero poeta.
Patria, 21 de noviembre de 1893