New York, diciembre 28 de 18911
Sr. Enrique Nattes
Señor y amigo
Muy de prisa, como estos tiempos tan ocupados me lo exigen, mas no sin la afectuosa atención que me merecen las obras de su ingenio, he leído el volumen de sus bellísimas poesías, que con una sencillez que a mí me parece conmovedora y le gana toda mi voluntad, ha titulado Vd. Flores Silvestres.
Por qué desea que yo escriba unas líneas al frente de sus versos, no me lo explico bien, a no ser que le mueva a ello el saber que quiero mucho a la tierra mía, y como entre sus noblezas tiene Vd. la de haber conservado en estos fríos neoyorquinos el leal afecto a su patria, que en otros se entibia, ya tiene natural derecho a mí, y se van mis celebraciones, sin violencia, camino de sus poesías, en justa alabanza del joven entusiasta y sensible, que no se avergüenza de abrigar y expresar, en estos tiempos en que ni una ni otra cosa favorecen, sentimientos puros y delicados.
Suelo yo buscar en los versos que leo, más que la forma y melodía de que sin embargo vivo muy prendado, el espíritu del que los escribe, y como no halle en ellos espíritu propio, no me parece que haya música ni artificio poético que los rediman.
No diría yo la verdad si le escondiese que los versos de este tomo son muy fluidos y agradables; pero lo que más los avalora no es la soltura de los romances, que es visible, ni lo rico y sonoro de las medidas, en lo que Vd. indudablemente sobresale, aunque este mérito suelen pagarlo en Vd., como lo pagan en todo el mundo, la solidez y limpieza de la frase; ni la precisión con que encaja en sus estrofas el pensamiento, cuando éste viene, como en Vd. es usual, de un afecto dulce y verdaderamente conmovido; sino descubrirle, a través de ellos, apasionado, vehemente, modesto, instruido y honrado.
Su patria y su madre le inspiran poesías en que ha sido muy feliz; otras musas conmueven más, ¡pero ninguna inspira tanto! y, es tan tierna su manera de quererlas, que parece que de un mismo y entrañable modo quiere a la una y a la otra.
Observo también, y éste es un mérito útil y raro en esta época triste, que en Vd. el chiste es tan genuino como el sentimiento, con ser éste siempre hondo y delicado; y que ya en parodia de poesías afamadas, ya en sus Cantares, dice, o sugiere, que vale tanto como decir, cosas que sin remedio traen la risa a los labios.
De sus cantares tengo que decirle que son muy buenos, por haber tomado Vd. ese género con tino, resultando todos ingeniosos y tiernos.
Tan elegantes y correctas como aquéllos me parecen sus Rimas, que son muy suyas, El Pino y el Clavel, Nostalgia, En la Choza, y Lejos de Cuba, finamente entendidos; así como el romance Dos Estaciones, que no pudo terminar de una manera más sentida, donde, como en los versos Al lector, A mi madre, Un Ramo de flores, y A mi Amada ausente, la poesía a nadie se esconde y es piedra de muy finas aguas.
Quien como Vd. sabe decir en líneas desembarazadas y musicales lo que le conmueve, ha de fiarse sin miedo alguno, que lo que hay en poesía que valga está en uno propio: lenguaje flexible, oído músico, corazón encendido, ingenio vivaz; ¿cómo no ha de tener Vd. vencidas, con tales dotes que me complazco en reconocer y publicar, las dificultades que ofrece, en estos tiempos en que la poesía anda en azoro, el dominio perfecto de la rima:
Es también muy de celebrar, que no rebusca Vd. asuntos pomposos en que ensayar sus abundantes facultades, sino que de intento los rehuye, y evita casi siempre esa copiosa verba que, como el jagüey los troncos a que se enlaza, se come la poesía.
Antes buscando en las amables letras una amiga en las horas de solaz, se ve que son para Vd. el alivio de un corazón henchido de sentimientos generosos.
Siga Vd. como hasta aquí y en la medida en que los vaya viviendo escríbalos. Es su amigo agradecido
José Martí
1.- Martí se hallaba en Cayo Hueso en esta fecha. Hay, sin duda, equivocación en el lugar o en la fecha en que fue escrita la carta.