New York, 3 de junio de 1890
Sr. Manuel de la Cruz
Amigo mío:
¿Cómo empezaré a decirle el cariño, la agitación, la reverencia, el júbilo, con que leí de una vez, por sobre todo lo que tenía entonces entre manos, sus "Episodios de la Revolución" de Cuba? No he tenido últimamente una hora de reposo, para decirle con qué orgullo he visto, como si fuera mía, esta obra de Vd., y en cuánto tengo su piedad patriótica y su arte -literario; pero para releer los "Episodios" no me ha faltado tiempo, porque, sean cualesquiera mis quehaceres, no puedo tropezar con el libro sin tomarlo de la mesa con ternura, y leer de seguido páginas enteras. Por supuesto que he de escribir sobre él, por gusto mío, para que sepa el mundo de nuestros héroes, y de su historiador, más de lo que sabe. Es historia lo que Vd. ha escrito; y con pocos cortes, así para que perdurase y valiese, para que inspirase y fortaleciese, se debía escribir la historia. ¿Y la vergüenza, y la veneración, con que se va leyendo el libro! Ya nada nuevo podremos hacer los que vinimos después. Ellos se han llevado toda la gloria. En las notas que fui poniendo al margen, como guía para las líneas que he de escribir, hallo que he puesto en tres ocasiones poco más o menos esta misma frase: "Hay veces en que se desea besar el libro". Los caballos debió Vd. preparar; porque leer eso, para todo el que tenga sangre; es montar a caballo.
Yo no quiero más que acusarle recibo de este libro radiante y conmovedor. Harto sabe Vd. de qué hoguera le nació, y con qué cuidados lo fue rematando y bruñendo. ¿Qué le diría de nuevo, con decirle lo que todo el mundo ve: ¡la, viveza de la acción, 1$ realidad de los escenarios, la armonía entre los sucesos en que los pinta, la pasión por nuestros héroes, que se ve en el esmero con que los describe y la capacidad rara de meter los brazos hasta el hombro en el color, sin apelmazarlo ni revolverlo, sino que de las escenas más revueltas y confusas sale Vd. triunfante y desembarazado, con el campo detrás, como en el "Zig-Zag" y "En la Crimea", lleno de golpes verdes, con chispazos de oro?
De los héroes, no he de hablarle. Se lee el libro temblando. Los del Apure, arremetiendo desnudos, con la lanza en la boca, contra la cañonera del río, no hicieron más que los de Santa Teresa. Páez en las Queseras, por lo que toca al arrojo, no le saca ventaja a Fidel Céspedes en el Hatibonico. Llame vil al que no llore por su Sebastián Amábile. Para mi hijo no quiero más gloria que la de Viamonde. ¿Quién puede pensar en su Agüero sin que se le salten las sienes? Se ve la caballería, la fuga, el amanecer épico, el descanso. La naturaleza va como los héroes. Vd. los fija en la mente, con su habilidad singular, por lo colorido e inolvidable del paisaje. Hay páginas que parecen planchas de aguafuerte, porque para Vd. es cera la palabra, y la pluma buril.
Huele su prosa donde ha de haber olor; y donde debe, suena. ¿Que no sé yo el trabajo que le ha costado a Vd. la marcha de Gómez por la llanura de San Agustín? El que lo quiera leer de prisa no podrá, o lo tachará de obscuro, cuando en realidad no lo es, sino que el es tan intenso-Y-_la factura tan cerrada. que ha de leerse sin perder palabra -por ser cada línea idea o matiz. Al principio parece que la mucha fuerza de color va a sofocar el incidente, o que el brío de la luz no va a dejar ver bien las figuras, o que del deseo de concretar y realzar puede venir alguna confusión; pero el que sabe de estas cosas ve pronto que no tiene que habérselas con un terminista, que se afana por dar con voces nuevas, sino Con un artista en letras, que lucha hasta expresar la idea con su palabra propia. Desde que leí un cuento de Vd., sobre cierto capitán de partido, vi que entendía el carácter y adoraba el color, y que lo único que le sobraba era mérito. Otro le peleará un adjetivo o le disputará un verbo; yo, que sé lo que se suda en el taller, saludo con un fuerte apretón de manos al magnífico trabajador.
¿Me permite, en muestra de mi agradecimiento por haberse acordado de mí, y de mi alegría porque le ha salido a mi patria un buen libro, mandarle las primicias de mi traducción de Moore,1 en la parte que pueda conmover el corazón cubano, que es aquel de los cuatro poemas del "Lalla Rookh" donde pinta penas como las de Cuba, con el amor que él tenía a su Irlanda? El poema va traducido en verso blanco, por voluntad del editor y no por la mía; no porque no ame yo el verso blanco, como que escribo en él, para desahogar la imaginación, todo lo que no cabría con igual fuerza y música en la rima violenta.; sino porque a Moore no se le puede separar de su rima, y no es leal traducirlo sino como él escribió, alardeando del consonante rico, y embelleciendo a su modo, con colgaduras y esmaltes, los pensamientos. Pero Vd. hallará que hay versos que están como deben, puesto que restallan como latigazos: y me les perdonará sus faltas, por el afecto con que se los envío, y porque los escribí pensando en Cuba.
¿Le diré que tiene en mí a un amigo? Nada más tiene que decir, a quien tan bien conoce el valor de las palabras, quien le admira tanto el arte de las suyas como su paisano y servidor
José Martí
120, Front Street1.- Esta traducción nunca ha sido hallada.