Por lo ingenuo, despierto y gallardo de su raza primitiva; por el entrar y salir de los conquistadores, que allí urdían sus rachas y reposaban de ellas; por la creación de su raza actual, fina y activa, y dispuesta a las faenas más complejas de la civilización; por la contienda dilatada entre sus habitantes, dignos de la libertad, y sus dueños, incapaces de comprenderla,-es la Isla de Cuba un país que convidaría a historiar sus lances y contrastes singularísimos, si no fuera tan difícil reunir aquella suma de datos vivos y escritos que por la fuerza de su amor patrio pudo al cabo allegar, en años preñados de angustia, el escritor cubano que ya favoreció al Economista meses pasados con el prólogo a su obra Los Precursores de Colón, y hoy vuelve a hacerle merced, escogiéndolo para sacar a luz otro Prólogo suyo, viril y sustancioso como aquél, a su Historia de Cuba, Historia que ha de ser notable, puesto que es justo esperar que en la obra entera campeen la sobriedad de frase, concisión de pensamiento y ajuste entre ambos que dan visible mérito a éste.
José Martí
El Economista Americano. Nueva York, junio de 1888