El Delegado del Partido Revolucionario, después de su viaje rápido y fructífero por las emigraciones, está de vuelta en New York, junto con su compañero de viaje, Francisco Gómez. Como por entre almas han andando los viajeros en este nenes y medio de ausencia por lejanos y diversos países; y en Panamá y en Jamaica y en Costa Rica los han abrazado los extraños, si extraños son unos para otros los pueblos de América, con la misma efusión con la misma ternura, y aun pudiera decirse con la misma esperanza que la fervorosa emigración de la Florida. ¡Ah! verdaderamente, la revolución de Cuba, corona y garantía de la de nuestra América, hallará a su hora abiertos grandes surcos. No se perderá por la tierra. No caerá en la mar. La amará un continente. La saluda ya el hosanna conmovido de los hombres.
Pero no merecería el saludo de los hermanos de otras tierras la revolución, ni merecería su ayuda, si los cubanos no se mostrasen dignos de ser ayudados. ¿Qué hombre honrado aspirará a que los extraños le compren, y le den hecha, la libertad que, siendo para él, no compra él? ¿Qué hombre honrado osará ir a vivir como ciudadano libre en una tierra a cuya libertad no contribuyó? El gozo mayor del Delegado en su viaje no habrá sido, de seguro, ver tan nobles y amigos a los países que nos ven sangrar, y entienden toda la importancia americana de nuestra independencia. El ver a los cubanos enamorados del sacrificio, y a las cubanas avergonzando a los hombres con su actividad y su firmeza, el ver la mente cubana hecha ya a la prudencia, a la energía callad.,, al esfuerzo silencioso, a la abnegación sin alarde. habrá sido, sin duda, la causa de regocijo principal para el hombre con cuya existencia útil se demuestra la verdad de su incesante predicación:-los edificios son tanto más seguros cuanto más profundos son sus cimientos.
Con todo su deber cumplido viene el. Delegado otra vez al Norte. ¡Felices los que podemos decirle, a él y a su discreto compañero de viaje: -Nosotros también hemos cumplido con nuestro deber!
Patria, 7 de julio de 1894