Va al Cayo, a ver un poco de cielo azul, la ferviente amiga, la hermana ejemplar, la madre constante, la entusiasta patriota. De ella fue la pluma de oro que le premió a Benjamín Guerra su estudio criollo de la Avellaneda. De ella las flores, que traía en sus manos, para la mesa de la Sociedad Literaria, en noches de tempestad. De ella los .claveles, bordados en seda, para un poeta que sangra de amor a Cuba, y de dolores bárbaros y callados. Su álbum, es de los mártires; su conversación, de nuestras esperanzas; su sueño, Cuba. Jamás está sin rosas, ,en su sala leal, el retrato de Bernabé, el hermano adorado. El Cayo escogerá de sus jardines su ramo más fino, y saldrá a recibir a la amiga -de los muertos, de la patria, de la virtud, y de las flores.
Patria, 28 de enero de 1893