"La Liga". Las clases.-Las reuniones familiares de los lunes
"La Liga" de New York es una casa de educación y de cariño, aunque quien dice educar, ya dice querer. En "La Liga'' se reúnen, después de la fatiga del trabajo, los que saben que sólo hay dicha verdadera en la amistad y en la cultura; los que en sí sienten o ven por sí que el ser de un color o de otro no merma en el hombre la aspiración sublime; los que no creen que ganar el pan en un oficio, da al hombre menos derechos y obligaciones que los de quienes lo ganan en cualquiera otro; los que han oído la voz interior que manda tener encendida la luz natural, y el pecho, como un nido, caliente para el hombre; los hijos de las dos islas que, en el sigilo de la creación, maduran el carácter nuevo por cuya justicia y práctica firme se ha de asegurar la patria. Conquistarla será menos que mantenerla; y junto con el arma que la ha de rescatar hay que llevar a ella el espíritu de república, y el habitual manejo de las prácticas libres, que por sobre todos sus gérmenes de discordia ha de salvarla. Y si alguna nota especial en las cosas de nuestro país tuviese "La Liga", sería la de verse allí sin suspicacia, y sin disputarse la fama o el pan de la mesa, los que vienen del país oprimido y los que fuera de él les abren los brazos; sería la de reunirse allí, borradas con el anhelo del saber las huellas todas del cansancio del día, los que de los libros no quieren conocer la mera letra pedantesca, sino sacarles el espíritu con los fuegos y choques de la conversación, o enseñar a los que saben menos, o aprender más de lo que se sabe; sería la de juntarse allí, sin lisonja de unos ni humillación de otros, sino con las miradas a nivel, los hijos de los que fueron injustos y los de los que padecieron de la injusticia.
De codos en aquella mesa, se hila el amor y se acrisola el libro. Se pone a un lado la verba, y se cría un modo sobrio de decir, en que la misma música, útil a la verdad, no viene como en la literatura emprestada, del uso fanfarrón de palabras sin raíz, ni de la escala sonora de voces retumbantes; sino de la buena composición del pensamiento, y el hábito inflexible de poner en su punto la voz única y propia. A lee: y escribir aprenden unos en una mesa, y otros, estudiándose y corrigiéndose los ensayos, bracean en lo más hondo del corazón humano, y buscan, para la luz del juicio y el bien del país, lo oculto y verdadero que apenas se entrevé en las páginas de la historia. No es una casa de creyentes de profesión, ni de rebeldes por oficio, sino donde se va con la modestia, y de donde se sale. con la verdad; donde los hombres, en vez de darse de dentelladas por los puestos, se los quitan de encima, para poder aprender más libremente, o toman de propósito el puesto más difícil; donde los ahorros del día, ni al juego van, que es gusto propio de la gente incapaz y egoísta, ni al prurito excesivo de andar de petimetre, hecho todo una rosa y un charol, ni a esos muchos quehaceres de la frivolidad que son más cansados y más costosos que los de los afectos y el entendimiento; sino a mantener encendido el hogar de la aspiración, a tener un rincón grato y honrado donde las mentes se pongan a calentar en torno al fuego, y no las manos inútiles, a comprar los días de la recepción vinos y dulces para las amantes compañeras.
De los lunes del mes, "La Liga" emplea uno en recibir a las familias de sus miembros, y aquellos hombres buenos, de más alegría y salud que los que viren con virtud menor, atienden con finura ejemplar a sus deberes de caballeros servidores. Allí Rafael Serra, que en todas partes preside, y Juan Bonilla, alto en todo, y su hermano Gerónimo, que tiene señor el juicio; allí Manuel González, que nació con privilegio de corazón y de mente; allí Miguel González, con su verso floreado, su brava juventud y sus cariños de oro; allí Arturo Beneche, el entusiasta baracoeño que ve con sus ojos y desama a la gente incierta y vanidosa. Allí, dignos de toda fiesta, Pedro Calderín, que guía y vive de veras, porque la vida no se lo parece sin la elegancia y el mejoramiento continuo por donde el hombre elabora su dicha y contribuye a la de los demás; y Justo Castillo, que era hace poco persona de más años que letras, y ahora, por la obra de "La Liga", conmueve con lo que escribe; y Enrique Sandoval, que del buen padre Germán saca la virtud del trabajo, y la de emplear en el cultivo de los hombres el ahorro y los ocios de él. Allí, siempre entusiasta, Francisco Padrón y Ruperto Bravo, Magín Courduneau y Martín Cárdenas y Joaquín Gorozabe.
En otros días, que ya se describirán en Patria, "La Liga" es escuela de letras necesarias, ínfimas y sumas, y no sólo de amena sociedad como los lunes. Uno enseña aritmética viva, y descompone los números para que se les vean los goznes, que es mejor modo que el de meras reglas. Otro, con la mano que estuvo en la gran gloria, guía al hombre hecho que viene a pedir letra. Otro, en conversación ambulante, y manteniendo lo uno con lo demás, trata de los primeros conocimientos, y pica al principiante la curiosidad mayor. Otro se sienta a la finesa de preguntas, llena de escritos sin firma, y va hablando sobre cada cual de ellos, responde al tema, nota los méritos del escritor, endereza las faltas predica la sinceridad de la forma, que enaltece el carácter tanto como lo vicia, sin sentir, la forma insincera. Otro es gramático de obras, que pone y descompone ante los ojos el artificio del lenguaje, de modo que como quiera que caiga la frase quede en pie, y a las palabras les busca la historia y el parentesco, que es la escuela mejor para quien anhela pensar bien. Detrás del maestro, abierta a todos, está la librería, en su estante de color de luz.
Los Lunes, la escuela es de artes sociales, y se reúne "La Liga" para oír buena música, leer poesías del alma, y mover la conversación. Los corazones no deben estar así, enconados en la pequeñez del mundo, sin más sombra a que acogerse que la de la propia nariz. La vida rebaja, y hay que alzarla. Para todas las penas, la amistad es remedio seguro. Con un amigo, el mundo lo es. En el comadreo, vive bien la comadreja: el hombre entero vive fuera de él. Y "La Liga", en su segundo lunes. fue eso: la noche de las familias, con la novia que recita, y el novio que luce el discurso nuevo, y la hija que canta.
El programa no entumece la fiesta agradable, sino que se pone en pie la voluntad, y una niña quita el miedo, otra dice un romance, otra brilla al defenderse, otra parodia a un orador conocido. Este último lunes, con la sencillez de quien conversa, se fue urdiendo una velada feliz. Como un pájaro a quien le apuntan las alas, dijo su cuento en rimas una hija a quien el padre enseña a leer en el nombre de los Héroes: la hija de Federico Sánchez.
Una criatura tocó, como música natural en el destierro, la melodía quejosa e inmortal del mujik, que mira, de codos en su servidumbre, la larga estepa negra. "La Bayamesa" de labios de Mariana Calderín, mostró cómo son hermanos, del frío ruso al sol tropical, todos los pueblos tristes.
Fornaris fue el poeta de la noche, porque Benech se lo trajo todo en la memoria, con la pasión de quien ve en él, por sobre fas y sobre nefas, el pintor criollo y filial de la naturaleza de Cuba. Con voz erguida a veces, y muy sentida otras, dijo "Las bellezas de Cuba" la compañera de Benech: América Fernández dio cantos y versos: Serra leyó, con la enseñanza en el modo de leer: González, tímido como todos los fuertes, recitó de aquella manera que da al intérprete derecho de autor en la obra: Bonilla leyó unos párrafos de esos suyos, donde la admiración de los buenos modelos llega ya, por el vigor dei que los ama, al poder de igualarlos: Manuel Barranco, cuya alma de maestro no conoce tibieza, dio de su corazón en prosa ardiente, y calzó la plática útil con robustas décimas: José Martí habló del bien más enérgico de la vida, de los buenos amigos. Y entre helados, y dulces criollos, hablando de patria y hogar y poesía, pasaron ligeras las horas.
Patria, 26 de marzo de 1892