No hace dos años veíamos por Wall St. con el libro de banco, o las facturas del buque que salía para nuestras tierras, en la mano, entrando en esta oficina o depositando cheques en aquélla, siempre activo, siempre atento a sus deberes, a un jovencito cubano de dieciséis años, de cuerpo robusto y rostro franco, empleado de meritorio en una casa de comercio.
Poco después ya era dependiente de confianza y hoy, a los dieciocho años, sin más ayuda que su laboriosidad, su honradez y su inteligencia, están a su cargo los negocios de la firma donde estuvo y que ya no existe.
Llena de orgullo y de contento abrazará hoy la señora Rosa A. de Marsans, que llega de Cuba, a su hijo Rómulo.
"Nunca he visto a nadie que tenga más hermanos" decía una enfermera el otro día en una casa de salud de New York, refiriéndose al joven Freire que de Puerto Rico esclavizado ha venido a New York, como tantos de sus compatriotas, en busca de trabajo y libertad; y exclamaba: "¡En su tierra parece que no hay más que una familia!" Tal impresión había hecho en su mente, acostumbrada a la frialdad de estos climas, el calor y cariño con que los visitadores se interesaban en la salud del enfermo.
No es extraño, pues, que Freire haya mejorado. ¡Es hermoso y da vida, ver cómo los hijos de una misma tierra se aman y se consuelan en la desgracia, cómo el cajista, el boticario, el periodista, el médico, el poeta encuentran tiempo para acompañar al hermano sumido en el dolor; es bello ver cómo los hombres que se han formado en tierra extranjera, van juntos a acompañar al que lleva el nombre del periodista y patriota ferviente de Puerto Rico!
Y no es Freire el único joven a quien ha abatido la enfermedad. En Bethlehem ha estado grave Antonio Giberga. Los estudiantes de la Universidad de Lehigh, donde se recuerdan los triunfos recientes de nuestro Villalón, han dado muestras de las vivas simpatías que sienten por el que ojalá sea mañana émulo del ingeniero del Canal de Nicaragua, Menocal, del ingeniero de loe acueductos de Brooklyn y Albany, Varona; los condiscípulos americanos, en vez de ir al juego o al paseo, van, a distraer a su compañero cubano, Antonio Giberga.
Está entre nosotros otra vez, ya con mejor salud, el médico que en los años de la guerra vio de cerca la muerte sin temblar, y después de ella supo tajarse un nido en la roca. Patria sintió un día grande orgullo cuando Miguel Párraga, en respuesta a su curiosidad, le enseñó su libro de ganancias. Se fue, con su trabajo, a un distrito donde aún no era conocido, y allí levantó clientela, y respeto, y casa dichosa. Para Patria son sagrados todos los días grandes, y más cuando al heroísmo de la guerra juntan el heroísmo del destierro.
Antes de que nuestras familias se desbanden, antes de que Saratoga, Sea Cliff, y Far Rockaway nos quiten a nuestras compatriotas, es justo, para que más alegres pasen los meses de verano, que lleven la satisfacción de haber contribuido a aliviar a los necesitados o los enfermos.
Por eso la Sociedad de Beneficencia Hispanoamericana prepara una fiesta para la primera semana de Junio. Y de los entusiastas Emilio Agramonte, Benjamín Guerra, Benjamín Giberga, Octavio Zayas y Gonzalo de Quesada hemos de esperar un programa que responda a lo grande p meritorio del objeto a que se destinan los fondos de esta asociación. Y como todo árbol que nace de buena semilla echa raíces profundas, y crece cada día más, la Sociedad va aumentando su número de socios. Pronto podrá la Comisión de Informes y Socorros, compuesta de Miguel León, José A. Agramonte, Enrique Trujillo, Dr. José Jacinto Luis y Dr. G. J. de Quesada y que preside el activo e infatigable Vicente Díaz Comas, 301 al Este de la calle 104, comenzar la obra benéfica: a ella han de dirigirse las solicitudes.
No son como los arquitectos esclavos de los templos de Asiria o de Tebas, templos que no se alzaban mucho de la tierra, los fundadores de "La Liga", sino como los arquitectos libres de nuestro siglo, que aprovechan el terreno valioso y que cada día se acercan más al cielo.
"La Liga" ha aumentado sus alicientes-ya mayores debido a las fiestas familiares conocidas con el nombre de "Lunes de la Liga"--con las nuevas clases de francés en que se enseña prácticamente el francés hablado y real por un maestro que va a la raíz misma del idioma y que conoce desde los cantos bellos y rudimentarios provenzales hasta la última novedad de Verlaine o de los decadentes. Y hacen bien los amigos de "La Liga" en ir a los originales y no servirse de traducciones generalmente deficientes-y en castellano tratándose de las francesas mucho más: bien hacen en beber en la fuente misma. La impresión artística de una obra depende en gran parte del sello individual que le imprime el autor, y que no puede ser completa ni igual cuando ha pasado a través de un medio tan susceptible de desvirtuar el pensamiento primitivo, como la mente humana.
No necesitará ya el obrero ansioso de conocimientos, leer en traducciones, sino en su francés elegante, el famoso Telémaco de Fenelón, ni el estudiante de cuestiones sociales buscar en desaliñadas versiones, siso en su idioma enérgico, las teorías de Juan Jacobo. "La Liga" es una coalición verdadera de corazones desinteresados que propagan la enseñanza y cimentan el amor entre los hombres de buena voluntad.
Patria, 14 de mayo de 1892