A un amigo de todos los patriotas probados, a un cubano a quien todos queremos por su lealtad y su independencia y su tesón, a Leandro Rodríguez, encanecido en el destierro irreconciliable, lo ha visitado la desgracia.
Un hijo suyo de doce años cayó bajo un tranvía, y le han amputado la pierna a la brava criatura. E1 padre lleva en la cara el sufrimiento: y todos los que le queremos sufrimos con él: un hijo, es el corazón.
Pero el padre se ha de regocijar en su pena; porque el hijo le ha heredado el alma fuerte. Alcanzó el padre a verlo poco después de que la cuchilla le había llevado la pierna: ¡Leandro! le llamó. El alzó la cabecita de la almohada: miró a su padre sin llorar: "Un carro me pasó por encima", dijo; y volvió a poner en la almohada la cabeza.
Vive en Tampa, como un padre del pueblo, el fidelísimo cubano Néstor Carbonell. El es de aquellos cubanos incansables que sólo sienten dicha en lo que eleve y mejore el alma patria, en que entre los cubanos y los hombres todos cunda el patriotismo y el cariño, en llevar a los rincones más dormidos la buena voz cubana. Y cuando se sienta a descansar. la conversación, en aquellas sobremesas de amigos, es toda del país, con la buena compañera de auditorio, y los hijos que escuchan febriles los cuentos del padre. El que funda un Club Cubano, y le pone por nombre el del primero entre los héroes constituyentes, el del que fue alma de la Constitución de Guáimaro; el que en la casa de su trabajo, donde vive feliz, sueña en congregar a los cubanos del mundo, y los convoca el primero a congregarse en una sola casa; el que preside hoy, a la vez que su escuela y su ejemplar familia, el Cuerpo de Consejo del Partido Revolucionario Cubano,-peleó ayer con los patriotas de las Villas; les oyó la poesía y la oratoria, ya veteada de oro nuevo, como monte que va echando la costra, y repite, con voz conmovida, los discursos de Morales, las, silvas del Hijo del Damují, los artículos de Luis Victoriano Betancourt, las cartas grandes de Chicho Valdés, las endecha de José Joaquín Palma.
Y es Carbonell quien escribe a Patria, sobre la alocución de Céspedes el 11 de abril, los párrafos siguientes:
"Cuando yo contaba veinte abriles, esa adorable edad en que la vida se desliza entre arrullos, flores y sonrisas, y corre la sangre encendida por las venas, y el corazón palpita alborozado, escuchaba gozoso allá en Oriente de la tierra cubana, la patriótica alocución de Carlos Manuel de Céspedes, en los instantes de ser electo Presidente de la República. La mente soñadora y el alma enamorada la retuvieron y guardaron, sin darse cuenta de ella. Hoy, a través de la escarcha de los años, aún conserva la memoria fragmentos de aquella reliquia escapada al naufragio del pesado.
En Patria, cuyas columnas iluminadas por los resplandores de Para, parecen un himno suave de amor y patriotismo, he leído un tanto variado el último y brevísimo párrafo de tan importante documento. Si lo que voy a trasladar no fue efectivamente lo que dijo Céspedes culparé a la infidelidad de la memoria, y si así fuese, ojalá puedan servir a Patria estas mal trazadas líneas que, sin ninguna clase de pretensión, le envía un corazón cubano. Así recuerdo el final de la alocución:
"Cuba ha contraído el deber solemne de consumar su independencia o perecer en la demanda; antes que todo, se compromete a ser republicana; este noble compromiso es contraído ante la América independiente, ante el mundo liberal, y lo que es más, ante nuestra propia conciencia. Todo esto significa que seáis heroicos y virtuosos; en vuestro heroísmo confío; contad vosotros con mi abnegación".
Patria, 23 de abril de 1892