Patria tiene hoy por deber primero el de dar gracias públicas al cubano constante, a José J. Luis, en quien ni nieves ni faenas entibian el entusiasmo que prendió en su corazón en aquellos días gloriosos. Era estudiante en bozo cuando llamó Céspedes a guerra; y dejó la matrícula por el fusil. De los primeros acudió a pelear; ay el médico sereno de hoy y el modoso amigo, el compañero afable que entra ya en las canas, fue entonces el Secretario del Comité Revolucionario del Centro, el ayudante de Ignacio Agramonte. De él son, en su parte mayor, los datos con que Patria ha compuesto el relato en que conmemora hoy el día de la avenencia y de la abnegación, el día puro y evangélico de la guerra, el Diez de Abril.
Con la luz de aquellos tiempos en los ojos, con el fuego y grandeza de aquellos tiempos, narraba José Jacinto Luis, y oía Patria envidiosa, las entrevistas, los preliminares políticos, las cabalgatas, las sesiones, los júbilos, la llamarada final. Y desfilaban, grandiosos, los héroes. La palabra es fuerte y bella cuando sale de un corazón que conoció la gran virtud. Es de oír contar a los héroes la vida de batalla, en que el morir no tuvo penas; la vida de las opiniones, que tenían de gigante a la vez que de niño; la vida de familia, en que la hospitalidad fue como de hermanos, y la amistad parecía amor, y los amores mismos eran más delicados y gustosos. Se salen de la silla los héroes al contar. Los pe. cados, se les vuelan, y no están en ellos. Luce de gloria su rostro. La mano se tiende al aire, y se sacude, como avivando las riendas del caballo. El relato parece una arremetida. Así; en una silla del destierro, habló a Patria José .Jacinto Luis.
A Fernando López de Queralta, nuestro coronel e ingeniero, nos le hemos también de mostrar agradecidos. El nos pintó la casa de la constitución, con su sólida reja y sus portales espaciosos. El nos contó del grito de los ángeles, cuando se dio por iguales a todos los cubanos en la constitución, y cundió la voz, como cunde la luz. El nos habló de Céspedes que recuenta, siempre cortés y raso hasta lo azul; con la mano de niña y el alma indomable: ¡Da pena, después de pensar en los hombres de ahora!
Ni habría Patria podido ver por sí como quería los documentos de entonces-la entrega del gobierno provisional, la alocución y circular de Céspedes, la alocución de Quesada, la nota de Céspedes al representante en los Estados Unidos,-si no le hubiese franqueado los cartones milagrosos de su librería el cubano que todo lo tiene, que es Néstor Ponce de León. ¡Cuánto tesoro en aquellos estantes, y qué envidia, para cuando esté hecho lo que tenemos que hacer, y pueda uno ponerse a revolver papeles viejos!
El Mambí Viejo es persona de visible nobleza, y por una hermosa carta que recibimos de él, carta sana y castiza, entramos en deseo de que ponga su corazón, y su letra menuda, en escritos que han de ser originales y jugosos. De hidalgos no está el mundo lleno, y este Mambí es hidalgo, sobre que lo de viejo, y lo de mambí enciende la virtud de la sangre, le pone a uno entrañas amorosas de hijo y le hace a uno querer a quien llevó la chamarreta, en las espaldas o en el pensamiento. ¡Y buenos recuerdos que ha de tener persona de esa observación y magnanimidad! ¡Y vaya si es grato oír a un hombre sincero! '>e los cubanos que ha conocido cuéntenos el Mambí, y por dónde brillaron; y luego, con mano suave e indirecta, de modo que cure, cuéntenos por dónde falla la virtud. Cuéntenos de lo que ha visto con sus ojos, en su prosa galana y sentida, que en esta casa la mesa es el corazón y sentamos a ella con júbilo a los padres. Mueva la tinta roja.
-Y usted ¿cuántas horas duerme: -Cinco, mientras mi patria no sea libre.
"En casa" se ha sabido con aplausos, por lo nuevo y oportuno, el proyecto de los Clubs del Cayo; de dar conferencias sobre los títulos da los Clubs, que por allá son tantos y de nombre tan feliz, que ir a toda las conferencias será como aprender la historia entera de Cuba. De Hatuey, con el poema de Sellén en la mano ¡qué no se podrá decir, hasta que resucita por la "Luz de Yara"! Y la conferencia de la "Luz de Yara" puede ser muy hermosa, con la pintura de los pocos grandes, y el debate augusto en la casa iluminada de la Demajagua, y la noche en vela, ¡y la madrugada en que se les anunció la libertad a los esclavos! Nuestra tierra tiene su color y poesía, y nada ayuda tanto a la libertad como el conocimiento de que se es persona por sí, con raíces en el país en que se vive, y no arria y reflejo. Y un libro muy bello, que por todas partes se vendería, pudiera hacerse de las conferencias que anuncia El Yara amigo, con el estudio de la composición social extraña y peligrosa de "Occidente"; con la historia de la redención americana, de nuestra América trigueña, en las palabras "Patria" y "Libertad"; con el poder que da al ánimo flojo, al ánimo de los que sólo fían en la pompa y el diploma, la historia de "Juan Miyares" y de "José González Guerra"; con la composición del carácter singular y pujante, primario y altivo de "Carlos Manuel .de Céspedes", "el Mártir de San Lorenzo", con la relación, desde la cuna a la cumbre, de la virtud depurada de "Ignacio Agramonte"; con el heroísmo del destierro, tomando el tema de "José Francisco Lamadriz"; con el cuento indio de "Cabaniguan", que es toda nuestra prehistoria y geografía; y "La Convención Cubana", que pone en obra el trabajo unido por donde los derechos se aseguran; y la palabra de pase de estos tiempos, que está en el lema de "Unión y Libertad". Esas serán conferencias de asuntos nuestros y nuevos, con hechos propios que ayuden a crear; y no esos percheros de imágenes, o mocasines germanos y franchutes, o pistos servidos en lengua española, con su tanto de academia y su hoja de plátano; y pasas de Málaga y microbios de Berlín.
De - Tampa manda por Patria a la Liga , unos magníficos versos un hombre cuyo civismo y mansedumbre son honor de su patria. Grande era el Mayor, grande era Agramonte en la guerra, cuando enseñaba a su criado, esclavo suyo ayer, las letras de la constitución en que él había escrito su carta de libertad, una constitución donde no hay blancos ni negros: y Joaquín Granados, el maestro de Tampa, no es pequeño cuando al pie de su mesa de trabajador, o a la cabecera de su cama de enfermo. llama a los niños, blancos o de su color, y les enseña poesía, decoro y libertad. Su prosa es de la nueva, que se nos levanta en Cuba, prosa de tronco y sillar, para cuando devolvamos a Madrid su prosa de callos y de caracoles. Y sus versos, "Dios, Patria y Libertad", recuerdan por su redondez y empuje los de Luaces, que le iba hallando camino a nuestra poesía. Joaquín Granados es de alma señera, y Patria se hace fiesta de ir a leer sus versos en La Liga.
De la virtud se hacen los pueblos, y de la capacidad para anteponer al gusto el decoro. Anda el Cayo en cuestiones, sobre si los cubanos deben o no viajar en los carros, y e1 artículo "Así Somos" pinta con mano real, aparte de las causas de la querella, el poder de sacrificio del corazón criollo. No se ha de ir en los carros, y no se va, aunque la vejez se !es canse a los flacos obreros, aunque la prisa le ponga espuela al novio. Pero estas líneas no van a esto, ni a desear que el caso quede con quienes tengan razón, sino a dar fe de esa bravura nuestra por donde vamos a ser libres, y luego dichosos, puesto que la dicha no es más que la libertad bien administrada,-y a dar gracias al escritor, que ha de ser hombre de años, o pesa como si los tuviere, por las galanuras que le dice a Patria.. Aquí queda Patria, amando la virtud sencilla.
Patria, 10 de abril de 1892