¡Pobre Ana Rita! La flor de su casa era Ara Rita Trujillo, y nadie la conoció que no la quisiese como hermana o como hija. Algo de maternal, y una piedad triste y profunda; había en su corazón de virgen. Solía quedarse en silencio, reclinada la barba en la mano, como quien ve caer el sol en el horizonte, o quien mira a la mar. Nunca hizo mal, ni pensó mal. Sufría del odio, y de verlo a su alrededor. Se le iba el alma entera, como criatura que se echa en brazos de la madre, al entusiasmo y la poesía. Sabía amar, y ha muerto. En su traje de baile, vestida de blanco, rizado el cabello infantil, suplicantes los ojos hermosos, parecía como un ángel que pasa, pidiendo perdón para todas las infamias de este mundo. Vestida de blanco, con los brazos en cruz, duerme ahora la niña adorable, en las entrañas frías de la tierra extranjera. Los padres, espantados, no conocen ya el mundo. Sus amigos la lloran y la llaman ¡Pobre Ana Rita!
De esta casa son todos los caritativos, y no lo son quienes no sean capaces de caridad. De modo que se oiga queremos decir aquí, a la hora misma de saberlo, que cuando la Sociedad de Beneficencia Hispanoamericana acudió a la casa de vapores de Ward, a William H. Hughes, que es de Buenos Aires y del Norte, a pedir favor para un pobre en viaje.,-obtuvo el favor que quiso. Y él lo concedió como si fuera quien lo recibiese, que es como son agradecibles los beneficios, y no cuando se empinan y campanean, a que conozca el mundo la piedad interesada. ¡Algún rico le irá a Hughes en sus barcos porque dio mesa en ellos a un pobre!
"¡Ese sí es pueblo, el Camagüey! El sábado vienen todos, como un florín, a la ciudad, al baile y al concierto, y a ver a sus novias; y hay música y canto, y es liceo el pueblo entero, y la ciudad como una capital: ¡el lunes, a caballo todo el mundo, con el lazo a las ancas, a hacer quesos!" Así, admirado, decía ayer un criollo que viene de por allá, y sabe, por esta y otras raíces, que no todo es en Cuba papel sellado y mármol de escalera, hecho a que escriban en él y a que pisen en él; ¡sino tronco de árbol, y mozos que pueden partir un rifle contra la rodilla!
A Luis Baralt le va creciendo el mérito, y la bella moderación por donde su talento es útil y amable; y con el mérito le crece la casa literaria, que estará esta noche sin silla vacía, porque allí va, con todo su Wagner, Emilio Agramonte, a decir en su brioso inglés cuanto se sabe del arte y vida del áspero alemán. Las cosas ha de hacerlas quien las puede; y a Agramonte le está bien el encargo, porque él sabe la música perfecta, y realzará la de Wagner ante su público, poniéndole por nota viva, al correr de la explicación, los cantantes y el piano. ¡Y la verba, la pasión, la sinceridad de Emilio Agramonte! El se indigna, estudia y ama.
El Salón de Behr, en la Quinta Avenida, es como cosa nuestra. Allí celebramos a Espadero, que puso en música el gemido del alma cubana, y a veces su majestad y su tormenta: allí agasajamos a Albertini, que no olvidará nunca, de seguro, el fervor y cariño de los aplausos cubanos. Allí tuvo su baile el martes la sociedad "Entre Nous". Y el nombre es bueno, porque cada día entendemos mejor que, hoy como cuando el Dante, es salobre de veras el pan extranjero, y áspera de subir la escalera extraña; porque a la Sevigné la echaba todo de su casa, y a nosotros todo nos echa, con más cariño cada día, a los unos en brazos de los otros. Allí cubanos e hispanoamericanos; allí Santiago al brazo del Guaire, y un abanico del Camagüey junto a un guante del Perú; allí, .como las flores que suele el viento dibujar en la nieve, una u otra norteña de pecho tropical. Allí la conversación amena de la familia, y el baile discreto y brillante de la juventud. Y la cena, y la plática, y las cuadrillas bulliciosas duraron hasta la estrella de la madrugada.
Patria es la suma de los amores todos, que sin ella son como flor de aroma, que se va toda al viento; y en ella, como de más gloria y sabor. Patria es la novia por quien se rinde alegre la fortuna del mundo, y la vida, y la ira, y se padece resignado bajo el que nos hiere el mismo honor. Patria es como corona o majestad, que tiene al alma adonde no le llegan las pasiones que salen a morder la luz. Patria es el nombre, propio de hija de dos almas fieles, con que entra en la tierra, con Juana Varona de Quesada y José Martí de padrinos, la niña, ya amorosa, de Mercedes y Manuel Barranco.
El de recibir visitas es arte difícil, que quiere en la dueña de casa corazón generoso, de los que tienen dicha en darla, a diferencia de otros, que le andan escondiendo o amargando al prójimo toda ocasión de que viva más feliz que ellos. Unos gozan en ver a los demás contentos; y otros gruñen. La dama de Venezuela, que trae su apellido de los libertadores, la señora Mercedes Smith de Hamilton, junta todos los miércoles en su casa la maravilla de un salón fino y alegre, donde no hay pecador que tome para sí, en un coro de bostezos, la plática entera, ni música de obligación, con su ruedo respetuoso de palmadas tibias; sino el gusto del trato sincero entre las gentes de un alma sola de nuestros países, y aquel desinterés con que la dueña deja de propósito el lucimiento a sus huéspedes, y los pone a todos donde más gocen y luzcan. Estos hablan de Eleanora Duse, y del arte de Italia en música y teatro; aquéllos de los hoteles de San Agustín, y el río de la Matanza, y el arte mozárabe; otros de los paseos, recortados en la naturaleza, de la señorial Caracas; otros del gobierno en América, y la necesidad de ajustar la politice directora al pueblo bifronte de nuestras tierras, medio sabias y medio ignorantes: un grupo, junto al piano, oye de manos mexicanas la danza de Veracruz, el triste del Uruguay, el doloroso punto de Cuba: el comedor aplaude el chocolate caraqueño. Patria, al salir de aquella casa de corazón, al decir adiós a los amables dueños, iba pensando en el maestro Cristóbal Mendoza, que le dio a Cuba sus dos hijos; en Aurrecoechea, que murió por Cuba.
Escribir en la propia lengua es ya cosa difícil, cuando se quiere poner la idea en forma que vibre y luzca, y se quede en la mente como el cuchillo que va de lejos a clavarse en el blanco; pero ganar nota honorífica por escribir bien en lengua ajena, como ha hecho Julio Arteaga en el World de New York con un estudio sobre Venecia, es mérito que revela la firmeza mental y aptitud de adaptación por donde los pueblos retardados como el nuestro pueden entrar a la vida en condiciones de permanencia con los pueblos maduros. Julio Artéaga, de quince años apenas, gusta de conocer por sí, y estudia con empeño su física y sus razas aborígenes. La impedimenta de los pueblos son los eruditos de segunda mano; y los que observan por sí en lo natural son sus salvadores, y sus literatos fuertes.-El apellido está de enhorabuena; porque otro Arteaga, Angel Manuel, se ha llevado en la competencia una buena plaza de farmacéutico en el hospital de New York. Es de cuerpo menudo, y habla poco; pero ganó él puesto a las espaldas anchas.
No es común en el comercio de novelas traducidas con nuestros países, ya por la elección infeliz o por la pecadora traducción, sacar a la .plaza segundas ediciones; así es que hay que poner por sobre la cabeza a Benjamín Giberga, que ve hoy premiado con el raro suceso la pulcritud con que puso en castellano "El Gran Lucero", de buen autor inglés. La versión salió franca, como él: franca y sencilla.
Patria, 28 de enero de 1893
Nota: Martí cumple 40 años.