En la política de América, es riesgosa la idea de política del continente, porque con dos corceles de diferente genio y hábitos, va mal el carruaje. Pero la ciencia es toda una, y conviene todo lo que junte a los pueblos, si la amistad no llega a la funesta e imposible unión de caracteres que han de chocar y padecer, en los métodos y en los intereses de una obra que sólo en lo final de la libertad puede ser común, y en lo real contemporáneo no lo es.
Está bien, porque es de amistad natural y útil, el Congreso Panamericano de Medicina, que se reunirá en Washington en septiembre de 1893, y para los cubanos es un honor que nuestro médico Ramón L. Miranda haya sido ya, con toda anticipación, escogido como Secretario de la Sección de Patología Interna en el Congreso. El de Miranda es mérito tranquilo, que dura y se reconoce.
Y otro honor para los cubanos es que una de las autoridades prominentes del Congreso, y el alma de él acaso, sea Juan Guiteras, uno de los tres médicos que en los Estados Unidos ilustran este nombre criollo. Los Guiteras son hombres de veras. A los padres no los olvidaremos los cubanos, que en ellos aprendimos a leer, en sus libros de lectura, y en su historia de Cuba, y en su traducción de la Eneida. De los tres hijos, uno, Juan, es primero en Washington, y persona mayor en la medicina del ejército: otro, Daniel, es médico favorecido de la Armada, y muy buscado por su discreción y cultura: Ramón, el otro, tiene pocos pares entre los médicos enérgicos y elegantes de New York.
Y de otros médicos de Puerto Rico y Cuba, no hay que encomiar el valer. Aquí está Luis, probado en la guerra, y en su práctica larga de familias; Henna, cuyo nombre es ya elogio; Agramonte, que abrió heridas, y las cura; Portuondo, ayer predilecto de la Universidad, y hoy de su clientela; Quesada, que en el hospital se ganó con su mérito un puesto permanente; Sauvalle, que trae nombre que obliga; Amábile, hermano activo del que cayó en Cuba al besar la tierra libre; López Victoria, el borinqueño culto; Ponce de León, que levanta casa en Brooklyn; Alvarez, que se sabe toda la cirugía; Párraga, que abrió nido en la roca; Osorio, empeñado en curar pobres; Sarlabous, en quien rebosa el noble corazón. Tenemos nobles médicos.
Sobresalir, es siempre bueno. Alfredo de Oro, el billarista famoso, acaba de vencer en Siracusa a todos los campeones que -se presentaron a disputarle la primacía que ha confirmado con esta tercer victoria. Se los llevó tres veces.
Es de jóvenes triunfar; pero en la abogacía no suelen los jóvenes ganar campaña tan briosa y difícil como la que, en el suelo mismo de sus adversarios, ha ganado Rafael Govín, en pro de un fabricante habanero, a los falsificadores norteamericanos de las marcas de Cuba. Todo honor merece el joven rico que trabaja.
Juan Peoli, el artista cubano, el amigo de Saco y de Delmonte, no tiene en sus cartones, que valen mucho, cosa mejor para ojos de Cuba, que una curiosa colección de retratos de nuestros prohombres, con la cara de verdad y el cuerpo a media caricatura. Todo el romanticismo de Cuba está allí; toda nuestra pelea de hace cuarenta años. Con cariño de hijos se van volviendo aquellas páginas frescas y originales. Ahora Peoli, que acaba de pintar en lienzo heroico al general Páez, tiene el encargo de retratar, entre las balas y tiendas del campamento, al general Sickles.
Patria, 26 de marzo de 1892
1.- En su carta testamento literario, Martí indicaba: "Aquí han guardado los En Casa en cuaderno grueso: resultan vivos y útiles". Se refería seguramente al domicilio de Carmen Miyares, viuda de Mantilla, donde dejó Martí su "papelería" al embarcar en Nueva York hacia Santo Domingo y Cuba.
Todas las gestiones han sido inútiles para hallar el cuaderno a que Martí se refiere. No obstante, después de cuidadoso examen de la colección de Patria, se han podido reproducir los trabajos de Martí de la sección En Casa, publicados en ese periódico.
Esos trabajos, se reproducen aquí en orden cronológico de publicación, y se mantienen los referenten a personas no cubanas; personas que se encontraban estrechamente ligadas a la colonia cubana de Nueva York.