Delegación del
Partido Revolucionario Cubano
"Asuntos Generales"
Nº 2 New York, 13 de mayo de 1892
Señores Presidentes de los Clubs del Partido Revolucionario
Cubano, en el Cuerpo de Consejo de Key West
Florida
Compatriotas:
En mis manos ya el reconocimiento definitivo de la elección de Delegado del Partido Revolucionario Cubano con que mis compatriotas ponen a prueba mi anhelo de servirlos, y explicadas ya, en la Nota Nº 1 de Asuntos Generales, las ideas y métodos con que entro en el desempeño de mis funciones, cúmpleme dar cuenta a Vds. de los trabajos concretos que se propone realizar inmediatamente esta Delegación.
El período de mutuo examen que había de preceder a la constitución del Partido, y cuyas deducciones y enseñanzas habían de irse tomando en cuenta, para hacer o dejar de hacer, conforme se iba constituyendo, ha demostrado, muy por encima de los más ardientes deseos, que las emigraciones están en sazón para toda empresa de resultado y de vigor, y que reina entre ellas la confianza íntima y generosa que permite aspirar, sin demoras ni trabas ni recelos a la realización, mejora continua y robustecimiento de nuestra obra. La misma laxitud de detalles que la cordura aconsejó en los primeros momentos, para que el deseo de la unificación de los trabajos, nunca excesiva por mucho que se la extreme, no pareciera anhelo temible de concentración, hoy, por la nobleza general se viene de suyo corriendo, y las asociaciones mismas procuran,-de sí propias, como debía ser,-aquella semejanza racional de métodos y organización interna de que se hubiesen podido lastimar si las propuestas procedieran del consejo exterior, en vez de venir, como ahora vienen, de su propio seno. Y es hecho admirable, y del más feliz augurio, que los trabajos principales y urgentes que la Delegación ha venido componiendo, en espera de su autoridad definitiva, y de la hora propia, sean los mismos cuya necesidad siente, y cuya adopción recomienda, el espíritu vigilante del Partido. Esta aprobación anticipada de sus labores asegura y fortalece el ánimo de la Delegación, cuyo júbilo y orgullo estarán siempre menos en originar planes y medidas que en verlos surgir de la opinión cordial con la unanimidad que prueba su conveniencia y eficacia.
La preocupación desmedida de la Organización Exterior del Partido pudiera robar tiempo y fuerza a los fines concretos de él, que son, principalmente,-crear la Organización revolucionaria en la Isla, con la mayor suma de elementos útiles posibles, poner en acuerdo activo y sincero por el ejercicio continuo de la prudencia y la humildad, todos los elementos revolucionarios de fuera de la Isla, a fin de obrar juntos en unión con ella,-y levantar en los países extranjeros el respeto y afecto a la Revolución, y cuantas fuentes de ayuda, privadas y oficiales, sea dable abrir. Pero para estos mismos fines es urgente completar y apretar hasta el perfecto ajuste en los detalles menores de la Organización Exterior del Partido, puesto que por ella han de juzgar de su fuerza la Isla cuya opinión solicitamos, y los pueblos a que hemos de pedir ayuda.
En estos momentos cumple con esa parte de su deber la Delegación; -envía las Bases y Estatutos del Partido a las Asociaciones nuevas que no las conozcan aún;-procura la creación inmediata del Cuerpo de Consejo en las localidades que los pueden ya constituir;-estrecha relaciones con los Clubs de las localidades aisladas y estimula, donde quiera que haya cubanos libres, el establecimiento de nuevos Clubs.
Una de las bases del buen gobierno, y de las garantías de satisfacción entre los que contribuyen a él, es la de la independencia interior de sus organizaciones, ajustables, así a lo particular y local, en todo aquello en que ni en espíritu ni en métodos choque con los fines precisos para que las organizaciones están constituidas. Pero del mismo modo es necesario que esta independencia no llegue a perturbar o debilitar con reglas contradictorias sus fines y medios de acción. La prescripción de un Reglamento único para las Asociaciones todas del Partido, aunque no inconveniente ni imposible entonces, como hoy, hubiera parecido sin duda a los preparadores del Partido más conducente a retardar su organización que a acelerarla; y hoy mismo no cree la Delegación que deba partir de ella la propuesta de la unidad de Reglamentos, a menos que ésta no fuera la voluntad expresa de los Cuerpos de Consejo por donde las Asociaciones hablan. La distribución proporcional de los fondos presenta, por ejemplo, un caso recomendable a la atención. Cree el Delegado de primera necesidad el fijar una proporción igual para los gastos de guerra y los de acción, en el reparto de los fondos de los Clubs y así lo ha de proponer sin demora; pero conoce, por la experiencia, la variedad de condición, en cuanto a recursos y gastos, de las diversas emigraciones y teme que la suma para unos emigrados llevadera sea quien pueda con más eficacia determinar la suma con que los Clubs que en él se reúnen hayan de contribuir. En esto, como en todo, convendría el mayor acercamiento entre las Asociaciones; y la unidad de su reglamentación respondería al juicio del Delegado, si con ella no se pusiese en peligro, sin más diferencia que la interna e inofensiva de detalles administrativos, la individualidad deseable en cada Asociación. El Delegado solicita opinión inmediata sobre la conveniencia de someter un Reglamento único a la aprobación de los Clubs, en vez de incluir en reglamentos varios los artículos esenciales en que inevitablemente han de estar unidos,-y sobre la suma que a su juicio puedan pagar mensualmente a los Clubs los emigrados de la localidad. Es el anhelo de la Delegación justificado por el éxito de las labores preparatorias del Partido, que todo en él nazca del acuerdo satisfecho y libre de sus asociados.
A Cuba, inmediatamente, ha de llevar el Partido su acción;-ha de explicar en documento público y solemne, sus orígenes, su fuerza y sus tendencias;-ha de procurar el conocimiento de todos los que estén dispuestos a la obra revolucionaria y la conversión de todos los que se le opongan;-ha de congregar en el espíritu amplio y previsor del Partido, a los elementos dispersos y hostiles entre sí;-ha de levantar un núcleo de revolución dondequiera que haya fuerzas para él, y de fortalecer en el espíritu común los núcleos que ya haya;-ha de solicitar, sin encogimiento y sin soberbia, sin fatiga y sin ira, el concurso de todos los que sirvieron a la independencia en la lucha pasada, y pueden volverla a servir;-ha de llegarse, hombre por hombre, sin medir más que su utilidad al país, a todos los elementos servibles, en los campos y en las ciudades.
A todo ha de preceder la expresión ante el país de los móviles y tendencias del Partido; y para este fin el Delegado prepara un Manifiesto, de vasta y continua circulación, que englobe y explique los preceptos de las Bases, y no deje duda sobre el desinterés y grandeza de nuestros propósitos y nuestra capacidad para realizarlos. Y al pie de este documento sin esperar más que a los primeros efectos de su distribución, es el anhelo y propósito del Delegado, conciliando la economía del gasto con la viveza en la acción, repartir de tal modo su agencia, por comisiones especiales, que por todas partes se sienta a la vez en la Isla la actividad determinada y cordial del Partido, que entren a servirlo la mayor suma de elementos locales allegables, y que se conozcan en la emigración las fuerzas verdaderas y precisas de los cubanos que quieren ayudarla en sus esfuerzos. La tarea es difícil y vasta, pero es la esencial: y ninguna obligación de orden menor, por seductora que la inmediación pudiera hacerla, distraerá al Delegado de este deber, que tiene por el primero y más delicado de su puesto.
La eficacia de estos trabajos en la Isla depende, en parte principal, de la periodicidad y seguridad de las comunicaciones numerosas y repetidas que con ella se han de establecer. Las emigraciones más cercanas a la Isla están llamadas por su situación a prestar, con más garantía y economía que las más distantes, estos servicios de comunicación. Las especiales serán debidamente, y a su hora oportuna, encomendadas. Al sistema de comunicación general y continua consagrará la Delegación particular cuidado. El llamamiento frecuente acaba por despertar la atención más reacia, y es el propósito de la Delegación que ningún acto de vigor y nobleza del Partido,-y todo él ha de ser nobleza y vigor, quede ignorado de los habitantes de la, Isla.
Si urge tender por la Isla la reacción revolucionaria, revelarnos a los desdeñosos, allegarnos a los desconfiados, sacudir a los dormidos, urge más poner en buen acuerdo a cuantos elementos de fuerza verdadera pueden dentro y fuera del país, contribuir a su emancipación. Es verdadera deshonra para un servidor del país anteponer sus simpatías o recelos a las conveniencias públicas. Sólo los tratos interesados y de acomodo personal, con los elementos dañados de un pueblo, serían más culpables que el descuido en tratar con todos sus elementos útiles. No habrá gloria mayor para el Delegado del Partido Revolucionario Cubano que procurar, y conseguir, con todo el respeto y acatamiento oportunos, la adhesión activa de todos los partidarios útiles de la independencia cubana. Verdadera premura tiene el Delegado en servir esta parte de su obligación, y ya convida, con toda la fuerza y ruego que pueda poner en él el patriotismo, a los revolucionarios que han sangrado por el país, sin reparar en ideas de detalle o contrariedades de antecedente, inferiores por completo a la necesidad primordial de constituir la patria libre.
Esta íntima relación con todos los elementos revolucionarios activos es tanto más obligatoria cuanto que el desasosiego del país, próximo en todo instante a revelarse por las armas, y un precepto expreso de los Estatutos del Partido, mandan tener las fuerzas revolucionarias en la disposición más favorable a la guerra que fuese posible. Una de las razones de más poder y gloria del Partido es que no viene, como los partidos revolucionarios usuales, a forzar al país a la acción violenta; sino que acatando al pueblo que va a conmover, reserva sus fuerzas para el momento en que él, por el desorden del estallido prematuro, o por la acción concertada, las necesite:-y faltaría el Partido a uno de sus deberes, y menguaría una dé sus glorias, si no se pusiese en condición de prestar a una voz el socorro que la patria, alocada por la desesperación o precipitada por el enemigo astuto, pudiera requerir de él.
El Partido Revolucionario Cubano no nace para forzar la guerra, ni para rehuirla. Fondos y hombres y pericia ha de tener dispuestos, y a punto de embarque. Puede ser que la práctica de enviar a la Isla expediciones de hombres, en su mayoría inexpertos, no sea tan beneficiosa como la de enviarle recursos con que armar a los hombres sobrantes en la Isla; pero sería vano e injusto sofocar el entusiasmo real de la juventud de la emigración, que con la intensidad del patriotismo en el destierro ha creado una fuerza atendible en la lucha próxima: ni fuera juicioso apartar de los emigrados el ejemplo brillante y saludable de las asociaciones de carácter militar. La misma ancianidad se rejuvenece y anima en las prácticas de esta milicia patriótica; y parece cuerdo aconsejar la extensión de estas organizaciones militares, que en la obra diaria y visible corresponderán, con su aparato útil y su entusiasmo verdadero, a la tarea que en otros círculos adelantara con tesón el Delegado, en cumplimiento del deber de allegar, y tener cerca y en orden, las fuerzas de guerra que son factor principal de una organización que tiene la guerra como medio inevitable para el logro de sus fines.
Del poder y regularidad que muestre, en un plazo suficiente para acreditarse, el Partido Revolucionario, depende en mucho la ayuda que él pueda pedir y obtener de los pueblos cuyo auxilio no se supo otra vez aprovechar, y cuyos gobiernos no han de dar su apoyo en público ni a la ligera. Grande y constante es el socorro que el Delegado espera abrir en los pueblos americanos; pero antes de tentarlo, hemos de demostrar que lo merecemos. La connivencia delicada en asuntos que, a más de humanos, son internacionales, es cosa distinta, y de más escollos, que la simpatía pública. Y el Delegado aspira, en ciertos pueblos, a obtener una y otra. No interrumpirá, ciertamente, en espera soñadora de una perfección tardía, el trabajo de íntimo acercamiento que la previsión ha venido acumulando desde nuestra innecesaria tregua; y aún ha de decir que pone a este deber cuidado diario y preferente. Pero no intentará éxito concreto hasta que la obra alta, unida y constante del Partido Revolucionario Cubano haga vergonzoso para un pueblo de América negarle su ayuda.
Pero estas razones, aplicables en especial a los países de nuestra habla, no lo son tanto al pueblo en que la mayoría de los emigrados vivimos, y cuya simpatía, extraviada acaso tanto por culpa nuestra como suya, cabe despertar con una obra organizada y fuerte que le inspire curiosidad y respeto. La independencia de Cuba, y la de Puerto Rico a que se propone Cuba ayudar, sólo estará garantizada definitivamente cuando el pueblo norteamericano conozca y respete los méritos y capacidades de las Islas. Y en esta labor presente de levantar la revolución, se correría gran riesgo si no se lograse mover a afecto y consideración al pueblo y gobierno de los Estados Unidos. La exhibición de nuestros móviles y carácter ante el país norteamericano es, pues, un deber político de extrema importancia, un deber de conservación nacional. Y el Delegado se propone comenzar a atenderlo por medio de un Manifiesto en lengua inglesa que a la vez explique el carácter real de nuestro país y la razón inevitable de nuestras luchas, a cuya publicación, distribuida por todos los centros de influjo en el Norte, seguirán otras especiales que la mantengan presente, y una labor continua en la prensa inglesa de dignificación y propaganda
La sinceridad de nuestros propósitos hace innecesario, señores presidentes, la ornamentación verbal con que en las épocas de poca realidad suele disimularse la falta de energía. Ni la acción se hace mayor por las protestas reiteradas de ella. Frase hay entre las anteriores que es, ella sola, mina de labor, y requiere para su cumplimiento toda una vida humana. Pero ni es la vida lo que niegan a Cuba sus hijos generosos, ni han de faltar fuerza y fe a quien lleva hoy consigo, por la merced de sus compatriotas el espíritu de un pueblo. Quiere hoy sólo decir el Delegado cuáles son los trabajos precisos a que se dedica, y pedir a ese Cuerpo de Consejo, mientras los adelanta en todas sus formas, y prepara las comunicaciones especial, los juicios y pareceres que han de ayudarlo e inspirarlo, en una de las tareas más puras y gloriosas a que se hayan consagrado hasta hoy los hombres.
Saludo a Uds., Señores Presidentes, con mi más afectuosa consideración.
El Delegado
José Martí
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