Delegación del
Nueva York, 9 de mayo de 1892
Compatriota:
Fe a mi juicio la obligación primera del Delegado del Partido Revolucionario Cubano solicitar el concurso de todos los que por su prestigio su virtud y su inteligencia puedan contribuir a vigorizar la organización que no tiene por objeto el engrandecimiento, ni la victoria de unos sobre otros, sino la ordenación necesaria para fundar con todos los cubanos, con todos los habitantes honrados de la isla, sin miedo al sacrificio ni exceso innecesario de él, un pueblo equitativo y feliz.
La delicadeza, variedad y empeño de los trabajos de la Delegación, habrán de permitir, y aun de imponer, el repartimiento de sus funciones; y llamaré sin temor, en busca de consejo y ayuda, al corazón de todos los que no hayan negado aún asilo en él a la virtud y a la patria.
La Secretaría de esta Delegación sólo pudiera recaer en quien, como Vd., se consagra con entusiasmo y pureza al trabajo de fundar en la patria dolorosa un pueblo durable, y desde los primeros arranques de la juventud ha sabido sujetar el anhelo del corazón a los mandatos del juicio, y reconocer que la esencia de la obra política, y lo que hace de la política indeclinable deber, es el respeto pleno y el amor sincero al decoro del hombre.
Vengo a rogar a Vd. que me acompañe y ayude, como encargado de la Secretaría, en la tarea de mantener unidas, y de robustecer, las fuerzas necesarias para completar la obra iniciada por nuestros padres en Yara el 10 de octubre, y confirmada el 10 de abril en Guáimaro.
Patria y Libertad.
José Martí
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