20 de abril de 1892
Sr. José Dolores Poyo
Mi muy querido Poyo:
Todavía no he podido salir de la cama, y desde ella le escribo. Pero el domingo sigo viaje, a ordenar con dos entrevistas la propaganda en la Habana, que dos o tres de nuestra propia casa nos quieren desordenar, y a ver, Poyo, pronto si contamos con alguien más que con nosotros mismos, o si no contamos. Aquí en mi agonía, tenté lo que debí, por pura conveniencia; pero en el interés iba nuestro honor, y la libertad misma que queremos conseguir: era demasiado caro. Abro otras vías para mi vuelta. Es imposible que este cuerpo mío no oiga mis ruegos. Que me deje andar. Que me deje pensar. Que me deje escribir. A veces la angustia es mucha y creo que acabo. Quisieron tasajearme, pero no era preciso: yo me dejaba para poder seguir andando. Ni el mejor médico sabe ahora lo que tengo: los intestinos rotos, y una postración que no me deja levantar la mano. Dicto a Patria,-despacho lo de Cuba, donde se ha querido nada menos que llevarnos de la mano a establecer nuestras relaciones por vías y agentes vendidos al Gobierno español, como cuando Calixto, me pongo en pie como para la reunión, y a caer más hondo; pero me siento remendado, le envío mi respuesta pública a esas conmovedoras elecciones, a que contestaré acabando de limpiar mi vida, si no está bien limpia ya, de todo pensamiento o culpa que me impidan el servicio absoluto de mi patria,-y salgo el domingo. Ni quiero ni puedo escribirle mucho, ni de mi gratitud, por esa obra briosa, por esa entusiasta dirección, por esa terquedad magnífica, por ese impagable suplemento de El Yara. Gozo en quererlo, Poyo. Yo mereceré siempre que Vd. me quiera. No puedo escribir mucho: antes de irme va todo, a las Hijas, a la casa de Mantilla, al Consejo, a varias preguntas de clubs. Le ruego sólo, que anuncie mi larga enfermedad, y mi restablecimiento, y ser aquélla la causa de estar demorada alguna respuesta. Quisiera relámpagos a mi lado. Vd. pide ese perdón por mí. Y ¡qué sorpresa, y qué vergüenza por el pecador, cuando por el cable de Vd. a Gonzalo vi que se quedó sin enviar el cablegrama que dicté y mandé por una mano ladrona, que acaba de arreglarme las almohadas! Enseguida reparé el mal. Vd. habrá recibido el de la reunión y ése.
Ahora, unas palabras. Iba a referirme a esto; pero mejor es que le mande la carta íntegra de mi hermana, alejada por toda razón de nuestras cosas públicas, y a quien ha llegado sin embargo todo lo que Vd. ve. Lo del hombre está bien; estamos con la cruz y la vamos cargando. Quieren que los sobornemos, y no hay con qué, ni se debe. No pudiendo pagar, debemos venir abajo. Esto es todo, y lo sé, e iré sorteando la dificultad, sin aturdirme con la provocación, aunque sea mucha. Seguiremos siempre con los brazos abiertos. Yo llevo abajo el corazón de Vds., y puedo resistir las puñaladas. Pero a lo que diariamente hay que ir saliendo al paso, y responder con un mentís bien organizado de cartas privadas a varios círculos sociales y de visitas de propagadores, que digan y vuelvan, es a esa desvergüenza menuda de la difamación sobre dineros, que no sale al público, y la otra de mi campaña personal, que hace alguno a quien le estorbo, aunque esta gente sólo vale por la cobardía e ignorancia de los que los escuchan, y no pasan de tres en cuanto a cabezas. La campaña en la Habana, no en el resto de la Isla, y un poco en Santiago de Cuba, con mal éxito, es tan terca y extendida como por esta carta, que no es más que muestra, verá Vd. Y yo creo que de allá, que es el ir y venir, debe componerse un buen cabezazo de con. testación, por supuesto indirecto, y a lo vil de la idea, y de ningún modo, ni muy indirectamente, a hombre alguno, y esparcir mucho y todos los días exposición briosa y firmada de nuestra organización, nuestros pocos gastos, nuestro modo de acaudalar sin disponer.-Lástima que no sea del caso decir, por lo que reza a la carta, que mi bombín me costó en el Bowery dos pesos, y ya tiene seis meses, y en cuanto a restaurants, viviría de hiel pura, si no me rodease tanto cariño y si no fuera para resucitar esa bravura y confianza de Vds. Yo creo que hay modo fácil y franco de asir esas picardías, tomar nota pública de ellas y dejar constancia pública y altiva de nuestra vida y de nuestras cuentas. Y sé que urge. Ya les clavo ahora en la Habana una contraagencia, que nos hace mucha falta.
Esta carta, Poyo, quiero que la lean Serafín y Fernando, y Teodoro si está ahí, porque hemos de saber lo verdadero, y quiero que sepan lo que sé y me ayuden a ir capeando el riesgo, y a desautorizar entre los habaneros esta malignidad.
Ya me creía bueno escribiéndole. Va ésta por mano privada. Quiérame. Hágamelo sentir: sígame con el buen deseo en la peregrinación que emprendo. No piense en mi enfermedad. A la bilis habría que temer; pero ya tengo mi retorta en el corazón, y allí endulzo lo amargo.
Su
José Martí
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