24 de marzo de 1892
Sr. Serafín Bello
Mi muy querido Bello:
Dos cartas le debo, y las dos medio penosas, y ahí las de juicios justos. Ya rebasé de la maluquera, más que por otra cosa, por la medicina, para mí eficaz, de la nobleza que veo a mi alrededor; pero la carta a González, la carta de oficio, pidiéndole solemnemente que la lea en Junta de Presidentes y pida a todos los que hubiesen ratificado las Bases y Estatutos, si con la unanimidad de afuera forman mayoría segura, la fijación de fecha para las elecciones, que pudiera ser el 8 de abril, y la proclamación de nuestro 10, día de la Constitución; la carta, digo, larga y compuesta de modo que a Vd. le ha de agradar, me deja con menos fuerza y tiempo del que quisiera. Y a la vez que le digo esto, estoy pensando en Cari y en Carlos, y en esa buena casa de Govantes, a quien ha de decir que no lo olvido.
Ya sé, Bello, ya sé. Déjeme no escribir. Mucho lamento que no se haya dado lectura de mi carta al Secretario de la Junta, ya porque allí puse lo más prudente de mi juicio para evitar alevosías politices, ya porque ése fue el único modo exento de inmodestia que encontré para agradecer la nobleza del Cayo en lo de entonces, del Cayo, que a esta fecha está sin mis gracias. En esa carta expuse, con cuanto corazón me dio quien da, los sentimientos de atracción e indulgencia que me animan, la mucha guerra que hay debajo de mi discurso, mi acción continua, y por mí provocada, con los capitulados emigrados del Zanjón; mi republicanismo, que no rehuye ni desconoce las obligaciones de la realidad, y está pronto a cumplirlas. Por supuesto que, siendo ésta la respuesta s la Junta, a la Junta se le debió comunicar la respuesta. Nadie me hubiera desamado por esa carta, Bello. Me hubieran amado más. Iba llena de raíz. Se habrá creído, de seguro, que se molestaba a gentes ocupadas con una reunión inútil. No es bueno, Bello, dar asidero, ni aun con la más noble defensa de la justicia, a este o aquel que pudiera fabricar sobre eso el cuento de que se desea socavar autoridades, y levantarse los miedos contra la buena obra. Pero se ha de saber que esa carta la escribí, y que allí puse mis gracias a la población que antes no di por no reabrir el caso, y porque no pareciese pedantesca obcecación de la persona.
Ahora la situación en ésta. El Partido no puede darse por constituido hasta que no lo haya aceptado la mayoría de los clubs de las emigraciones. La aceptación provisoria por los presidentas de los clubs, aunque casi decisiva, y más con lo de la noche de adiós, no puede tenerse como oficial hasta que los clubs no la ratifiquen. La reunión de loa presidentes, como cosa de oficio, y de cuerpo hecho, no procedería aún, porque aún no está creado el Partido que crea el Cuerpo de Presidentes; procede sólo para unir y preparar, como han hecho naturalmente aquí. Por eso pido a González que invite, en virtud de mesa de la Comisión Recomendadora, a los presidentes. Si con los clubs ratificados y los cinco de New York y los dos de Tampa no hubiese mayoría, y el no haberla dependiera de la inconformidad de algún club con algún o algunos de los artículos de los Estatutos esenciales, como que dentro de éstos se establece el medio de adquirir o añadir a los Estatutos, esto no debe obstar al deber y conveniencias mayores de proclamar definitivamente la unión cubana con fuerza de partido. Se desmigaja la guerra. Se la cogen loa malos. Están allá y nos llevan la ventaja Pero el espíritu está en nosotros, y nos llevamos todavía el país los de L guerra de veras, si llegamos s tiempo. Si no, los del 68 se la llevan, y tenemos lo de las primeras repúblicas americanas. Yo la peleo, a pesar de mi encogimiento irremediable. Ni me muero, Bello. Hay quien quiere hacer creer que me voy a morir. Diga que no, y la prueba de mi salud es la carta que se ha quedado a obscuras. Ni los militares me desquieren: no tengo aquí auxiliares mejores. Ayer o días atrás se inauguró el club de mozos de pelear, y allá me tiene de Presidente honorario. Aquí me tiene entero, dispuesto a aprovechar en pro de mi patria d entusiasmo y la fe que he logrado resucitar para ella.
Lo de junta pública mientras haya veleidades de desaprobación, podría traer el peligro de que se apellidasen a bando y creyesen que de afuera se trataba de presentar un bando contrario. Si hubiese marea enemiga, vayámelo diciendo, y veremos de meterla en valla, pero todo de manera que no se nos vea más que el heroico desinterés. Y loe que pequen, que pequen solos y por sí, y mucho, y sin provocación, y así será más fácil hacerlo caer al peso de sus pecados.
Ya sabe, pues. Hora y papel faltan. Ya aquí no pueda. contener la impaciencia, la gente crece, echó a la calle el periódico, quiere junta continua, pide trabajo y sacrificio. De este mismo Norte, a los primeros anuncios hábiles, ya me ofrecen ayuda. Lo que no adelanta, retrocede. Ye se dio tiempo sobrado, y no hay a que esperar. Aquí unanimidad, y en Tampa. Allá no se puede estar esperando a que el último club apruebe el último artículo. Lo legal y natural y urgente es que, con la mayoría indisputable de los clubs que allá hayan ratificado, más loa de acá, se levante el Partido contra el que no puede protestar la minoría que aún falta por ratificar, puesto que sería minoría siempre. Y si hay detalle en duda, no se ha de posponer el efecto grande de enseñarnos organizados cuando los partidos de Cuba se desorganizan, por esperar indefinidamente la resolución de un detalle menor, que puede luego irse resolviendo por las vías abiertas de los Estatutos, sin dañar el plan general, ni entorpecernos la oportunidad grandiosa. No se me enoje como González, que cree que Vd. está enojado con él. Le veo e Vd. el juicio y la justicia; pero es preciso no dejar sin guía a la buena fe; y al pie del que yerra, se está más a mano para corregir el error. Ahora, sepa y sépase que la convocatoria-que por respeto bastante se esperes, que con tres meses sobra para deliberar lo conocido, que está cerca una oportunidad preciosa para la proclamación, la del día 10 de abril. Continúe el Cayo a Guáimaro. Saquemos la guerra del peligro de sus malos directores. Acérquese a González, y que la convocatoria de los presidentes no demore, si hemos de elegir el 8 y de proclamar el 10.1 Y en la reunión de presidentes, no permita confusión ni injusticia. Pronto, y ahora. Nadie podrá ya dudar de mi respeto absoluto a la independencia de mis compatriotas.
¿Y del periódico? Ya ve que no le he querido usar para apremiar, ni darle color de padre maestro. Le pedí artículo. Acá se saben de memoria Nuestras ideas.2 Tengo, para que regale, unos doscientos discursos, ó 150, que le van con el próximo número. Acabo, pongo en sus manos la obra buena, y sé que Vd. comprende la importancia de no jugarle en las cartas al enemigo. Sea todo luz; y nuestro pueblo es bueno. Y ¿por qué, en mi nombre, aunque Peláez me lo tenga descontento por alguna mocedad, o algún otro también, no me los junta, con sacrificio de sí, para empujar, para propagar, para evitar demoras? Se puede mucho juntos. Adiós, pues. Y un abraso a la casa. Escriba sin dilación a su
José Martí
1- Tal como Martí lo determinó, las elecciones y la proclamación del Partido Revolucionario Cubano, se efectuaron efectivamente el 8 y el 10 de abril de 1892.
2- Se refiere Martí a su trascendental artículo-programa que encabezó el primer número de Patria, de 14 de marzo de 1892.
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