La pagina del
Mambí
martiOC

 

New York, 10 de enero de 1892

Mi muy querido Eligio:

Si no fuera este Nueva York tan inhumano y triste, aquí lo quisiera tener a la cabecera de mi enfermedad, que continúa, para poner en un largo apretón de manos el cariño agradecido con que leí su carta. Quiérame, que esta tierra rinde, y no es perdida en ella la semilla. Pocas criaturas conozco de un corazón tan límpido como el de Vd., y no quisiera yo mejor fortuna que la de tener siempre su juicio y su afecto a mi lado. Hay pocos mármoles sin vetas negras. ¡Lo de Collazo! Su padre de Vd. vio clarísimamente los móviles y composición de esta carta infeliz. Y la nobleza y sensatez de Tampa han sido mucho mayores que la astuta malignidad con que se ha querido envenenarnos. No es sólo gratitud lo que siento por haberles inspirado esa fe; ni la alegría de poder ver a un vasto número de hombres con cariño de familia, sino el gozo de orgullo de ver a un pueblo tan bien preparado ya para la libertad de ver tanta alma de oro, por el brillo y por la fortaleza. Y yo no soy indigno, Eligio, de un cariño que tengo en tanto como el de Vd. Yo no soy como la carta dice, Eligio, sino como Vd. me cree y me desea. ¡Si me hubiera Vd. oído pocos días después de brindar por la revolución en un banquete de la autonomía-que fue en La Habana todo mi autonomismo,-hablar en el vapor que me llevaba desterrado a Ceuta, con ese buen Ramón Roa que iba-libre de todo, menos de la conciencia, que no le dejaba dormir-a exigir a Martínez Campos el cumplimiento, que obtuvo, de los arreglos secretos del Zanjón! Este mundo tiene increíbles vilezas, ocasionadas casi todas por el interés.

No hay más modo de salvarse, Eligio, que moderar las necesidades. La sobriedad es la virtud. El que