New York, 5 de diciembre de 1891
Sr. José Dolores Poyo
Director de El Yara
Key West
Mi amigo y compatriota estimado:
Debo darle ardientes gracias por el decoroso suelto en que se sirvió hablar de mí en El Yara de 18 de Noviembre. No se ha hecho la pluma tan necesaria a otras faenas, para que los hombres la empleen en hablar directa o indirectamente de sí propios. Pero ¿cómo dejaré sin decir la viveza con que anhelo .una ocasión respetuosa de poner lo que me queda de corazón junto al del Cayo, de levantarlo ante los necios de este mundo como prueba de lo que por sí, sin mano ajena y sin tiranía, puede ser y habrá de ser nuestra República, de decir sin miedo que la obra política que para el bien de todos se ha de fundar, ha de fundarse con todos? Ardo en deseos de ver al Cayo con mis ojos, y de respetarle las formas y métodos que se ha ido dando con lo real y necesario de la localidad, y de enseñar con mi presencia cómo están juntos, no ya en la aspiración retórica, sino en la obra sagaz y urgente, en la obra que ha de inspirar fe y cariño al país, en la obra de previsión y ordenamiento, de juicio amplio y acción cordial, todos los que tienen un pecho con que arremeter, y mente para ver de lejos, y manos con que ejecutar. Y sin recelos y sin exclusiones. Y sin olvido de lo verdadero y de lo justo. Y sin antipatías tenaces. Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz.
Pero ¿cómo ir al Cayo de mi propia voluntad, como pedigüeño de fama que va a buscarse amigos, o como solicitante, cuando quien ha de ir en mí es un hombre de sencillez y de ternura, que tiembla de pensar que sus hermanos pudiesen caer en la política engañosa y autoritaria de las malas repúblicas? ¡Es tan dulce obedecer al mandato de sus compatriotas! Es mi sueño que cada cubano sea hombre político enteramente libre, como entiendo que el cubano del Cayo es, y obre en todos sus actos por sus simpatías juiciosas y su elección independiente, sin que le venga de fuera de sí el influjo dañino de algún interés disimulado. Pues aunque se muera uno de deseos de entrar en la casa querida, ¿qué derecho tiene a presentarse, de huésped intruso, donde no le llaman? Mejor pasar por seco, aunque se esté saliendo, de cariño tierno, el corazón, que pasar por lisonjeador o buscador o entrometido; que faltar con una visita meramente personal al respeto que debe a la independencia y libre acción de los cubanos. Pero mándeme, y ya verá cuán viejo era mi deseo de apretar esas manos fundadoras. A Vd., que adivinó mi encogimiento, y ajusta la mente noble y perspicaz a las necesidades patrias, presento aquí el testimonio de mi sincero afecto.
Queda sirviéndole,
José Martí
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