28 de Mayo, 1889
Sr. Emilio Núñez
Mi muy querido Emilio:
Habrá visto confirmadas por mi propia conducta las cosas juiciosas que me dice en su carta. En esta mía no cabe todo lo que tendría que decir. Ojalá que nos hiciese pronto, aunque fuese por horas, la visita que me ofrece, y que yo le habría hecho ya, por la necesidad de verle y el gusto de saludar su casa ejemplar, si no estuviera clavado a mi mesa de jornalero. De un día a otro, con las noticias que recibí de Cuba, cambió mi pensamiento, puesto que ya estaba logrado uno de los objetos que con la reunión me proponía yo, y era indispensable que en el estado alarmante de Cuba alguien se propusiere ponernos en comunicación con los que en Cuba están decididos a la guerra. Se dio, además, por las indiscreciones inevitables, una publicidad y carácter demasiado solemne a la reunión, que la hubieran hecho indiscreta, si no riesgosa, por no ser ya la misma reunión que debía intentarse después de lo que se sabía, o se susurraba,-que antes. Unos cuantos, por supuesto, nos debemos poner al habla sin. demora, no porque crea yo que de esta hecha tenemos ya que montar a caballo, sino porque así lo manda la previsión, y porque de ciertos estados personales que ha creado en Cuba la situación presente, puede producirse, -a poco que los empuje la ambición, o el patriotismo ardiente, o un falso concepto de las circunstancias,--un conflicto que nos obligue a la obra inmediata. ¿Le diré que su carta es de un hombre de estado? No se lo diré, por lo que me dice de la mía. ¡Pero gozo tanto en verle a mi tierra hijos adornados con la cautela y pureza de Vd.? De esos conocimientos tiene mucha necesidad, para no caer hecho pedazos por el suelo, de lo que se ve y se sabe, su amigo,
JOSÉ MARTÍ
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