A1 volver a mi patria, esclava aún, con la mano puesta en la misma espada que empuñé hace doce años, traigo a la santa guerra el mismo espíritu y la misma energía con que la comencé. Si razones sobradas hubo entonces para alzar la bandera de la Independencia de Cuba, nuevo alevoso engaño y nuevos crímenes han venido a añadir nuevas razones. Los árboles corrompidos han de arrancarse de raíz. Yo no he desconfiado un instante del éxito de la lucha; he meditado y he aprendido; no he desconocido los poderosos y constantes elementos que la guerra cuenta,- y vengo, con aquel estandarte glorioso que en 1868 levantamos, decidido a rescatar con el brío de los combates y la prudencia de las determinaciones, esa batalla perdida que no llegó a durar dos años.A1 pisar esta tierra, consagrada por tanto héroe ,y tanto mártir, siento mi voluntad fortalecida y mi razón asegurada; vuelvo estremecido los ojos a los que perecieron, y como ejemplo los señalo a los que no saben honrar a los muertos, ni saben morir.
¡No! No es posible que améis, cubanos, vuestra terrible vida. Si combatisteis en la pasada lucha, u os sentís inclinados a la nueva, asesinados en los bosques o arrojados al fondo del mar purgáis vuestro valor. En las ciudades, el miedo y la lisonja han reemplazado a la virilidad y entereza, y un ansia desmedida de fortuna y un arrepentimiento incomprensible de haber sido grandes, extravía a probados caracteres. En los campos, con la contribución que del pan de vuestros hijos os arrancan, compra nuestro enemigo, no el arado que os ha de servir para labrar la tierra, sino el fusil con que ha de dar muerte a vuestros hijos. La corrupción y la miseria están hiriendo mortalmente la dignidad de nuestros hombres y la pureza de nuestras mujeres. El espectáculo del general empequeñecimiento pervierte a la generación que nace. El interior de las ciudades es un banquete bochornoso, y el interior de la Isla, un campamento. ¡Puesto que os tratan como a vencidos, hora es ya de probar que no habéis olvidado todavía la manera de vencer!
No es el odio el que a la guerra me conduce, aunque sería el odio tan justo, que bastaría él sólo a mantenernos cuando la razón no nos guiase. El ansia de paz es lo que nos decide a la guerra. La necesidad de asegurar nuestra prosperidad es lo que nos mueve a amenazarla ahora. Y si la riqueza ficticia y bochornosa que aún resta en algunas comarcas de la Isla, fuera, con mengua de sus poseedores, obstáculo a la Revolución, de cuaje y sin misericordia arrancaremos, para hacerla renacer luego digna de hombres libres, una riqueza que mancha a quien la mantiene, y avergüenza a los que indirectamente la comparten.
No derramamos en vano nuestra sangre en la admirable lucha. Por la libertad de todos los hombres, blancos y negros, combatimos; y no ha de haber cubano honrado que se atreva injuriar a los que por su libertad y honor combaten. Libres hicimos a los hombres negros, y es necesario que sean libres. Viles dejamos de ser los hombres blancos, y es necesario que no volvamos a ser viles. La riqueza cubana, que será con poco esfuerzo en nuestras manos segura y pasmosa, no puede estar sacrificada por más tiempo a la riqueza española. Nuestros hijos han de vivir para algo más que para cebo de puñal y para fruta de cadalso.
¿Cubanos! No hay más que un partido: ¡el de la honra! No hay más que una riqueza: ¡la de la virtud! Sed más astutos que nuestros enemigos, que aparentan respetares en las ciudades mientras les queda una esperanza, para teneros cerca a todos en la hora del exterminio cuando toda esperanza sea imposible. Las horas decisivas requieren campos claros: o servidores de España, o servidores de la independencia de la patria; o viles, o dignos. No creáis a los que para disculpar su debilidad, o justificar su arrepentimiento, os pintan débil una guerra en que no tienen valor para combatir.
Nuestros hombres son los de ayer; nuestros soldados son los soldados de los diez años; nuestra guerra, la de Yara; imitaremos a nuestros antecesores en bravura, y recordaremos, para evitarlos, sus errores. Los hombres de armas que hoy luchamos, no las envainaremos sino cuando en las fortalezas españolas ondee el pabellón libre; pero las quebraremos de buena voluntad en el ara sagrada de las leyes; nos inspira el más alto de los espíritus; nos anima el ansia de las obras` grandes. Hacemos la guerra para salvar la virtud, asegurar la riqueza y garantizar la paz.
Nuestro enemigo entra en la lucha vencido de antemano: la Península no apoya su poder sino con soldados imberbes y con leyes vejatorias, bastantes a segar cuellos de crédulos y fortunas de contribuyentes, no a quebrantar un solo pecho nuestro. Los peninsulares, airados contra su patria que los arruina, vuelven los ojos a nosotros, deseosos de morir en paz en la tierra en que crearon su fortuna. El gobierno español no tiene más recurso que los que de vosotros a viva fuerza logre: ¡pagad de una vez, cubanos, para ser libres, una contribución que desde hace tiempo estáis pagando para ser esclavos!
Los campos nos ayudan; millares de hombres nos acompañan; los pueblos se nos abrirán, porque nos aman. ¡Pero si tímidos o ahogados en sangre se nos cerrasen, de los bosques haremos el mampuesto de nuestra libertad y nuestra gloria, y en los bosques, con troncos de árboles, trabajaremos armas nuevas para luchar por el honor!
¡Cubanos! La historia está escrita, y se continúa escribiendo. A morir vengo, y a morir venimos todos, por nuestro decoro y por el vuestro. ¡No ha de decir la historia que cuando pudisteis ser libres, injuriasteis a vuestros héroes, ensalzasteis a vuestros matadores y permanecisteis voluntariamente infames!
CALIXTO GARCÍA ÍÑIGUEZ
Cuartel General del Ejército Libertador.Nota: Tanto la proclama del Comité Revolucionario Cubano de Nueva York, como las dos que aparecieron firmadas por el general Calixto García, publicadas en Nueva York, el 13 de mayo de 1880, el conocerse su desembarco en Cuba, fueron escritas por Martí.
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