23 Abril 1892
¿Y quién niega que nuestro ejército está allá lo mismo que acá, allá donde el agua espera en el bejuco, y las veredas, tupidas por la incuria, cubrirán, maternales, la primera marcha? ¿Quién niega que las almas desbandadas, en cuanto la vean, volarán a la bandera? ¿Quién niega que a Cuba no la reprime el entretenimiento autonomista, útil sólo al acabar, ni el entremés económico, donde sale a la escena el gracioso honrado, ni el partido de papelistas y azucareros que lleva el estandarte amarillo y rojo, ni el poder de un gobierno que es temible sólo por el empeño de precipitar en Cuba, como acaba de querer precipitar en Bayamo, como acaba de querer precipitar en Baracoa, como trata muy de cerca de precipitar en Las Villas, un movimiento que pueda acorralar y sofocar? ¡Guárdense en el pecho los cubanos de la Isla su fidelidad a la revolución, allí donde el enemigo no la vea, que ya sabremos, a su hora y a nuestra manera, ir a buscarla a sus pechos! Déjennos el peligro a los de afuera. Los de adentro, no pongan el cuello imprudente al sable levantado del enemigo. Nosotros hilamos, donde no se nos ve. Nosotros tenemos voces que llegan. Nosotros le robaremos con nuestra prudencia la sangre al cadalso. Nosotros concertaremos, en el seguro extranjero donde la podemos concertar, la guerra que el enemigo provoca en las comarcas aisladas, seguro de que, si ha de vencerla, sólo la puede vencer por la sorpresa y aislamiento. En cuanto al país él sólo aguarda, aún sin confesarse toda su bravura, a convencerse, por la fuerza y el orden de la tentativa, de que el nuevo sacrificio no ha de ser a ciegas, ni ha de ir tras un sueño o una ambición, ni ha de ser en vano. Crezcamos, y mostrémonos. Ahorrémosles a nuestros hermanos la sangre. Allá, a nuestra voz, despiertan nuestros hermanos.
Sí. De un rincón de Cuba, de lo más olvidado de Cuba tal vez, de los asilos aquellos del honor que no sospechan los tímidos y los cansados, dice así a Patria un hombre de la guerra de ayer:
"No creo, no puedo creer que haya un solo cubano que al leer sus escritos no sienta latir con violencia el corazón, pensando que esa unión por la que con tanto acierto aboga, puede ser, en no lejano día, la libertad de Cuba y la felicidad de los cubanos. La unión, es de hecho la independencia de Cuba; como fue un hecho, triste, pero cierto, que los 40,000 cubanos que defendían la enseña española fueron nuestra primer derrota. Pero no es suficiente que pensemos, no es suficiente que sintamos: es preciso hacer; es forzoso que obremos todos, empezando por aunar nuestros esfuerzos. ¡Si eso consigue Patria-y no hay que dudar que ha de conseguirlo-grande, inmensa será la gratitud que le deberemos ! . . .
"Vuelvo a sentir lo que hacía ya tiempo no sentía, ignorando-¡maldita ignorancia!- que hay allí mejores cubanos que yo. Figurábame que ese sentimiento había caído así como en desuso y que por maldición del Cielo debíamos callar. Y si esto me pasa a mí que siento por mi patria más que por Dios ¿qué no pasará a esos cubanos que entre guardias civiles y voluntarios todo lo ven de color español? Seguramente no pensarán que miles de cubanos en el extranjero trabajan por libertar a su patria. ¡Ah!, ésa es la gran misión del periódico: decirles eso, excitarlos a que trabajen, revivir el ánimo decaído por la obra del tiempo, hacer sentir a los que no han sentido por temor al pecado español. ¡Bendita sea Patria!"
Lo que se ha de bendecir es el juicio cubano que hace surgir, en la hora del desfallecimiento, la campaña de la fe; que hace, con eficacia y tesón, fuera de Cuba, lo que el juicio de dentro de Cuba le pide que haga; que responde a tiempo a la voz del país, y va de mano con él, y trabaja con él, por sobre la mar y la distancia. ¡Bendita sea la patria!
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