23 Abril 1892
Quien confió en el alma cubana; quien mantuvo que en los cubanos puede más la virtud que la fatiga; quien auguró que los cubanos aleccionados renovarían con júbilo, en cuanto viesen bandera y plan, la obra entusiasta que parecía abandonada al acaso o la impericia; quien sabe que en Cuba, como en la hermana Puerto Rico, hay alma de nación, premiado está de sobra con la noble realidad. De sí continúan surgiendo, sin que les ponga la mano en el hombro nadie, los clubs patrióticos. Nadie los instiga, y ellos se fundan solos. Se rivaliza en patriotismo puro. El patriotismo impaciente se congrega y levanta. Con los ojos en el águila, se irá .por fin donde se debe ir. Quien ha estado en batalla, nota que éste es el júbilo de los ejércitos al amanecer. Están los hijos de las Antillas decididos a salvar por el orden la obra que sólo se interrumpió por el desorden.
Boston, donde nunca faltaron cubanos y puertorriqueños fieles. no se contenta con enviar su óbolo, como siempre lo envió, a cuanta empresa patria convidaba a tributo a los buenos hijos; y al ver ahora que, donde hay cubanos juntos, tienen a mengua no entrar de los primeros en la obra común, en la obra que ha recogido en un haz el fuego disperso de las almas, funda su club, y no le pone por nombre el de una isla sola, sino el de las dos: le llama "Cuba y Borinquen".
Preside el médico culto y estimado, Antonio Bustillo. El vicepresidente es Joaquín Hernández. El tesorero y el iniciador, es José Monzón Aguirre, Jesús Meléndez lleva la secretaría. De vocales fungen: Tomás Zounier, Juan García y José Herrera. De ellos dice una carta: "Hombres todos de cordialidad y de respeto, ellos pondrán su club, en cuanto a acción y nobleza, donde se ponga el más alto".
Es ardiente, y de toda limpieza, el patriotismo del club de Nueva Orleans. Lo mueve aquel deseo de sacrificio, de abnegación de desinterés que hermosea este movimiento antillano. Otras veces, los hombres se alquilan. Esta, se dan.
Y es que a la fe de los hombres nuevos, se une en ellos la constancia, y la levadura poderosa, de los hombres de antes. El torero de "Los Intransigentes", es Andrés Alpízar, veterano cubano, que pasó, rifle al hombro la década gloriosa en el Camagüey.
En noble sesión se adhirió a las Bases y Estatutos del Partido Revolucionario Cubano el numeroso club de Filadelfia, que nace con el brío por que fueron siempre notables aquellos emigrados. Resplandece el puro patriotismo en los documentos y cartas con que el club da cuente de su afiliación, y se ve en ellos la prisa generosa por servir de veras a la causa amada. ¡De estas almas se hace el triunfo! "Verá usted, dice uno de los documentos, como todo el Partido, nuestra adhesión a la causa santa de la redención de dos pueblos oprimidos, Cuba y Puerto Rico, y que este club está dispuesto, en cuanto le sea dable, a cooperar al fin aceptado por todas las agrupaciones errantes del suelo patrio".
Cuando andaba el pensamiento vigilante agrupando, en el silencio humilde, las grandes fuerzas que sólo por lo desconcertadas parecían dormidas, o estallaban con violencia noble y peligrosa en cuanto veían chispear la menor luz, se puso un hombre, solo y por sí mismo, a juntar cubanos, y juntó muy pronto a muchos, y de los más varios y opuestos pareceres de detalle, en el club, ya patriarcal, de "Los Independientes". Ahora le escribe un buen criollo, a quien dos cuotas no parece que le pesen, anunciándole que, allá donde vive, ha entrado en otro club: "¡pero no me borre usted de Los Independientes!"
Chicago también, el lejano Chicago, anuncia que ya termina los arreglos de formación del club "Tello Lamar". Fue Tello Lamar joven amado de Matanzas. Burriel lo fusiló. Chicago lo consagra.
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