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La Patria es Ara no Pedestal

 

14 Marzo 1892

TRES NOTAS

Tres hombres simbólicos, emigrado el uno, militar de ayer otro, y el otro militar de mañana, fueron juntos hace pocos días a visitar el rincón, abandonado hoy, donde desapareció lo que podía desaparecer del héroe sin tacha: de Ignacio Agramonte. Callaron los tres hombres, y se descubrieron, y envían un puñado de la tierra santa a quien no pudo verla sin repetir en silencio un juramento. Así, por los empujes del corazón, junta el patriotismo lo que la tiranía no es ya bastante fuerte para desunir: y en momentos sublimes se purifica, y eleva para la hora necesaria, el alma de los hombres.

A un jefe ilustre de la guerra, a un cubano cívico y sincero que pelea tan bien como escribe, y no ama sus recuerdos más que sus obligaciones, a uno de estos magníficos hombres nuestros que del caballo de generales vinieron al arado del campesino, o al escritorio del comercio, o a la mesa del taller, le preguntaba por los hombres de los diez años, y por sus proezas y su modo de vivir, un cubano ansioso de conocer sus méritos y publicarlos.

"¡Pues el primero en la época en que lo conocí, el primero en la modestia y en el sacrificio, el primero en el combate y en el cariño de su gente, era Huerta, el español Huerta!"

Un día, en un viaje reciente, llamó un hombre a otros más, en un pueblo de los dos que los cubanos han levantado sobre la arena, y los convidó a abrir una escuela para los pobres. Pobres eran, más que ricos, los reunidos. La casa en que estaban se la había fabricado con su esfuerzo, y otras cinco, y su tienda, un cubano pobre. Se habló bravamente, se expusieron quejas viriles, se abrazaron los hombres de un color y otro. Un mes después volvía el iniciador por aquel pueblo de los corazones. La escuela tiene catorce maestros, ochenta discípulos, cuatro aposentos y una biblioteca. Los fundadores, pobres.

 

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