10 Abril 1892
La libertad, siempre apetecible, lo es más cuando por el amor y el ejercicio de ella se juntan los hombres, que en la libertad misma suelen criar razones para su discordia. Más grata es esta campaña definitiva por la libertad antillana, porque no hay punto de ella en que, con igual corazón, no se vean tendidas, por sobre la faja de mar que las divide, la mano de Maisí y la de las Cabezas de San Juan. Ayer, hace veinticuatro años, se publicaba en New York La Revolución, con el escudo de Cuba bajo el nombre, y al pie del escudo decían letras hermanas: "Cuba y Puerto Rico". Hoy, juntos en el deseo, en el empuje, en la mesa de Labajar, por puertorriqueños se inaugura y por cubanos se completa el club de "Las Dos Antillas". Si se busca donde poner un alfiler entre los dos corazones, no hay donde ponerlo. Preside Rosendo Rodríguez, que desama la pompa y conoce la verdad; y hace de vicepresidente Leopoldo Acosta, el guajiro orador, que con el hijo en los brazos va donde le hablan de Cuba, y donde habla bien él. Silvestre Pivaló es el secretario, que ha visto pelea, y en el hogar de sus ahorros no tiene plática más grata que la de sus asaltos y sus farallones. Arturo Benech, que enfrena con la cultura la vehemencia, y lleva ya encendidos los fuegos mayores, es el Secretario. Antonio Chambar, el Vicesecretario, no ve con buenos ojos, y lo dice, a quien en estos días de honor ce queda con la cabeza en la almohada. Todos conocen el mérito patriótico de los vocales: Prieto, Sanabia, Morales, Fernández Silva, "gente nueva --dice el puertorriqueño Figueroa-que buscará elementos nuevos", gente limpia y probada. Se ha de abrir el padrón, y han de quedar todos empadronados: o fuera del padrón. Mañana, se pondrá a la cabecera de los recién nacidos, como título de honra, el haber estado a la hora cuando el empadronamiento: y se ocultará, como una vergüenza, el no haber estado. Por su pureza y su modestia, y porque viene a echar ramas nuevas, tiene especial valer el club de "Las Dos Antillas"¡-y por las manos sobre el mar azul.
Vuelven los tiempos a ser lo que fueron; la mujer antillana, palma siempre y clavellina, no ama la tierra donde cría a su hijo sin raíz y ve a su esposo vivir en dolor, ni se ve como debe la mujer antillana, frente a las otras mujeres del mundo, que tienen los esposos y los hijos libres. Aborrece aquella actividad de naturaleza varonil que quita fuerza, en vez de darla, a la acción diversa y propia de nuestras compañeras, quienes ni en mente, ni en bravura, ni en abnegación nos ceden, ni en la manera de poner en palabras la profecía instintiva, que es en su sexo como dote, y el entusiasmo, en la mujer más valioso porque ella de naturaleza rehuye todo lo mortal y violento. Es que nos ven sangrar; es que en su pecho de seres humanos, a donde no llegan mantillas ni fraques, vive con el mismo fuego que en nosotros el oprobio del deshonor y la codicia de la libertad.
Para otro día será el recordar cómo una mujer redimió a México, y otra salvó a Bolívar; cómo el mártir y el héroe tienen siempre la mujer al lado; cómo nuestros campeones salieron a pelear con la chamarreta que con los dedos finos del señorío le cosieron sus compañeras; cómo al pie del marido, en el campamento de la gloria, cayó la mujer, contenta y muerta; cómo, en el bohío libre, murió Mercedes Varona. Hoy será mero saludo a los hogares generosos donde se allegan fondos para irle haciendo tesoro a la justicia; donde se fomenta, y no se deja morir, la idea de redención, y la fe en la unión enérgica y cordial; donde con la actividad modesta y afectuosa tacha con el ejemplo la mujer antillana, y avergüenza y reduce, a los pocos flojos y a los pocos descreídos.
En las casas y en los corazones, más que en el bullicio ajeno a su natural, trabajan las esforzadas obreras. Preside, tímida y fiel, la compañera de Sotero Figueroa: la vicepresidencia está en manos entusiastas, en Laudelina Sosa: lleva el tesoro la del cubano continuo, nuestro médico José Alvarez, y el ser del Norte no le quita el afecto al país del corazón: la secretaria es María Acosta, en quien se ve arder el alma criolla. Son flores del hogar, y amigas firmes de quienes se lo defienden, las vocales de la casa: Eva Betancourt y Adelina Sánchez, Dominga Muriel, Dolores y Quirina Martínez. El saludo que por su labor merecen ha de ser sentido, y es propio del pensador juicioso, que en el ejercicio de la virtud patriótica por la mujer ve la mejor garantía de que no se le canse en ellas al hombre el corazón.
La bandera colgaba por el muro, vigilando: el altar estaba cubierto por otra bandera: los jóvenes entraban, juraban, y se ponían de guardia. Después, juraron todos juntos.
Del alma patriótica se ha deseado esta vez que naciesen las asociaciones cubanas, para que la patria pueda ver en ellas con razón, no la fantasía bella y nula de un ensoñador, sino la voluntad robusta, y el número verdadero de los que la sirven con pureza. Lo que se ha de fundar en sangre y en dolor, no admite ilusión ni engaño. El patriotismo no es el derecho de imponer a nuestros compatriotas una idea desamada, o un conflicto loco. El patriotismo al invitar a la muerte creadora, debe enseñar el corazón y el número de los invitantes. Jamaica, de sí misma, acude al recuento. No un club crea, sino cinco. Rebosa amor republicano la carta que lo cuenta, la carta del infatigable José Mayner. Y se ve por los nombres que allá hay semilla de héroes. En el club "Oriente" preside Alfredo Mayner, y José Mayner en el "José María Heredia". Juan Prego preside el "Francisco Vicente Aguilera", y J. M. Rondón el "Bernabé Varona". Preside otro Antonio León: el "Carlos Manuel de Céspedes".
A los bordes Jamaica de la tierra adorada y ofendida, ¿qué dice esta resurrección sino que los yerros parciales, allá a veces vistos, sólo han servido para demostrar a aquellos cubanos valerosos, a aquellos cubanos prácticos y reales, la facilidad de triunfar cuando no se caiga en yerros? De allí es más valiosa la faena, porque allí es más difícil. Es más meritoria la virtud en los que ya, por el largo ejercicio, pudieran tener las manos cansadas de ella.
En la Florida vieron vivir a aquel que se crió en el mundo con mucho que legar, y cercano ya a la muerte en la miseria del destierro, se volvía a un hijo fiel, a Martín Herrera, del Cayo, y le decía: "Te lego lo que tengo, Martín; te lego el "Liceo San Carlos". Tampa, allá en la Florida, crea ahora un nuevo club, y no le busca el nombre en retóricas ni pompas, sino en nuestra virtud; ni este club de hijos cree nombre alguno mejor que el de uno de nuestros padres, el de "Aguilera". Tampa tiene de cimiento un corazón. Y el telegrama que anuncia a Patria el club, dice así: "Anoche constituido entusiasta club "Aguilera". Apoya partido revolucionario cubano: López".
En una ocasión reciente, cuando todo Tampa pareció un alma sola, un águila entre banderas, entre las banderas libres de América, presidía el patriótico júbilo. De águila era cuanto allí se decía, y la pujanza y vuelo de aquellos corazones; y Tampa lo recordará siempre, de seguro, porque no se ha de volar más bajo de donde se voló una vez. Un club más tiene Tampa, que preside el caballeroso Manuel Granado; un club que viene a trabajar, con el Partido Revolucionario Cubano, por la revolución verdadera: y se llama "El Águila de Tampa".
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