28 de Mayo de 1892
La guerra no ha cesado en Cuba: sólo ha cambiado de formas. Los cubanos que pelearon con las armas ayer, están hoy allá acorralados por el enemigo hábil en una campaña sin guía, cuyos jefes divididos y opuestos, desde un españolismo sincero e incurable hasta el criollismo confuso e indómito, perturban, en la hora de la demarcación de tendencias, al país que, como todo pueblo en las horas de crisis, requiere y anhela una tendencia fija: el enemigo se entra cómodamente por los ejércitos cuando los capitanes emplean en reservarse unos de otros, y en ganarse por la mano, el tiempo que debieran poner en concentrar sus fuerzas. El gobierno español, que no los españoles, pelea, arma al cinto, contra el cubano sin armas-contra el cubano que no tendría armas a su hora si no se las llevase la cuidadosa emigración,- con los recursos hasta hoy eficaces de la concesión insignificante, la falsa franqueza, la división de los elementos cubanos cuya unión es mortal para España, y la conversión sistemática, y ya poco menos que definitiva, de la riqueza del país a manos españolas. Los cubanos, allá en Cuba, han ido sin sistema, con los ajos en un plan imposible y los pies fuera de la realidad. El gobierno es. pañol se ha cosido a la realidad; ha señalado uno por uno a sus enemigos: los sigue, con un hombre al talón, por dentro y fuera de la isla: desmorona, con la prisión oportuna, o la amenaza, o el soborno; cada grupo que comienza a apretarse la cintura: divide, por la calumnia, y por el hábil cultivo de las pasiones humanas, a los cubanos en quienes un reparto personal o una obligación de clase o un mal entendido compañerismo pudiesen más que el deber para con la patria.
Al cabo de doce años de tentativa equivocada, equivocada e inútil, equivocada y funesta desde la raíz, no dice la verdad quien diga que en Cuba existen más que los dos bandos irreductibles, de españoles y cubanos, los dos bandos que, por el ansia común de la quietud definitiva en la tierra donde juntos tienen el trabajo y el hogar, podrían, y demuestran que pueden, vivir en paz bajo un gobierno bueno, pero cuya amalgama es imposible bajo una forma de gobierno cuyos hábitos inveterados, más que las leyes, y la constitución viciosa de la política nacional, hacen indispensable un sistema de fuerza, más o menos disimulada, que reprima los elementos cuya entrada al gobierno cegaría el manantial de sus pingües gabelas, y dejaría a la política de España sin la sentina más ancha y cómoda donde vacía ahora sus vicios. Eso es Cuba, ahora más que nunca:-sentina.-Otros se hallarán bien en ella, y creerán que un adarme de cura es un buen remedio contra una libra de enfermedad. Creen mal. No debieran hallarse bien.
En, guerra vivimos, con nombres de paz, y el triunfo será necesariamente de los más preparados, y de los más astutos. Es de deber denunciar, para que nadie se llame a engaño, ni proteste desconocimiento, ni se deje llevar por la pasión a donde quiere llevarlo su enemigo, ni colabore, con los pretextos de la maldad o la soberbia, al desorden y derrota de su país, los métodos especiales, tenaces, y todavía fructuosos, de la campaña española.
Del más sutil y eficaz de estos métodos no se habrá de extrañar nadie, puesto que por el aprovechamiento de las disensiones internas pudo España vencer una guerra que por las armas. no pudo vencer jamás, y puesto que el buen sentido indica al enemigo que el aislamiento y hostilidad de las fuerzas necesarias para el ataque le son más convenientes que la simpatía y el acuerdo entre las fuerzas que se habrán de unir para poder atacarlo con fortuna. Y esa tarea de policía que se lleva adelante, por la perfidia del alma humana sólo inferior a su grandeza, en el seno de los hogares y en la misma almohada del placer, en la aparente amistad, en los viajes ostensiblemente casuales, en las cartas envenenadas, en la mesa de juego, es más fácil, o parece más fácil, al enemigo que aprovecha las discordias que dejó tras sí una guerra .demasiado larga e inactiva, servida a trechos pobremente por una emigración que vio mal guiadas sus virtudes, y los recelos que se pudieran levantar, a ser el cubano menos abnegado y juicioso de lo que es, entre los -patriotas primerizos y censorios de una época nueva, y los servidores, justamente enorgullecidos, de la guerra pasada.
Pero en la política invisible y real de Cuba, que hicieran mal los hombres sinceros, los hombres futuros, en desconocer, era obligación -eminente, aunque no aparatosa ni de ningún modo remunerativa, la de oponerse, dentro de las fuerzas cubanas, por una obra de concordia continua, a la obra continua de discordia con que las apartaba y corrompía el gobierno español; y cuando la hora del próximo recuento llegue, como está para llegar, habrían faltado a su deber los que facilitasen, por, reparos pueriles de vanidad de fecha o desagrado de personas, la obra mortal del gobierno de España y habrán prestado un servicio glorioso e histórico los que, cediendo a su noble natural o a la prudencia, y aun sofocando sus tendencias menores y sus simpatías, hayan contribuido a unir, para el vigor del ataque y para la calma y éxito del triunfo, las fuerzas que el enemigo se ha empeñado en dividir. Mañana, cuando estemos todos juntos, es de esperar que los descuidados dirán a los cuidadosos: ¡gracias! No era necesario, no lo fue nunca, que se creyese, y se convidase a creer, en el triunfo de una política colonial contraria a la naturaleza de la nación que había de concederla, y a las necesidades y costumbres de la generación política que la ha de otorgar. Era imprescindible resistir, por los caminos oscuros del enemigo, su obra de desavenencia y destrucción, para presentarle unido, el día en que el descrédito final de la política de confianza acelerase la obra de la desesperación, el pueblo que por el soborno, por los recelos y por la vanidad creía tener desbaratado. Por eso, en doce años de saneamiento y de cariño, han practicado las emigraciones, sin lema confeso ni nombre formal, la política de unificación y desinterés que ya en sazón culmina, con singular identidad de parecer y de virtud, en el Partido Revolucionario Cubano, mera forma activa de la política vigilante y real de Cuba, de la política de unión creciente, amplia a la vez que sólida, de los elementos diversos, de ayer y de hoy, de la independencia cubana. Por eso, hasta la gran virtud de hoy, mantuvieron en apartamiento, cada día menor, a las emigraciones entre sí, a los elementos de cada emigración entre sí, a los cubanos de procedencia y empleos diversos durante la revolución, a los cubanos de la emigración y a los de la isla, a los hombres prominentes de ayer y a sus compañeros posibles de mañana, los agentes notorios y remunerados del gobierno español en las emigraciones y en Cuba. Por eso hoy, en Cuba sobre todo, el gobierno español, alarmado con una fuerza de orden y ataque que no esperaba de sus enemigos, y del acicate visible con que los cubanos de afuera .estimulan la pereza de los cubanos de adentro, fomenta, con cuanto influjo le dan los medios directos e indirectos del tesoro a que contribuimos para que nos envilezca y envenene, los recelos que cree aún potentes entre los cubanos que han cargado armas y los que aún no han podido cargarlas, entre los militares de la guerra pasada y los organizadores de la guerra venidera, entre los próceres de la revolución de ayer y los que con su misma alma, y con su amor y orgullo en ellos, la continúan, entre los cubanos de Cuba y los cubanos de afuera.
En la emigración. este espionaje es inútil. Sangra la memoria de recordar la clase de hombres a quien pudo el gobierno de España emplear para mantener, con el crédito no sospechable de sus personas, los reparos, cuando no el odio, entre los elementos de la revolución. Aquí han estado, clavados en nuestro hígado; viviendo en aparente pobreza; saliendo de pronto de ella, a viajes por Cuba y por las emigraciones sin objeto patente, en cuanto asomaba la tendencia de unir o acometer; llevando y trayendo entre los hombres buenos frases falsas; impidiendo que se acercaran los hombres que no podrían hablarse una vez más sin amarse entrañablemente y vivir para siempre unidos; ahondando, por una correspondencia sutil e impalpable, las divisiones y desdenes que dejó la guerra pasada, el desagrado natural en quien tuvo las manos en la gloria y ve que otros las ponen, el recelo que los revolucionarios de la guerra pudiesen abrigar contra los revolucionarios de una emigración que no les ayudó como anhelaron, o contra los revolucionarios para quienes la guerra, con todo su poder de unificación y construcción, no es más que el medio inevitable de conquistar la libertad trabajadora de la república. Aquí los hemos tenido, clavados en nuestro hígado; y los tenemos, pero fuera ya del hígado. En Cuba, que es donde adelanta nuestra acción, en Cuba, que es donde triunfa nuestra cordialidad, en Cuba, que es donde zapamos la política española de discordia, en Cuba es donde, de oído en oído, de mano a mano, hoy con aires de condolencia, mañana lamentando que "los revolucionarios nuevos" seamos de este modo, sin ver que somos hoy los mismos de antes, y el que no tiene una herida en el pecho tiene la corona del grillo en el pie o tiene en el cementerio del destierro la tumba de sus hijos, en Cuba es donde se propagan, contando con la bajeza de los hombres más que con su virtud, en Cuba es donde el gobierno español propaga, estas dos falsedades absolutas:--que los revolucionarios de la emigración atacan y desdeñan a los militares de la guerra pasada,-que los cubanos de la emigración menosprecian y desaman a los cubanos de la Isla. Como a dos bestias envenenadas, clavamos el hierro ardiente sobre estas dos falsedades que propala el gobierno español.
Enemigo de Cuba sería, o ciego y equivocado amigo de Cuba quien, aún con el deseo lícito de salvarla de los peligros de las repúblicas nacientes, soñase siquiera en privarla de los beneficios de la experiencia, del fuego del amor, de la sinceridad del patriotismo de los hombres que la sirvieron en el primer arranque de la dignidad, y la quieren con aquella ternura y tesón con que se apega el corazón humano a todo lo que enaltece, o a lo que lo hace padecer. ¡Sería, imbéciles, como poner el barco al puerto, y echar el piloto al agua! ¡Sería, ingratos, como morder las manos que se deben amar, y negar puesto en la mesa a los que deben presidirla! ¡Sería, traidores, sofocar esta ternura en que se unen, en el orgullo del recuerdo y en la esperanza de la redención definitiva, los que han servido de un modo a la patria, y los que la han servido de otro! Acá no prende ese veneno, acá donde todos unidos, después del codeo y conocimiento de años, aspiran sólo, con cuanto en Cuba tenga brazo y honor, a fundar en el sacrificio indispensable un país donde el valor militar no sea un crimen, ni lo sea la ley civil. Acá, en el Partido Revolucionario Cubano, no pelean, como secta parcial, unos cuantos cubanos que se ensayen ahora, a modo de aficionados de cierto mérito, en la organización de la guerra, y el allegamiento, en la forma posible en lo actual, (le las fuerzas que con sus acreciones definitivas tomarán la forma que entonces conviniese, o conservarán, si fuera para bien, la forma de ahora. Militan en el Partido Revolucionario los militares de la guerra pasada; presiden los clubs del Partido Revolucionario coroneles, capitanes, comandantes de la guerra pasada; son miembros de los clubs del Partido Revolucionario, contribuyentes o presentes, generales de la guerra pasada: mantienen entusiastas los clubs del partido, de Atlanta a Jamaica, los servidores revolucionarios, de la milicia de los campos o de la milicia del destierro, de la guerra pasada. Y sería depuesto merecidamente de su empleo el Delegado del partido, por falta grande e imperdonable a su deber expreso, si no convidase a la obra patriótica del Partido Revolucionario Cubano, con el respetó y cariño de los méritos preclaros y notorios, con la cordialidad viril y franca, esencial a la grandeza, a los que arma al brazo y frente al enemigo compraron el derecho de que se les reverenciara como a padres, y de que se les excuse el desvío o desdén con que pudieran mirar las virtudes que aún no se hubiesen probado a campo raso. Del compañerismo fanático padece, más que gana, la virtud militar; y es lícito, al hombre de armas y al que no lo es, evitar que esa virtud de la compañía, conmovedora y justa en sí, llegue a crear, por la mezcla del interés, un peligro para el honor militar, y para la república. Padece el militar honrado, como el que no sea militar, del miedo de que un concepto falso y personal de la teoría libertadora, o la conversión del compañerismo glorioso del peligro en liga interesada para el logro y mantenimiento del poder, pusiesen el honor militar en el riesgo, descrédito y pérdida de influencia y de provechos en que lo puso en Buenos Aires, al lado de San Martín, la logia de Lautaro, en que lo puso en el Norte, al lado de Washington, la Orden de los Cincinnatos. Los patriotas todos, carguemos o no armas, hemos de trabajar porque la guerra sea hecha de manera que no perpetúe la discordia en la república naciente, sino que la haga imposible. Pero sobre su libreta de espía se ha de clavar a quien, porque este deber público acompaña a la admiración vehemente de los héroes del patriotismo, propale, en beneficio único del gobierno español y en daño de Cuba, que los organizadores de la guerra próxima censuran, o alejan, o desdeñan, a sus compañeros de la guerra pasada, a los héroes cuyo valor celebran y envidian, a aquellos a quienes solicitan-, admiran y aman.
Y mañana dirá Patria, con el espacio escaso hoy, que la prudencia, y el respeto a la vida de los que tenemos como orgullo y esperanza del país, nos ha vedado aún, y no podrán vedarnos a la larga, el júbilo de ofrecerles, quiérannoslo o no, nuestro corazón de hermanos. Pero como a bajo político y hombre ruin tendríamos a quien, de fuera o de dentro de la Isla, creyese que el domicilio prolongado en un lugar cría en un pecho patriótico el odio a los. cubanos de otro domicilio, o una ambición local que aprovechase tanto al enemigo como le aprovecharían nuestros odios. No: el Partido Revolucionario lo dice: el Partido viene "a preparar la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos. y para entregar a todo el país la patria libre".
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